Los preadolescentes se acercan cada vez antes al alcohol. Profesionales de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Nicolás Peña atienden ya a menores de tan sólo 11 años con conflictos y patologías relacionadas con el consumo de bebidas alcohólicas. La causa original de la consulta suele ser otra diferente y, al hacerles la historia clínica, los psiquiatras detectan la adicción.

“Jóvenes de esas edades que acuden por imposición de sus padres para tratar un fracaso escolar, descartar una hiperactividad, o por trastornos de conducta, acaban revelando que tienen detrás un problema de alcoholismo”, explica la psiquiatra Beatriz Pinal. Los expertos consideran importante este hecho, porque quiere decir que los padres no se han dado cuenta de los problemas de sus hijos de dependencia a este tipo de tóxicos.

Los niños de 11 y 12 años no tienen la personalidad perfectamente formada y son sumamente influenciables. El alcohol, en la mayor parte de los casos, es una “forma de socialización”. El paso al instituto o el primer curso de la ESO es clave, porque acaban “imitando” el comportamiento de los mayores. “Realmente ves en niños de 11, 12 y 13 años lo que hacen sus amigos los fines de semana, que es irse al botellón, y, en muchos grupos, no hay alguna otra alternativa”, expresa Pinal.

Las causas más habituales son, según los psiquiatras, la propia estructura de la sociedad actual, que convierte el fenómeno del botellón en “tendencia”, y la falta de límites por parte de los padres. No lo atribuyen, de forma general, a problemas de menores aislados, sino a un problema ya de carácter social.

¿Sirven las prohibiciones para solucionar el problema o hay que atajarlo de raíz buscando las causas originales? “Ninguna ley es la solución completa al problema. Son necesarias, al igual que las campañas. Pero urge más buscar los orígenes de esa adicción”, sostiene el doctor Tiburcio Angosto, jefe del Servicio de Hospitalización del Nicolás Peña. Y es que para la ley se hizo la trampa. “Hay dos discotecas con sesiones de tarde que, en teoría, no pueden vender alcohol a los menores, pero eso no impide que los mayores puedan comprar y darles a los más jóvenes para que beban a las puertas”, agrega Pinal. En sus consultas, atiende a muchos niños que no tienen horario de llegada a casa.

Instrucciones

Los padres les presentan una demanda muy habitual: pautas para manejar a sus hijos. “Los bebés no vienen al mundo con un manual de instrucciones y muchos padres nos piden que les digamos cómo controlar a sus niños cuando estos ya han crecido”, relatan los psiquiatras.

Sin embargo, estos consideran que muchas veces funciona mal la propia dinámica de la familia. Hay que hablar con los vástagos sobre los riesgos del alcohol, pero el terreno tiene que estar abonado de antes: “Uno no puede no haber hablado nunca con su hijo, que sea un ser que entra y sale de casa sin saber quiénes son sus amigos y qué hace cuando sale de casa y, de repente, un día, cuando tiene 12 años, decirle: hijo, tenemos que hablar”.

Además de los riesgos que derivan directamente del alcohol, los expertos llaman la atención hacia otros episodios que se relacionan de forma indirecta con el consumo de tóxicos: “Cuando un niño bebe mucho alcohol puede perder la conciencia de sí mismo. Se convierte en un ser vulnerable a cualquier tipo de daño exterior. Echen la imaginación a volar”.