"Sin techos" en busca de un hogar propio

El deseo de intimidad aleja a los indigentes del pabellón de O Berbés

carlos Prego

"¿Yo, quedarme en el albergue? ¿Para qué si tengo montado ahí arriba un chalé?" Abdelquahed Soumati –Jaime para quien prefiera esquivar el trabalenguas de su nombre– mira de reojo el pabellón de O Berbés que desde el pasado jueves acoge el dispositivo contra el frío. En la azotea del edificio él ha improvisado una pequeña chabola construida con palés, cartones, lona y una colcha que el viernes lucía colgada de la barandilla del tejado. "Incluso tengo dos sillas de salón que encontré tiradas en un contenedor", presume. Instalado en su improvisado "chalé", Soumati observa a los sin techo que llegan con cuenta gotas para pernoctar en el Pabellón.

"No me interesa", explica. "Yo tengo el sueño muy ligero y suelo dar pequeños paseos por la noche. Si estoy ahí dentro no me queda más remedio que estar siempre acostado". Para este marinero marroquí de 52 años que lleva desde 1980 vagando por los muelles de España, el horario del dispositivo constituye el otro gran problema. "Me levanto muy temprano para buscar trabajo en el Puerto y en el Pabellón no te dejan salir hasta las nueve". Cuando se le pregunta por la lluvia o el frío que soporta en su chabola, Soumati disimula una sonrisa y palmotea su anorak: "¿Frío, con esto?".

Antes de llegar a Vigo, Soumati viajó por el Norte de África y casi toda España. El periplo lo sobrellevó gracias a los trabajos ocasionales que consigue a bordo de pesqueros como el que hace mes y medio le trajo a la ciudad. "Estaba pendiente de un trabajo... pero la cosa salió mal", explica. En esos 90 días Soumati tuvo tiempo de conocer a fondo los cajeros de la ciudad y recorrió las calles de O Berbés hasta hacerse un personaje célebre. "Todo el mundo sabe quién soy y me reconocen por el gesto del OK que hago con la mano".

Pocas plazas

Carmen (nombre ficticio) llega la primera al Pabellón Municipal. Las lluvias y el frío de la semana pasada la sorprendieron sin un techo bajo el que guarecerse y por eso ahora no quiere arriesgar su plaza en el Pabellón. Para ella el dispositivo habilitado por la concellería de Benestar es una "tirita". Lo sabe útil, pero critica su "incapacidad" para atender a las necesidades de la ciudad. "Me parece increíble que en Vigo, con la cantidad de indigentes que hay, solo se nos ofrezcan 30 colchones", se lamenta.

Hasta el jueves, Carmen pasaba las noches de invierno en casas abandonadas y cajeros. "Hay días en los que ni siquiera tienes una manta y lo pasas realmente mal". Su mayor necesidad pasa sin embargo por un servicio de día que la ayude a reintegre de nuevo en la sociedad. Hasta diciembre de 2009 esta viguesa de 45 años llevaba "vida normal" en su casa, pero "pasó lo que pasó y la cosa resultó mal". Desde entonces sobrevive en la calle con la ayuda de los comedores sociales y la caridad de la gente. "Echo de menos tener mi propia habitación, con tu ducha, tu camita y tu tele... aunque lo tenga que pagar poco a poco", explica.

"La gente que cobra lo tiene más fácil porque al menos puede pasar algunas semanas en una pensión. Quienes no recibimos nada sí que nos vemos abandonados". Esa sensación no desaparece ni en las instalaciones de O Berbés, donde a pesar de la seguridad y la asistencia ofrecida por Benestar, Carmen echa en falta una mayor asistencia e intimidad.

Tracking Pixel Contents