Gracias a su investigación de primer nivel el nombre de la Universidad de Vigo ha traspasado fronteras y ahora será el suyo el que presida el Laboratorio de Nuevos Materiales desde el que tantos avances tecnológicos ha desarrollado para la sociedad durante los últimos treinta años en campos como la biomedicina o la valorización de los residuos marinos. La catedrática, que fue homenajeada por sus compañeros el viernes en el campus, seguirá vinculada a su grupo en proyectos como la limpieza con láser del friso renacentista de la Catedral de Santiago y dedicará más tiempo a sus aficiones: la pintura, el violín y los idiomas. Nunca ha temido resultar "políticamente incorrecta" y, con esta sinceridad, disecciona la Universidad y la educación.

–Su agenda va a estar ocupadísima.

–Soy muy activa. Podría seguir, pero hay que saberse retirar a tiempo para dejar que los jóvenes se desarrollen y porque la vida es algo más que la profesión. Ahora que se discute tanto sobre el retraso de la jubilación creo que si has trabajado con gran esfuerzo e intensidad te mereces irte cuando aún puedes disfrutar de la vida.

–El grupo de Nuevos Materiales inició su actividad en 1982 y fue pionero en el uso del láser y la dirección de proyectos europeos. ¿Cómo ve hoy a la Universidad?

–El profesor Pérez-Amor y yo fuimos pioneros en casi todo y no sé si decir por desgracia para nosotros (risas) porque nos tocó trabajar muchísimo. Hemos ido aprendiendo y la Universidad ha evolucionado con nosotros. Pero también ha invertido demasiado en cascarones, en hormigón, cuando se puede hacer investigación en un edificio no tan bueno. Evidentemente, no en una chabola, pero lo más importante es el personal. Hay grandes desigualdades en las plantillas de los distintos ámbitos de conocimiento y me duele que todavía haya quinientos profesores no numerarios. Por otro lado, también se ha crecido muy desordenadamente. Ha habido café con leche para todo el mundo y se han multiplicado titulaciones, de forma que hoy tenemos un mapa muy complicado donde clarísimamente hay muchas que ya no tenían que haberse creado.

–¿No cree que se haya solucionado esto con Bolonia?

–No va a ser la panacea. Todo lo contrario. El nivel de los estudiantes va a empeorar. Evidentemente el porcentaje de titulados se ha multiplicado en España, pero me permito ponerle un signo de interrogación a eso que dijo un político muy famoso que no quiero citar de que ésta es la generación más formada de la historia. Siempre he dado clase en primero y, claramente, el nivel con el que llegan los estudiantes y al que somos capaces de llevarlos ha ido descendiendo constantemente. Hoy casi todos suspenderían los exámenes de hace diez o veinte años.

–¿De quién es la culpa?

–De todos. Nuestra generación ha fallado en exigirle a sus hijos esfuerzo y rigor. Les hemos dado todo sin exigir nada y lo vamos a pagar caro. Se supone que todo ha de ser divertido, fácil y proporcionar un placer inmediato, pero no se puede pretender que la sociedad te ayude cuando estés en el paro o te hagas mayor sin haberle dado nada antes. Falta una gran autocrítica.

–Los docentes dicen que hay alumnos excelentes, pero que la media es más mediocre.

–Sí. Esos estudiantes se esfuerzan, valoran el trabajo del profesor y ven su formación como algo a largo plazo y que les enriquece. Y no están en la Universidad para conseguir un papeliño que les valga para una vida mejor. El placer del conocimiento está muy fuera de moda y parece que sólo la derecha puede reivindicar trabajo y esfuerzo, pero yo, como mujer de izquierdas, también lo hago.

–¿Corremos el riesgo de estar formando a una generación de universitarios frustrados?

–Es evidente. Me he encontrado a alumnos que después de pasar tres años en una escuela de ingeniería estaban trabajando de limpiacristales. Si no tenían las condiciones intelectuales, económicas o familiares para poder estudiar ¿por qué se les hizo perder ese tiempo cuando podrían haber realizado una formación profesional? También hay que recordarles a los jóvenes que el mundo es muy ancho. Hay muchos "erasmus", pero la mayoría se van a pasar un año de vacaciones y quieren seguir viviendo y trabajar en la ciudad donde están sus papaítos o su noviecita.

–Cuando usted llegó, la presencia de mujeres en las ingenierías era mínima.

–Durante muchos años Margarita Estévez y yo fuimos las únicas catedráticas. Nunca me enfrenté a situaciones de discriminación porque ni di pie a ellas ni las hubiese tolerado. En los últimos 20-30 años las mujeres hemos demostrado que somos un poder emergente, porque las estudiantes tienen mucha más conciencia de esfuerzo y trabajo que la mayoría de chicos.

–Si estudiar requiere esfuerzo, aun más la investigación. ¿Hay menos vocaciones?

–Alumnos buenos, curiosos y que les interese la investigación siempre los ha habido. Y está claro que hoy tienen mejores oportunidades y becas. Pero, aunque la inversión ha avanzado mucho, aún estamos a la mitad de los países más desarrollados.

–El I+D está en boca de todos los políticos, pero no con tanta intensidad en los presupuestos. Los recortes, ¿le generan frustración o cansancio?

–Se veían venir. El maná se va a acabar y la gente tiene que pensar qué es lo que va a hacer. Es cierto que para la investigación se necesitan fondos, pero muchos están mal empleados. Se debe aprovechar la crisis para introducir una dosis de racionalidad y eficiencia en el sistema.

–¿Ha faltado control?

–Más que falta de control ha habido demasiada alegría. Nosotros estamos hacinados en nuestros laboratorios y aun así hemos hecho investigación de alto nivel, pero si te paseas por el campus verás tantos y tantos laboratorios vacíos y no utilizados. Eso no lo va a resolver el control de un interventor o una entidad superior, lo que hace falta es mucha honestidad y racionalidad.

–Su grupo fue de los primeros en potenciar la relación con las empresas.

–Siempre hemos entendido que era nuestro deber poner a disposición de la sociedad nuestro conocimiento. Hemos trabajo en microelectrónica, células solares, materiales para dispositivos médicos y, últimamente, en limpieza con láser de monumentos.

–¿Acuden ahora más empresas a ustedes?

–Sí. Estoy muy orgullosa de que en la mayoría de las empresas con las que tengo contacto siempre encuentro a ex alumnos. Es un buen indicativo de que el nivel del personal ha subido y también redunda en que vengan a consultarnos o nos recomienden. Esto no nos lo hemos ganado de la noche a la mañana porque en nuestros primeros proyectos europeos nunca hubo empresas gallegas. Y no porque yo no hiciese el esfuerzo. Hace solo un año y medio invitamos a empresarios del Club Financiero y fue una sorpresa constatar su grado de asombro ante las cosas que hacíamos. Hace falta mucha difusión.