En Galicia existen más de 3.000 bateas que producen alrededor de 280.000 toneladas anuales de mejillón, lo que representa la mitad del que se consume en la Unión Europea y aproximadamente el 20% del total mundial. La miticultura es solo un ejemplo de la elevada productividad de las Rías Baixas, consideradas como uno de los ecosistemas marinos de mayor diversidad biológica de todo el planeta. ¿A qué se debe tan extraordinaria riqueza? Principalmente a la actuación de un fenómeno oceanográfico denominado afloramiento. Suele manifestarse entre los meses de mayo y septiembre, cuando por influencia de altas presiones predominan los vientos de componente norte, que desplazan las aguas superficiales hacia mar adentro al girar 90 grados hacia el oeste debido a la rotación de la Tierra. Estas aguas someras y tibias (con un aporte de agua dulce procedentes de los ríos) se sustituyen por otras más profundas y frías con una gran cantidad de nutrientes que ascienden desde el océano y penetran e "inundan" las rías. De ahí, por ejemplo, que en verano el agua de las playas se aprecie a bajas temperaturas.

Pese a todo, el afloramiento se produce en toda la costa atlántica gallega y en otros puntos de la geografía mundial. "Las principales regiones son Galicia-Portugal y norte de África, California, Benguela (África), y Perú-Chile, aparte de otras menores como el oeste de Australia, por ejemplo. Para que se produzca este fenómeno en el hemisferio norte el viento tiene que soplar con la costa al lado izquierdo. Si la costa está a su derecha, se produce hundimiento, como ocurre en Galicia en invierno", explica el experto oceanógrafo Des Barton.

Este profesor del Instituto de Investigaciones Marinas –perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– señala como principal diferencia entre el afloramiento en las rías y el que tiene lugar en otras zonas costeras que "la ría permite la entrada de aguas afloradas en una zona protegida en la que se puede aprovechar más los nutrientes". "Las rías gallegas son únicas en el mundo, no hay situaciones muy similares en otra región; solo aquí tenemos afloramiento combinado con una zona protegida", ensalza el investigador británico, afincado en Vigo desde hace años. Aparte del afloramiento, la singular estructura física de las rías supone un valor añadido para que sus aguas constituyan enclaves idóneos para el cultivo de marisco y otras especies pesqueras.

En concreto, el afloramiento en Galicia se produce en una extensión aproximada de 30 kilómetros desde la costa, distancia que varía en función de la latitud. La termoclina es la zona en la que se separan las aguas someras de las profundas, y se sitúa a una distancia de entre 50 y 200 metros de la superficie, según las explicaciones de Des Barton.

Tiene tanta importancia la presencia del afloramiento, que si no se produjese este fenómeno, "las rías estarían más estancadas, sin renovación de agua", enfatiza el profesor del Instituto de Investigaciones Marinas. Barton aclara que las mareas mueven la columna de agua, pero solo de forma horizontal, no vertical. Desde la Asociación de Oceanógrafos de Galicia coinciden en la gran relevancia del afloramiento en la pesca y el marisco así como en la dinámica de la propia ría.

La luz solar también juega un papel destacable en el afloramiento. "La importancia de este fenómeno radica en las características de esas aguas profundas que emergen a la superficie. Además de ser más frías, son mucho más ricas en nutrientes, lo que permite un gran desarrollo del fitoplancton al disponer a la vez de luz solar", expone el profesor Carlos Souto, del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Vigo.

De hecho, la producción de estas algas microscópicas en época de afloramiento en las Rías Baixas es tres veces superior a la de aguas oceánicas en latitudes similares. Esta elevada productividad se debe a la abundancia de nitratos.

La teoría del afloramiento es tan sencilla como concluyente: con la presencia de viento del norte, más corrientes, más fitoplancton y más engorde del marisco y del pescado, que se alimentan de los microorganismos.

Después de décadas en las que la intensidad del afloramiento se había debilitado y la temporada se había reducido, en 2010 la fuerza de este fenómeno oceanográfico "ha sido impresionante y se han formado filamentos, que consisten en la exportación de materiales producidos en la costa hacia mar abierto", en palabras de Des Barton. "Siempre depende del viento. Este año ha sido muy bueno, por lo que, previsiblemente, el próximo tendría que haber más cantidad y engorde del mejillón y del marisco en general, al entrar más nutrientes. En 2009 la temporada empezó muy tarde", asegura el experto en oceanografía, quien añade que "el afloramiento influye en las condiciones meteorológicas". "Este año ha habido muchos días de sol y calor y el agua de la Ría estuvo muy fría", justifica.

¿Por qué se han registrado tantos días seguidos con viento de componente norte? La respuesta a ciencia cierta todavía se desconoce, aunque "se especula que las cenizas del volcán islandés hayan podido influir en el sistema de vientos", es decir, en la circulación atmosférica, confiesa Barton.

El oceanógrafo y su equipo del Instituto de Investigaciones Marinas (perteneciente al CSIC) esperan poder confirmar estas sospechas o hipótesis tras el estudio de los millones de datos recabados por el robot sumergible (glider) que a principios de junio lanzaron desde Cabo Silleiro y que recuperaron hace una semana. La nave ya ha sido empaquetada para su revisión en Estados Unidos. Se trata de la primera misión de estas características llevada a cabo en aguas gallegas.

Barton no se aventura a revelar las primeras conclusiones de la información obtenida por el submarino. "Podremos tener una vista más detallada de los procesos oceanográficos", señala. Estima que hasta diciembre no estará finalizado el análisis de los datos.