Acero. Seis metros de alto. La torre y el olivo del escudo de Vigo. Y también la luminosidad de la Ría vista desde la proximidad al castillo de O Castro. Ésta podría ser la carta de presentación de la nueva escultura que preside la Plaza del Bicentenario. Un "árbol" en el que "florecen" las veintitrés parroquias de Vigo, allí inscritas. "Un Vigo poliédrico, reflejo de la identidad de la ciudad", valora uno de los creadores que ha admirado la pieza, obra de Silverio Rivas, en sus primeras veinticuatro horas expuesta al veredicto del público.

Artistas plásticos admiran la nobleza de los elementos (pizarra en la base de la fuente, acero en la estructura) que representan la identidad de la ciudad. Y valoran cómo se conjugan entre sí y con la ubicación dispuesta.

De los entresijos habla uno de los más veteranos, Antonio Quesada, que además bromea al atribuirse la "paternidad secundaria" de la obra, puesto que siguió de cerca su evolución: "La obra en sí me parece espléndida; he vuelto hoy [por ayer] a verla con mi hijo y lo más sobresaliente me pareció el resplandor", asegura el pintor.

"El mejor escultor para hacer este trabajo era Silverio Rivas; un hombre con un talento plástico increíble y una extremada modestia", define Quesada al autor de esta obra pero también de la escultura de la Plaza de América, llamada "Puerta del Atlántico", donde ya manifestó los valores de simplicidad y de la plasticidad, entonces tallada directamente en granito de O Porriño.

Entre las dos posturas que se enfrentaron durante la creación de la escultura, asegura Quesada, prevaleció la del autor, que apostó por no dar color al acero. Otro de los problemas fue la "falta de tiempo", para ultimar la obra en fundiciones de Madrid.

Pero llegó puntual para recordar los 200 años de la ciudad. Y con la vocación de quedarse.