La jubilación en la Universidad

Pasión inagotable por la tiza

Una minoría de profesores sigue en activo pasados los setenta años frente a los que optan por dedicarse a otras actividades

Celso Rodríguez

Celso Rodríguez / José Lores

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Vigo

Mientras unos ansían la llegada de la jubilación para no volver a las aulas o dedicarse a las actividades que la falta de tiempo libre les obligó a aparcar, otros, confiados en sus fuerzas, prolongan la labor como docentes e investigadores hasta los ochenta años, el máximo permitido por la ley.

Sólo cinco profesores de la Universidad de Vigo han conseguido hasta el momento el estatus de eméritos para extender su vida laboral. El primero, Manuel Fernández Areal, finalizará con “gran satisfacción” esta etapa en unos meses. Al reducido grupo de infatigables, del que también forman parte Celso Rodríguez y José Antonio Fernández, ambos de la Facultad de Filología, se han sumado recientemente los ex rectores Luis Espada y José Antonio Rodríguez Vázquez.

A partir del próximo uno de octubre ambos dejarán de ser funcionarios y sólo podrán impartir clases en tercer ciclo, así como dirigir tesis y realizar investigaciones durante los próximos dos años y con la posibilidad de renovar por otros dos.

Dicen los eméritos que la pasión por la enseñanza y la investigación les impide romper los lazos con la Universidad y reivindican el valor de la experiencia en una sociedad demasiado “utilitarista” y en la que la juventud es un valor por sí mismo.

Frente a esta opción, los profesores jubilados reivindican su derecho a gozar de unos horarios mucho menos rigurosos e invertir las horas recuperadas en la literatura, la música o los idiomas. Eso sí, no renuncian a la formación adquirida durante años en las aulas y liderando proyectos de investigación y siguen vinculados de alguna manera a su profesión.

La coincidencia entre ambos es que no hay lugar para el aburrimiento, ya que como dice el ex catedrático José Luis Outes: “En la vida siempre tiene que haber un proyecto”.

Celso Rodríguez Fernández - Profesor Emérito de Filología Latina

A sus 77 años se desplaza a diario desde Tui al campus en un C4. “Es mi décimo séptimo coche de Citroën”, revela divertido. “Amo mucho la docencia y la investigación y además tengo una buena salud”, explica sobre su continuidad profesional. Es doctor en Clásicas, estudios que realizó entre Salamanca y Santiago, y en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma.

Lleva más de cuarenta años en la Facultad de Filología y asegura seguir encontrándose “muy a gusto con los alumnos”. “Me dedico mucho a los jóvenes, también como sacerdote”, añade. Algunos de los pupilos a los que dio clase como catedrático de Latín hoy son profesores como él. “Es algo que me agrada mucho”, destaca.

Se considera un profesor “justo”, que intenta transmitir que “lo importante es saber y conocer” y que el latín es básico para estudiar otras lenguas. De sus actuales alumnos de doctorado asegura estar “muy satisfecho” por la atención que prestan en clase.

Está convencido de que “el profesor debe estar formándose siempre” y que, como tal, contempla la investigación como una exigencia. “Estoy a punto de publicar el libro ‘La mujer en la Biblia ¿Discriminada? ¿Minusvalorada?’ en el que analizo todas las ocasiones en las que aparece”, revela.

José Antonio Fernández Romero - Profesor emérito de Lengua española

José Antonio Fdez. Romero, profesor emérito de Lengua española

José Antonio Fdez. Romero, profesor emérito de Lengua española

Acaba de cumplir los 79 años y lleva en la docencia desde los 17, una actividad en la que sigue al pie del cañón por “pura vocación”. Natural de Ponteareas, regresó a Vigo después de ejercer durante 26 años en varias universidades nórdicas. “Nunca pensé en envejecer en los países gélidos y siempre tuve morriña de España”, admite.

Es doctor en Filosofía y Letras y en 1996 recibió el Premio Nacional de Traducción por su Antología de la Poesía Nórdica. Durante años ha sido testigo del “enorme y rápido crecimiento” de infraestructuras en el campus, el aumento de profesorado y de especialidades, así como de medios técnicos y personales. “¿Los estudiantes? No voy a hacer el chiste fácil de un colega sueco que cuando le preguntaban por sus alumnos decía ‘Hmmm... muy riquiños’. No, los míos son buenos de verdad y estamos encantados con lo que aprendemos juntos”, celebra.

Durante este curso, imparte un máster a través de la plataforma virtual de la Universidad a diez alumnos de Vigo, A Coruña y Andalucía, así como extranjeros.

Es crítico con el papel de los veteranos: “Despreciar la experiencia, cuando en muchos casos es, además, excelencia, es una de las terribles lacras de este país”. Su afición son los viajes y, sobre todo, la lectura: “Tengo la cuádruple maldición que le echó el diablo a un empedernido bookworm, como dirían los ingleses: ‘Te verás siempre atado a un atlas, una enciclopedia, un diccionario y una gramática’”.

José Antonio Rodríguez Vázquez - Ex rector y catedrático de Química Alimentaria

José Antonio Rodríguez Vázquez, exrector y catedrático de Química Alime

José Antonio Rodríguez Vázquez, exrector y catedrático de Química Alime

El segundo rector de Vigo (1994-1998) ha sido el último profesor en unirse a la lista de profesores incombustibles. El Consello de Goberno aprobó la pasada semana su nombramiento como emérito, que no se hará efectivo hasta el próximo 1 de octubre. “Estoy muy agradecido a la Universidad. Quiero seguir aportando mi granito de arena. Han sido muchos años de vivencias fenomenales y uno le tiene apego a este modus vivendi”, reconoce.

A pesar de las dificultades que conlleva la gobernanza de una institución, Rodríguez Vázquez (Boimorto, 1940) asegura que “las satisfacciones predominan” en sus recuerdos. “Llegué al campus en 1977, cuando todavía dependíamos de Santiago y ver su tremendo proceso de transformación hasta consolidarse ha sido una vivencia muy singular”, destaca.

Resulta mucho más fácil encontrarle en el laboratorio que un acto público. Sus últimas comparecencias han sido en la presentación del Campus del Mar y en la investidura del científico japonés Takeshi Yasumoto como honoris causa, otro apasionado investigador que ya cuenta con 74 años y al que él apadrinó.

“Hay que dejar paso a la gente joven, que viene con mucha energía, pero también la experiencia adquirida es importante”, reivindica. A partir de octubre, seguirá dedicándose a la ciencia, pero con más “flexibilidad”, lo que le permitirá dedicarse “más intensamente” a la lectura en sus momentos de ocio.

Manuel Fernández Areal - Profesor emérito de Periodismo

Manuel Fernández Areal, profesor emérito de Periodismo

Manuel Fernández Areal, profesor emérito de Periodismo

Apura sus últimos meses como emérito, ya que cumplió los ochenta, el límite legal, en febrero. Sus “colegas” de la facultad le regalaron un libro electrónico para celebrarlo. “Fui el primero en recibir este nombramiento a propuesta de mi departamento. Han sido diez años muy gratificantes y enormemente satisfactorios, pero desde el punto de vista académico tengo la mentalidad de que he entrado en pista para un despegue inmediato”, comenta.

Aunque “a ritmo distinto”, no ha dejado de trabajar durante esta etapa dirigiendo tesis, formando parte de tribunales académicos y asistiendo a congresos periodísticos, pero en septiembre tendrá que abandonar definitivamente la Universidad.

Formado en Derecho y Periodismo, Fernández Areal (Ferrol, 1930) dirigió varios periódicos de la geografía española y llegó a la universidad viguesa desde La Laguna para poner en marcha la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de Pontevedra.

Recomienda a otros profesores que retrasen la jubilación, aunque cree que la figura de los eméritos acabará desapareciendo. “Vamos hacia una universidad muy distinta con un criterio muy utilitarista”, lamenta.

José Luis Outes Ruso - Catedrático jubilado de Teoría Económica

José Luis Outes Ruso, catedrático jubilado de Teoría Económica

José Luis Outes Ruso, catedrático jubilado de Teoría Económica

Desde que se jubiló el pasado septiembre no ha vuelto a poner un pie en el campus. Ha dejado la Universidad, pero no su profesión: “Siempre va por dentro, sobre todo, en esta época tan escalofriante en la que la economía preocupa a 4,6 millones de personas en España. Lo de ser catedrático nunca se pierde, es como tener la nariz larga”.

Outes (Santiago, 1943) admite que, con más de treinta proyectos de investigación nacionales e internacionales en su currículo, es difícil romper amarras “de manera tajante”. De hecho, en el último año,ha sido invitado por dos universidades extranjeras para dar conferencias y ha firmado dos trabajos, incluso sus antiguos alumnos le siguen llamando para pedirle opinión. “Pero ahora hago lo que quiero y tengo disponibilidad absoluta para dedicarme a los aspectos que más me interesan”, aplaude.

Aunque él optó por abandonarla, reconoce que la Universidad no debería prescindir de la experiencia. “No está demasiado sobrada de gente valiosa para hacer análisis y mejorar la relación con la sociedad, pero se dedica al ladrillo y a mirarse el ombligo”, critica. Y extiende su propuesta a otras instituciones. “Somos viejos, pero no unos carcamales y podemos ser útiles para ayudar a las ONG, a la población inmigrante, a que los trabajadores se reciclen o en proyectos en países en vías de desarrollo”, enumera.

No concibe el aburrimiento en la jubilación. “En la vida siempre tiene que haber un proyecto, incluso para el último momento. A mí me gustaría un dos caballos descapotable amarillo”, bromea.

Por eso su jornada está tan repleta de actividades como cuando estaba en activo en las aulas. “Tengo todo el día ocupado. Sigo vinculado a la profesión, pero realizo otras actividades que me llenan y a las que antes no podía dedicar todo el tiempo que quería”, explica.

Y es que en la apretada agenda de Outes hay clases de árabe, un idioma “hermosísimo” que estudia desde hace dos años, de grabado y de chelo -defiende la educación musical para inculcar a los niños el trabajo diario y el rigor-, además de invertir muchas horas en la lectura y la escritura. “Después de haber tenido a miles de alumnos delante ahora vuelvo a los orígenes y soy yo el estudiante”, concluye.

José María Peláez Valle - Profesor jubilado de Ingeniería Industrial y escritor

José María Peláez Valle, profesor jubilado de Ingeniería Industrial y escritor

José María Peláez Valle, profesor jubilado de Ingeniería Industrial y escritor

Vasco de nacimiento, aunque “gallego voluntario” y “enamorado” confeso de esta tierra, se despidió de la Escuela de Ingeniería Técnica al llegar a los setenta, hace casi tres años. Se fue “con cierta nostalgia”, pero asegura que en la jubilación se pueden realizar actividades “igualmente compensatorias” y, en su caso, zambullirse sin prisas en arduas investigaciones sobre las que sustentar sus obras y novelas históricas.

Los primeros libros los escribió mientras trabajaba en las aulas de Torrecedeira y el mismísimo Pérez Reverte ha dejado constancia por escrito de que se valió de uno de sus textos sobre espadas para documentar el capitán Alatriste. “Siempre he sido muy polivocacional, no me he centrado nunca en una sola cosa y he estudiado otras carreras”, destaca Peláez.

Uno de sus mejores recuerdos como docente pertenece a sus últimos años y gira en torno a una asignatura optativa de metalurgia histórica. “Era una materia poco convencional y las previsiones de matrícula se desbordaban cada año. La relación con los alumnos era magnífica. Recibí yo más de ellos que ellos de mí”, agradece.

Ha publicado artículos en publicaciones del CSIC y libros como “Pequeña Estatuaria de Bronce”, editado por la Universidad de Vigo, y “Armería Vasca de Lujo en el siglo XIX”. En 2007 sacó a la luz un libro sobre la historia y las armas utilizadas en los duelos de honor y recientemente fue contratado como asesor para la reestructuración del Museo de Armas de Eibar.

Con “Héroes en el olvido” recreó la Guerra de la Independencia en nuestra comunidad y realizó “un peregrinaje muy compensatorio” como conferenciante que le llevó hasta la Casa de Galicia en Madrid o la Sociedad Bilbaína.

Mientras le da vueltas a su próxima obra, Peláez presenta estos días su última obra “Honor y Rebeldía”, en la que aborda la contienda contra los franceses sin posturas políticas e invitando a la reflexión y el entretenimiento.

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