El Entroido vigués se despide esta tarde hasta 2011, con el festejo más enxebre del entierro del Deus Momo, y con el regusto de haber presenciado una de las noches más mágicas del año.

La jornada de ayer dio inicio cerca de las seis de la tarde, con un acto regio de homenaje a a la divinidad, que partió de Praza da Constitución, y recorrió Gamboa y Victoria hasta llegar a Praza de Compostela. Fue entonces que el verde Deus Momo, que el sábado acompañaba a los reyes en la carroza, desfalleció y agonizó en medio del acto.

Muchos jóvenes vigueses enjugaron sus lágrimas y no permitieron que la tragedia les empañase la tarde, así que decidieron participar en el concurso de disfraces. El certamen transcurrió hasta bien pasadas las ocho de la tarde, hora a la que comenzaron las charangas en Praza da Constitución.

Sin embargo, la verdadera fiesta arrancó a partir de las diez y media de la noche, cuando Porta do Sol se convirtió en escenario de un espectáculo de luz y sonido a cargo de las orquestas Charlestón y Miramar.

Alrededor de medianoche, se hizo un alto en la jarana para dar paso a noticias menos alegres. El anuncio del fallecimiento del Deus Momo y la lectura de su testamento en favor de su hijo Momiño, que presidirá el Entroido 2011, arrancaron caras compungidas en los presentes. Fue entonces que se procedió al enjuiciamiento de los monarcas y se procedió a la quema del Meco. Esta figura, que estuvo situada en Porta do Sol durante los últimos días, suponía una crítica feroz al decreto del gallego, provocando la controversia entre los ciudadanos acerca de su radicalidad. Decenas de personas asistieron a la teatralización del juicio, sentencia y quema.

El encargado de ajusticiar a la figura fue el edil de Cultura, Xesus López, y es que el Meco de este año, como se aprecia en la fotografía previa a la quema, tenía la figura de un salomónico Núñez Feijóo, con un cuchillo que rezaba "inglés en la hoja, intentando partir en dos a un niño dividido entre el gallego y el castellano, y una leyenda: "Decreto da Lingoa: decisión salomónica".

Larga vida al Deus Momo, a Momiño, al Meco, a los reyes y a los disfraces, que quedarán guardados en el cajón de sastre del país de Nunca Jamás, pero sólo hasta el año que viene.