El espejo de la entrada del apartamento no devuelve reflejos. Todas las imágenes quedan retenidas en una gruesa película de tizne negro, preludio del caos que reina en el salón. "Estoy muy impactada", expresa entre sollozos la propietaria de la vivienda más afectada por el incendio que la madrugada del sábado calcinó gran parte del número 6 de Jenaro de la Fuente. Ayer se enfrentó por primera vez al duro trago de ver "su intimidad destrozada".

El fuego tiene su propia lógica. Mientras el sexto contiguo sólo llora el ventanal sin cristales y la pared ligeramente ahumada, en éste la sala de estar es un habitáculo negro con hierros retorcidos de lo que antes había sido un sofá. Los cuadros de las paredes carecen de pintura y el plasma de la televisión, irónicamente, se derritió sin llegar a alcanzar dicho estado. Sin embargo, algunas fotos familiares sobrevivieron. Un par de ellas incluso se dieron la vuelta para no sufrir la muerte del recuerdo.

El edificio que se yergue al otro lado de la calle tiene varias ventanas rotas que han tenido que sellar los bomberos. Las persianas del segundo quedaron completamente vencidas por el fuerte calor que les llegó. La madre de su propietaria ha conseguido alzar una. A una distancia de quince metros se distingue el interior del número 6 –aunque la placa se haya caído–, como una casa de muñecas sin puerta. En un cuadrado se distingue un parque infantil en medio de la estancia negra. En otro, una planta resistió al humo y se mantiene verde.

La jornada del domingo fue un desfile de curiosos que discurrían por la otra acera, debatiendo las causas del incendio.

Varios de los vecinos del inmueble se acercaron también a recoger pertenencias o, simplemente, convencerse un poco más de lo que han perdido. Por la mañana el dueño de uno de los pisos de la cuarta planta, también propietario de una empresa en O Gorxal, accedió a su domicilio para retirar una maleta y varias bolsas. Un hombre que posee varias de las oficinas del entresuelo acudió para llevarse un ordenador, más tranquilo al comprobar como, "de milagro", el sistema informático había quedado intacto.

Una mujer se lamentaba por no poder acceder a su apartamento: "Lo tengo en alquiler, no tengo una copia de las llaves y no consigo contactar con los inquilinos, que están fuera".

El perímetro del edificio permaneció precintado durante todo el día y sometido a una estricta vigilancia policial. Se permitió únicamente el ingreso a propietarios y familiares, debidamente identificados. Una niña lloró al entrar en casa con su padre.

Por la tarde, se desplazó un coche de Bomberos para ajustar el rótulo de un negocio de papelería afectado, que corría riesgo de desprendimiento.

Se dieron episodios curiosos. En el videoclub que aloja uno de los bajos se derritieron todas las películas, menos ocho. Algunos usuarios se acercaron a una de las empleadas que lloraba al ver el establecimiento calcinado y le dejaban filmes en la mano. "Ahora no sabemos donde devolverlos", decían.

Hoy los propietarios del número 6 tendrán una reunión, a las ocho y media de la tarde. Aunque el Concello ya permite la vuelta a las viviendas, los daños registrados son cuantiosos y tardarán en ser reparados. El mayor miedo es que llueva. Los pisos se inundarían, pues están abiertos hacia la calle. Los peritos de una empresa de gestión de daños que participó en incendios como el del Windsor o el de O Gorxal ofrecían ayer sus servicios a los afectados.