El catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona y profesor y catedrático del CSIC desarrolló ayer, durante su conferencia, la importancia de una aproximación a la autoconciencia del ser humano a partir de la ciencia, en y con la obra Darwin.

-¿Cree que este año dedicado a Darwin es una forma de devolverle el reconocimiento del que, tal vez, no gozó en vida?

-Tuvo bastante reconocimiento en vida, fíjese que, en cuanto se murió, fue enterrado en la Abadía de Westminster, donde se entierra a los reyes de Inglaterra y los máximos personajes, como Newton. A un profesor, normalmente, no se le sepulta allí.

-Sus propuestas fueron polémicas en su momento...

-No eran difíciles de entender. Ahora, revolucionarias sí que resultaron porque hasta Darwin no había ninguna concepción científica de lo que era el ser humano. Era una falsa autoconciencia. Cuando pensaban en sí mismos lo que hacían era contar mitos.

-¿Se empezó a estudiar al ser humano tarde?

-Sí; los astros, que están mucho más lejos, se empezaron a estudiar antes. La astronomía tiene 4.000 años de antigüedad y los estudios científicos del hombre empezaron en el siglo XIX.

-¿Le parece que mucha gente se haya quedado con la creencia de que “venimos de los monos”?

-La palabra mono no es científica. Somos simios y, de los que hay ahora, ninguno desciende de otro, sino de antepasados comunes. La evolución responde a un árbol y todas las especies que hay ahora son como las yemas terminales del gran árbol de la vida. Ninguna de ellas está por detrás de otras.

-¿Pero percibe falta de conocimiento?

-Siempre hay quien oye campanas sin saber de dónde vienen. Pero hay que resaltar que, desde el siglo XIX, empezamos a mirarnos en el espejo de forma científica.