Las delegaciones de alumnos deberán incluir a las alumnas en sus rótulos y las listas de becarios serán sustituidas por las de personas que soliciten una beca. La Universidad de Vigo se propone acabar con el uso sexista de la lengua a la luz de las leyes de igualdad y el Consello de Goberno acaba de aprobar un nuevo reglamento interno ajustado a sus recomendaciones. A partir de ahora, en todos sus documentos evitará recurrir al empleo genérico del masculino para referirse a un colectivo y utilizará obligatoriamente las fórmulas reitor/a, profesor/a y persona que ocupa la xerencia, puesto que el equivalente femenino de xerente todavía no ha sido admitido en el diccionario gallego. (La Real Academia Española, en cambio, ya la contempla en su web).

La responsable de la Unidad de Igualdad, Anabel González, constata un aumento de la “concienciación” entre la comunidad universitaria, pero el nuevo lenguaje de la no discriminación también recibe críticas por parte de usuarios y expertos que no confían en la utilidad de estos “circunloquios”.

“Es una forma de evitar la invisibilización de la mujer. Utilizando el masculino negamos su existencia en un cargo o realizando una acción. Para evitar la repetición de palabras o el uso excesivo de guiones se recomienda, siempre que se pueda, utilizar la denominación del puesto”, defiende Anabel González.

La revisión comenzará en el ámbito administrativo y serán revisados los formularios de servicios, las resoluciones o las convocatorias. Sobre el papel, los profesores o investigadores serán sustituidos por las personas que solicitan una plaza y los funcionarios, por el funcionariado. “Poco a poco se irán extendiendo estas normas a todos los documentos oficiales y además continuaremos con otras medidas como los cursos de formación para Personal de Administración y Servicios”, añade González.

El objetivo principal de la Unidad de Igualdad, reconoce, es garantizar las mismas oportunidades para hombres y mujeres dentro de la Universidad, pero la corrección del uso del lenguaje, lejos de ser anecdótica, es “fundamental”. Las fórmulas adoptadas, añade Anabel González, “cumplen escrupulosamente” las normativas lingüísticas y legislativas. “No se trata de ningún invento, sino de los mandatos establecidos en el artículo 17 de la ley de igualdad gallega y en el 14.11 de la española”, aclara.

Desde el servicio homólogo de Santiago, insisten en este mensaje: “Utilizar el lenguaje de una forma generalista excluye a la mujer y corregirlo ayuda a cambiar la visión de la sociedad. No es anecdótico. Si hablas de los futbolistas, por ejemplo, no piensas que ese colectivo puede estar formado también por mujeres”.

En el campus compostelano también imparten cursos para los administrativos (el próximo será a cargo de la escritora Teresa Moure) y en su web cuentan con dos correctores virtuales. Vigo parte de un informe sobre la igualdad que revela un uso extendido del lenguaje sexista y recomienda, entre otras medidas, revisar el protocolo del Doctor Honoris Causa o la normativa del Tribunal de Cuentas. Además cuenta con una breve guía de usos en internet.

“Disfrazar” el problema

Pero estas modificaciones en el uso de la lengua también son puestas en cuestión por parte de usuarios y expertos. María do Carmo Henríquez, catedrática de Lengua de la Universidad, las tacha de “circunloquios innecesarios” que no ponen coto a la discriminación de la mujer y sí “disfrazan” el problema real.

La docente subraya que “el género es una característica gramatical que simplemente expresa concordancia” y anima a los autores de estas recomendaciones a repasar el “Manual de la nueva gramática de la Lengua Española”, el mismo que utilizan sus alumnos. “Ahí está explicado el significado del empleo genérico del masculino para referirse a un colectivo. Todo el mundo sabe que en la palabra estudiantes también están comprendidas las mujeres”, destaca.

Henríquez apunta cómo el mismo manual recoge la posibilidad de utilizar “fórmulas desdobladas” por cortesía (señores y señoras) o en casos de ambigüedad (Los españoles y las españolas pueden servir en el Ejército).

“La lengua no es sexista, ni tampoco la Academia, que es quien tiene la autoridad para dictar las normas. Hay machismo en la Universidad, pero no se va a resolver utilizando ‘los alumnos y las alumnas’, sino dando preferencia a la mujer en órganos de gobierno, por ejemplo”.

La catedrática aplaude la inclusión en el diccionario de las profesiones en femenino (abogada, arquitecta médica...) y aboga por su uso, pero apela a la necesaria economía del lenguaje que se contradice con algunas de las medidas propuestas.

Y como experta en la lengua del ámbito jurídico, advierte del peligro de algunas de dichas fórmulas: “Un reciente real decreto en el que se habla de las agencias de colocación habla de las personas que trabajan en lugar de los trabajadores y esto puede provocar interpretaciones jurídicas diferentes”.