El Derby, que durante tres años se llamaría Imperial porque tras la guerra Franco no estaba nada por lo anglófilo, era un café a la antigua con camareros de smoking, mesas de mármol, de bastante fondo, un poco oscuro, con ventanales y oxigenante terraza.

El gran salón estaba dividido en dos partes por la tarima donde se sentaban los músicos, así que los clientes que querían escucharlos se situaban del lado de la entrada. Detrás de la orquesta estaban las mesas de juego, donde se jugaba a dominó, baraja española o ajedrez de modo que, como recuerda Albino Mallo hijo, que se crió allí y hoy estará en Vigo, "se podía matar un seis doble o dar un jaque mate a voces mientras sonaba en el violín de Corvino el Zapateado de Sarasate".

Y como todo café emblemático, referencial, fue escenario de muchas historias profesionales, amorosas, literarias o sociales, unas conocidas, otras jamás contadas.