Cuando aterrizó en la Universidade de Vigo como profesor de Química Física, en el año 95, este catedrático e investigador nacido en Lugo encontró un nicho de mercado en el mundo de la ciencia que daría mucho juego en el futuro: las nanopartículas metálicas. Tras 15 años de trabajo, los galardones a su trayectoria empiezan a acumularse en su despacho. Ayer recibió otra buena noticia: acaba de ser elegido Premio DuPont de la Ciencia 2010 por su trayectoria en el campo de lo nano, uno de los más prestigiosos para científicos de España y Portugal, creado en 1991 bajo el auspicio del Novel Severo Ochoa. ¿En efectivo?: 30.000 euros. ¿En satisfacción? Difícil de cuantificar. La entrega será a principios de 2011 en Oviedo.

–Este es el cuarto premio en algo más de un año. ¿Sorprendido?

–¡Pues de no recibir ninguno a recibir varios! Sí, claro. Te da un caché y reconocimiento internacional. Hoy (por ayer) recibí la noticia del DuPont. Sorprendido pero tengo que decir que es la quinta vez que me presento porque, realmente, creo que teníamos posibilidades de llevárnoslo. Económicamente no está nada mal, son 30.000 euros. Pero bueno, es un premio a toda una carrera, no a un trabajo en concreto, y este año cayó.

–¿Con cuál se queda con el Humboldt o el DuPont?

–Son distintos. El Premio Internacional de Investigación Humboldt supuso un gran reconocimiento porque no te presentas tú, te propone la comunidad científica internacional. En cuanto a la remuneración, la mayor parte se te va en la estancia en Alemania que te ofrece el premio. Antes recibí también el de la Universidad de Melbourne y el de la Real Sociedad Española de Química. No está mal.

–¿Su equipo de investigación es un buen destino para cerebros de otros países? ¿En cuantos proyectos internacionales trabajan?

–En cuatro y entraremos ahora en otros dos. Hace tiempo que colaboramos con equipos de otros países: Estados Unidos, Australia, Japón y algunos de Europa. Y eso que los estadounidenses son nuestros principales competidores en el campo de las nanopartículas. ¿Si somos un buen destino para especializare? En nuestro equipo, que somos unos 30, hay gente de México, Argentina y Francia.

–¿Se apuesta poco por la investigación?

–En Galicia ocurre lo mismo que en otros lugares de España. Haría falta un cambio radical de concepto. En Cataluña cambiaron el modelo y centralizaron la investigación en centros de alto nivel. Es mejor para captar financiación y para atraer a los mejores en cada campo.

–¿Es lógico el sistema de becas-contratos durante años?

–Ese es otro tema. Se debe a la falta de empleo para personal altamente cualificado. Si las empresas demandaran este tipo de profesionales habría futuro para todos. Pero, en Galicia, la única salida parecen ser las universidades.

Se pasó temporadas en Holanda para probar los laboratorios de otros países. Allí surgió la idea que hoy ocupa casi todo su tiempo en la Universidade de Vigo: el estudio de las nanopartículas. Con algo más de 20 años y su olfato investigador dedujo que, por ese camino, había futuro en ciencia. Y parece que no se equivocó.

–La pregunta del millón: ¿qué es una nanopartícula?

–Es algo 10.000 veces más pequeño que el ancho de un pelo. Trabajamos con nanopartículas metálicas de oro y plata. Con esa dimensión, las partículas tienen propiedades ópticas diferentes, cambian de color. Manipulando eso con métodos químicos conocemos esas propiedades y, con ellas, buscamos nuevas aplicaciones. Controlamos mediante la química las dimensiones y la forma de organizarse de las nanopartículas.

–¿Ya hay aplicaciones en el mercado?

–Todavía no. Las aplicaciones serán en catalizadores, sensores químicos y biológicos o sistemas de almacenamiento de información por métodos ópticos. Hicimos una prueba en sensores con una multinacional y salió bien.