La ciudad renovó como nunca su devoción por el Cristo de la Victoria. Más de trescientos mil vigueses, según las cifras de la organización, acompañaron a la imagen durante el recorrido más multitudinario de su historia y que se prolongó durante casi cuatro horas. Fieles descalzos y devotos con velas encendidas por cada deseo formulado y en agradecimiento por las promesas cumplidas volvieron a protagonizar un acto religioso arraigado en numerosas familias y que continúa vivo entre las nuevas generaciones.

A las siete y media de la tarde y acompañado por el tañido de las campanas, el Cristo abandonaba la Colegiata entre los aplausos y la emoción de las personas allí congregadas. Iniciaba entonces, precedido por el pendón y escoltado por cuatro soldados de la Brilat, su paseo por el casco histórico.

Los vecinos engalanaron los balcones con banderas de España y de Vigo –también con algún tapiz,– y más de uno aprovechó su privilegiada posición para retratar la imagen con su teléfono móvil.

El olor a cera quemada anunciaba el inminente paso de la procesión por la calle Real. Cada vez que la imagen del Cristo doblaba una esquina y aparecía ante sus fieles el silencio se extendía y los rostros de los presentes revelaban su admiración.

La talla, portada por dieciséis cofrades, tardó más de veinte minutos en alcanzar la plaza de O Berbés y, cerca de media hora después, lo hacía la comitiva encabezada por el obispo Jesús Diéguez y varios representantes del clero vigués.

Les seguían el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el alcalde Abel Caballero, a quienes se les vio conversando animadamente durante el recorrido. El titular del Gobierno gallego lo abandonaría antes de llegar a la farola de Urzáiz, donde el regidor vigués realizó la ofrenda floral al Cristo.

A la ceremonia también asistieron el conselleiro de Industria, Javier Guerra, la delegada de la Xunta en Vigo, Lucía Molares, y la vicepresidenta del Congreso y diputada del PP, Ana Pastor.

La corporación viguesa estuvo representada por los populares al completo y varios socialistas. A igual que el año pasado, ningún edil nacionalista acudió al acto religioso. La presidenta del Puerto, Corina Porro, cerraba este grupo acompañada de autoridades militares.

La Banda de Música de la Brilat ponía el broche a la marcha. Algunos de los veintiséis soldados que la integraban ayer, explicaba uno de ellos, ya han cumplido una década escoltando al Cristo por las calles de la ciudad. Otros lo hacían ayer por primera vez.

Numerosas personas esperaban a la venerada imagen en O Berbés, donde el paso de las riadas de fieles se demoró durante más de media hora acompañados del incesante sonido de las bombas de palenque.

En las terrazas y la pasarela del centro comercial A Laxe se concentraron centenares de curiosos para contemplar su marcha por Concepción Arenal rumbo a Montero Ríos.

La Unión Musical de Valladares abría el desfile seguida por tres motoristas de la Policía Local vestidos de gala y los miembros de la Cofradía, entre ellos casi una veintena de mujeres ataviadas con peineta, y que encabezaba su presidenta Marora Martín-Caloto.

El desfile prosiguió lentamente por Concepción Arenal y la calle Colón, en cuyas aceras se agolpaba la gente para ver pasar al Cristo. Mientras tanto, los altavoces instalados durante el recorrido propagaban un mensaje de esperanza para superar la actual "crisis social y económica".

La imagen no alcanzó la farola de Urzáiz hasta las diez menos cuarto de la noche y los devotos volvieron a dedicarle sus aplausos. Allí le esperaban un grupo de hombres y mujeres vestidos con el traje tradicional gallego para ofrecerle cestas y ramos de flores. En el acto también participaron niños de corta edad.

Concluido el acto, muchos devotos abandonaron la procesión mientras el resto acompañaron al Cristo por la calle Príncipe, la Puerta del Sol y la plaza de la Constitución hasta la Colegiata.

Los devotos más jóvenes del Cristo lo saludaron ayer desde los brazos de sus madres o cómodamente sentados en carritos. La tradición se renueva y crece no sólo con las nuevas generaciones de vigueses, sino también con ciudadanos de otros puntos de Galicia y los inmigrantes, que se suman a las costumbres de la ciudad que les acoge.

Las lágrimas de los devotos más veteranos se mezclan cada año con la inquietud de quienes se estrenan en este acto religioso. Aunque el fervor por el Cristo y las multitudes no afectan a todos por igual. Es el caso de Laura Rodríguez y Ángela Sara Costas, dos jóvenes integrantes de doce y once años de la Unión Musical de Valladares, que ayer participaron por primera vez en el desfile. "No estamos nerviosas. Hemos ensayado mucho y ya tocamos en Semana Santa. Nos gusta. Es divertido".