Años más tarde de que las mujeres dieran el salto a la conquista del mundo laboral tradicionalmente masculino, metiéndose a albañil, camionera o adentrándose en ámbitos como el penitenciario, son ahora los hombres los que marcan el paso. Pero la decisión llega desde la necesidad. Y es que la crisis económica fuerza a que decenas de hombres se ofrezcan como empleados domésticos o cuidadores de ancianos. En general, todo lo que rodea a una dedicación, la del servicio del hogar, hasta ahora prácticamente reservada a las mujeres. O por lo menos, en lo que respecta al ámbito laboral y no meramente personal.

El centro social María Inmaculada realiza un servicio de mediación entre familias y desempleados y ya ha inscrito a treinta varones entre las decenas de mujeres que demandan empleo de este tipo. Algo inusual para un centro religioso, pero que la responsable del servicio, la hermana Esperanza, acepta con naturalidad avanzada. Aún así, advierte: “Son más difíciles de colocar los hombres. No son tan aceptados en esto aunque sea para cuidar de un anciano encamado. La gente prefiere a una mujer”, se lamenta.

Estos días, el edificio es un ir y venir constante de gente, que en “horas punta” como las seis de la tarde, se agolpa en un salón. Pueden ser hasta cuarenta demandantes cada día.

La pequeña oficina de empleo doméstico que tradicionalmente dirige la hermana Esperanza está sufriendo un “colapso” en los últimos tiempos a causa de la multitud de personas paradas que acuden y la escasez de familias que demanden servicios doméstico. De hecho, en sólo dos meses -desde mediados de enero- han recibido a 150 personas nuevas. Esta mujer recibe con una sonrisa, pero insiste en que las personas que llegan últimamente están muy necesitadas. Además, relata cómo han cambiado las tendencias y se empieza a sentir que la población pierde el empleo.

“No es con ánimo de lucro. A nosotras no nos pagan nada; ni las paradas, ni las familias. Pero la casa está llena todos los días de chicas jóvenes en busca de trabajo y nos parece una pena”.

Más españolas

“Ya no son tanto inmigrantes, si no que acaba vez son más españolas. Les van a quitar el gas, otras no tienen casa, o su marido ha perdido el empleo. Por eso, pensamos que es la crisis. Hay personas que han tenido comercios y los han cerrado, trabajado en oficinas o incluso en un negocio pequeño y lo han cerrado”, relatan. De hecho, “hay algunas que tienen hasta seis cruces rojas puestas, lo que significa que ya vinieron varias veces, porque marcamos con cruces cadad visita. Algunas piden horario largo, otros corto. Sólo queremos amparar a la empleada de hogar”, explican.

Su labor se completa con tallerres, tanto de formación como cuestiones útiles para las mujeres desempleadas. Así, los domingos por la tarde, dan clase de inglés para los hijos de las usuarias o informática “para que puedan mandar correos a su familia”. Allí hay quince religiosas. Entre ellas, Esperanza, de 85 años y recién llegada de India de visitar a su hermana.

“Vergüenza da robar, no esto”, dice un vigués que se ofrece de limpiador

¿Vergüenza? “Vergüenza da robar, andar por ahí haciendo lo que no se debe. Pero no esto”. El que responde es Antonio Oitavén Vila, de 34 años y residente en Vigo aunque natural de Fornelos de Montes (en la fotografía,a la izq. y con gafas de sol). Se ha quedado en el paro y asegura que se ofrece a trabajar “de lo que sea con tal de hacer algo”. Esta semana acudió por primera vez al centro social María Inmaculada, adonde ha llegado con su pareja, María Aurora Prado, después de pasar por el Banco de Alimentos. Desde allí los recomendaron al centro y ellos están dispuestos a quemar el último cartucho para encontrar una solución digna a su situación: “Me quedé en paro y llevo dos años buscando empleo. Sólo quieren jóvenes; ése es el problema”, explica la mujer. “A ver si esto nos ayuda a algo”, concluyen.

Una vendedora de cupones con tres hijos, en lista de espera

Tiene trabajo de lunes a viernes como vendedora de cupones, pero es otra de las personas que ha acudido esta semana al centro social para inscribirse demandando empleo porque tiene a su cargo a tres niños: “Si no vendo, no cobro y esto de la crisis se nota. Los que antes vivíamos al día, ahora lo pasamos mal”. Por eso, a través de un conocido, llegó al centro. Se llama Carmen Molanes Piñeiro y se define como “una persona normal y corriente”, a pesar de su dura situación como madre de familia. “Estoy en lista de espera, a ver si me llaman. La verdad es que están preocupados porque la gente está prescindiendo de contratar a personas para el servicio doméstico. Supongo que influye la mala racha económica y también que hoy en día hay más aparatos para el hogar para limpiar”.