La novena promoción de intérpretes en lengua de signos del Centro de Estudios de Povisa estará en unos meses en la calle para garantizar el derecho a las personas sordas a la comunicación. La escuela viguesa es la única que oferta estos estudios –un ciclo superior de Formación Profesional– en el sur de Galicia. Las otras dos posibilidades en la comunidad se concentran en la ciudad de A Coruña, que cuenta con un centro privado y otro público.

Los antiguos alumnos de Povisa trabajan hoy en asociaciones de sordos, cursos para sindicatos, centros de enseñanza y en los campus de Ourense y Santiago, donde estudian cuatro universitarios con deficiencias auditivas. La sensibilización social ha aumentado y, con ella, las ofertas de trabajo. Pero el auténtico impulso llegará en cuanto la Xunta se decida a desarrollar la ley estatal de 2007 que otorga el estatus de idioma oficial a la lengua de signos. Unos deberes que permanecen en la mesa de nuestros políticos desde hace años.

"Trabajo hay de sobra para los intérpretes, lo que falta es que se creen los puestos de trabajo. De todas formas, ahora es un buen momento", destaca la profesora Ruth Lamas, estudiante de la primera promoción.

Las últimas estadísticas hablan de un intérprete para cada 221 sordos en España frente a la media europea de uno por cada cada diez. Y en Galicia hay 76.000 personas con problemas auditivos. La falta de resolución de las autoridades para garantizar el cumplimiento de la ley influye además en el poco conocimiento de la formación. La matrícula en Povisa ronda los diez alumnos por curso. "Estamos muy sensibilizados con el colectivo de personas sordas y mantenemos este ciclo aunque sea deficitario económicamente", reconoce el director, Fernando Rey.

La mayoría de los matriculados son mujeres –sólo dos chicos han acabado el ciclo desde 2000– y acceden con una formación previa en magisterio, donde esta lengua "se toca muy por encima", y como trabajadores sociales o logopedas de audición y lenguaje.

Algunos alumnos descubren la realidad de las personas sordas durante su paso por el centro, mientras que otros ya llegan concienciados por experiencias previas personales, como le ocurrió en su día a la profesora Alba Puentes. "De adolescente conocí a un grupo de chicos sordos que me empezaron a enseñar algunos signos y entonces decidí hacer el ciclo. Es increíble que siendo personas que compartimos el mismo entorno llevemos vidas tan distintas. El problema es que su discapacidad es invisible", comenta.

Debido a la deficiente escolarización de la que gozaban hasta hace poco, existe un porcentaje "muy grande" de analfabetismo entre la población sorda. Pero las cosas van cambiando. "Ahora que están llegando al selectivo, las administraciones tiene que abrirle las puertas a una carrera superior", abogan desde el claustro de profesores, integrado por cuatro personas

El plan de estudios incluye un periodo de prácticas y asignaturas relacionadas con la lengua de signos, la expresión corporal, inglés o la psicosociología de los sordos. "Tenen sus costumbres, sus tradiciones e incluso su propio sentido del humor. Hay que conocerlos para hacer una buena interpretación", explican.

Mitos

En torno a los signos perviven "muchos mitos". Los principales se refieren a sus inexistentes limitaciones para expresar toda la realidad y a la falsa existencia de una lengua universal. Los sordos de cada país tienen una diferente, aunque también han creado una internacional. "Los catalanes tienen su propio idioma y en Galicia tenemos signos autóctonos. Los números, por ejemplo, son diferentes porque se crearon en un colegio de Santiago que tenía muchos alumnos sordos. Cuando yo empecé a estudiar había un cuarto de los signos que hay ahora", apunta Alba Puentes sobre la riqueza de este idioma en continua evolución.

Las docentes creen que la lengua de signos debería tener el estatus de una filología, algo que ya ha reclamado un grupo de docentes de la universidad viguesa, y defienden que "la verdadera integración" comienza por "el bilingüismo" en las aulas de los más pequeños..