Presidente de la nueva Agrupación Galega de Arquitectos Municipais y defensor de la independencia del sector frente a los poderes públicos, José Romero-Amich participa estos días en el Curso de formación de arquitectos al servicio de la administración local. El colegiado vigués apuesta por simplificar la normativa urbanística y modificar las leyes hasta garantizar la independencia de los planes generales frente a los criterios políticos.

-¿Cuál es la relación de los arquitectos con las administraciones locales?

-Su presencia en las administraciones públicas está creciendo. Los procesos urbanísticos se han complejizado muchísimo, son muy contestados y no siempre obtienen resultados brillantes, así que cada vez más se necesita personal técnico, expertos que los supervisen.

-¿En qué ha cambiado el papel de los arquitectos municipales en la última década?

-Antes su labor era mucho más sencilla. En los últimos años se ha producido una enorme producción legislativa en todos los ámbitos. Hay demasiadas leyes, algunas se contradicen... Es lo que se llama diarrea legislativa.

-Y será peor en el ámbito urbanístico...

-Desde luego. Tenemos una ley estatal marco y otra autonómica, pero luego el urbanismo es competencia fundamentalmente de los ayuntamientos y son ellos los que con sus planes establecen una ordenación específica, que al mismo tiempo debe ser tutelada por la Xunta. Hay que contar además con carreteras de tres administraciones, terreno portuario, aeropuertos... una marea de normativas. Con los años, el urbanismo se ha vuelto farragoso, convirtiendo casi en una carrera de obstáculos aprobar un plan urbanístico.

-¿Dónde está la solución?

-Los planes deben volver a los tableros de dibujo. Cuando pasaron a los despachos y las normativas bajaron un peldaño en calidad, y cuando más recientemente llegaron a la política, tocaron fondo. En lugar de mejorar el tejido urbano, cuanto más complicado se hace el urbanismo se posibilita que casi cualquier solución, por aberrante que sea, pueda ser justificada.

-¿Puede ocurrir eso en Vigo?

-El plan de Vigo está aprobado y es firme, pero está en los tribunales y no sería de extrañar que fuese anulado. Los jueces dirán, pero aprobado sin acometer prácticamente ninguna de las modificaciones que pedía la Xunta a la anterior corporación municipal podría tener problemas. Si un abogado quisiera recurrirlo sólo tendría que llevar a un juzgado la documentación intercambiada entre el Concello y la Xunta bipartita para demostrar que no se han hecho las correcciones solicitadas.

-¿A qué se debe esta inestabilidad en el urbanismo local?

-Cuando se introducen criterios políticos en los procesos de aprobación de los planes, éstos se vuelven inestables. Habría que redactarlos siguiendo criterios exclusivamente técnicos y en base al modelo de ciudad que se busca y no al mero cumplimiento de la normativa.

-¿Qué soluciones proponen?

-Una de las fórmulas que podrían evitar su politización es la obligación de que los planes urbanísticos tuvieran que aprobarse por una amplia mayoría de dos tercios de la corporación. Habría que impedir que un solo grupo pudiera sacarlo adelante. Ese consenso garantizaría que primen criterios profesionales.

-¿Echa en falta más protagonismo de personal técnico?

-Es indispensable. Pero también que esa colaboración de arquitectos se ejerza con libertad y espíritu crítico,

desde una óptica meramente profesional e independiente, sin injerencias políticas ni intereses externos.

-¿Cómo es la relación del sector con el Concello de Vigo?

-Tenemos y debemos colaborar con el gobierno, pero con espíritu crítico. El enfrentamiento no tiene sentido, pero sobre la base de criterios profesionales. Apoyamos el plan general porque estamos a favor de la ciudad y de la legalidad.

-¿Qué le parece que se traigan arquitectos de fuera para las grandes obras de la ciudad?

-No nos oponemos porque la ciudad no la hacen cuatro obras emblemáticas, sino el 99 por ciento del tejido urbano restante. Es lógico que los políticos busquen repercusión internacional en sus proyectos, pero arquitectos brillantes no son sinónimo de una ciudad cómoda.

-¿Pero una ciudad también debe buscar referentes?

-Se deben buscar edificios ejemplarizantes, que aporten modernidad y contraste, pero no puede haber 10.000, tendrá que haber media docena.

-¿Qué objetivos persigue la Agrupación Galega de Arquitectos Municipais?

-La implantación de estos profesionales en todos los ayuntamientos, fomentar su formación técnica, servir de foro de discusión y funcionar como voz ante las administraciones. La figura del arquitecto municipal debe ser potenciada y conseguir independencia laboral y remuneración para poder actuar con autonomía y criterios técnicos.

-¿Estarán dispuestos los ayuntamientos a ese cambio de mentalidad?

-Son necesarias reformas legales para otorgarles a los arquitectos la misma autoridad que al secretario o al tesorero municipal. Nuestra apuesta es crear un cuerpo autonómico de arquitectos municipales como respuesta a la corrupción urbanística. Queremos que ganen independencia para que no se inhiban antes de ir contra quien les paga y las decisiones urbanísticas acaben en manos de profanos en la materia.

-Pero sólo con normas bien hechas no se arregla el urbanismo de una ciudad...

-Somos conscientes. No podemos continuar cometiendo infracciones de manera generalizada. En Vigo puede haber miles de expedientes de infracciones urbanísticas abiertos en estos momentos y eso es imposible de controlar. Hay cierta sensación de impunidad urbanística y hay que combatirla con normativas y procedimientos de sanción ejemplarizantes.

-¿En realmente el urbanismo gallego peor que el de comunidades próximas?

-Aquí los problemas son mayores. Uno va a Cantabria o País Vasco y la gente construye en el pueblo, no se va a la montaña, y sigue el modelo mayoritario. Y ya no digamos en países europeos como Holanda o Suíza, donde la administración casi te da los planos de la vivienda. Hay que planificar menos desde el punto de vista leguleyo y más desde el modelo de ciudad que queremos. No debemos tener miedo a normativas estéticas, ser severos también en el aspecto externo de las construcciones.