"Hay que ser imparcial siempre, siempre". Cuando pisa la cancha, Cristina Castells no distingue a sus amigos ni tampoco se deja impresionar por las protestas de los jugadores: "Hay que hacerse respetar. En principio, siempre quieren subírsete a la chepa, pero si ven que realmente sabes lo que haces el partido sale adelante".

Esta joven viguesa de 22 años es aficionada al baloncesto desde los diez, además de entrenadora de categorías inferiores, y disfruta por segundo año consecutivo de una beca del Servicio de Deportes de la Universidad para pitar en los partidos del campus. "Mi primera experiencia fue bastante satisfactoria y económicamente me sale rentable porque me ayuda a pagarme la carrera", explica Castells, estudiante de último curso de magisterio de Educación Física en Pontevedra.

Ella es la única chica árbitra entre los 42 estudiantes becados durante este curso por el Rectorado con ayudas de entre 350 y 625 euros para dirigir los partidos de las ligas universitarias de baloncesto, fútbol sala y fútbol siete que se juegan en Vigo.

La lista incluye a otras dos alumnas, pero como oficiales de mesa. Una tarea que Castells desempeña cada lunes en la Liga Adecco Oro, donde compite el Gestibérica. Ella asegura que es más difícil arbitrar a equipos aficionados. "Ahí llegan los problemas, porque tienes que explicarles a los jugadores lo que estás pitando y se rebotan, aunque después en frío te dan la razón", comenta.

Lleva ocho años en el comité gallego y, exceptuando la liga universitaria, prefiere el trabajo de asistente. "Mis amigos me animan a que sea árbitra, pero se te echa todo el mundo encima. En el campus estoy muy cómoda y a mi aire, pero en los partidos de ligas federadas hay más presión. Por ejemplo, los padres se quejan muchísimo y ya ha habido reuniones con ellos en los clubes para pedirles que sólo animen a las jugadoras", lamenta.

Y es que su verdadera "vocación", insiste, es ser oficial de mesa. "Lo seguiré haciendo. Mi sueño es ser anotadora en ACB, pero en Vigo, a día de hoy, esto es imposible", lamenta.

En las máximas categorías de baloncesto todavía pitan muy pocas colegiadas. "Si llegan ahí arriba es porque valen y se habla bien de ellas. Se intenta luchar, pero es verdad que siempre tienen que demostrar lo que valen para que las respeten y la presión de las gradas es fuerte", lamenta.

Por el momento, Castells no ha tenido problemas por ser una chica, aunque acumula numerosas anécdotas ocurridas en la pista, desde "parar un partido para echar a un entrenador" a permanecer casi cuatro horas en el pabellón porque se jugaron tres prórrogas o, más recientemente, sufrir un apagón en mitad del juego.

La joven asegura que "cualquier persona" puede ser árbitro. "En el comité gallego hay jóvenes, mayores, nerviosos o tranquilos. Por norma general, si no estás cómodo tienes presión, pero esto se evita con la experiencia y, al principio, siempre te acompañan los veteranos", explica.

Castells también está muy satisfecha de su labor como entrenadora de las categorías inferiores del club femenino Celta Indepo. "Cada día me motiva más y espero seguir progresando", comenta. Su conocimiento del reglamento le permite además ser más efectiva en este campo.

Admiradora de los jugadores Juan Carlos Navarro y Marta Fernández –hermana de Rudy– Castells prevé estudiar a partir del año que viene el grado en Actividad Física y del Deporte en Pontevedra o Madrid.