Lleva un año a tratamiento en la asociación Agaja y, a pesar de sus avances, todavía debe hacer la compra en el supermercado con lista y un acompañante. Está convencida de que saldrá adelante y ofrece su valiente testimonio para ayudar: "Hay muchísimos casos, pero la gente no lo ve como una enfermedad, sino como algo normal".

-¿Cuándo se dio cuenta de que tenía un problema?

-En realidad, yo no me di cuenta. Fueron mis amigas. Empecé comprando ropa y calzado y me llevaba tres o cuatro jerseys iguales en diferentes colores. Después ya me daba igual y acumulé cosas inservibles que no me hacían falta: dos lámparas que regalé, una alfombra... Iba por la calle, veía algo en un escaparate y entraba. Mi última compra fue un sofá que, cuando me lo trajeron a casa, no tenía dónde meter. Una amiga me habló de la asociación. Si no fuese por ella hoy estaría tirada por ahí. Comprar está bien visto y no fui consciente de que tenía una enfermedad hasta que me lo dijo el psicólogo.

-¿Nunca lo había pensado?

-Nunca. Iba con aquella fijación de comprar y sabía que a lo mejor no podía pagarlo, pero no era capaz de frenar el impulso. Es lo que te llena.

-¿Llegó a endeudarse?

-No. Pagué mis recibos puntualmente, pero al final no pude hacer frente a los plazos del sofá y tuve que hipotecar mi casa.

-¿Recurría a menudo a tarjetas y créditos?

-Tuve cuatro tarjetas VISA y varios créditos pequeños de esos que te envían por correo a casa. Lo que ganaba se me iba, pero aunque me quedase sin comer yo pagaba las deudas.

-¿Se encontró la nevera vacía en alguna ocasión?

-Sí.

-¿Le afectó su adicción al trabajo?

-Nunca. Se lo dije a mis compañeros y a mis vecinos y me apoyan.

-¿Y su familia?

-Estoy divorciada y no tengo ayuda ni de ellos ni de mi hijo. A la terapia familiar me acompaña una amiga.

-¿Ahora que está en tratamiento atribuye su enfermedad a algún problema personal?

-Yo pienso que mi problema era la falta de autoestima. Se fueron acumulando una serie de circunstancias a lo largo de la vida y a mí me dio por comprar, como a otros les da por jugar o limpiar la casa.

-¿Cómo se encuentra después de un año en la asociación?

-Estoy muy controlada y creo que no voy a caer. Se pasa muy mal porque los escaparates te llaman la atención con ofertas, pero yo me voy a rehabilitar. Lo tengo clarísimo. Quiero disfrutar de otras cosas de la vida, no sólo de la compra.

-¿Cómo han cambiado sus hábitos?

-En la asociación controlan tu sueldo, tu cuenta corriente y tus tarjetas. Los seis primeros meses te dan seis euros cada día y tienes que justificar los gastos y devolver lo que te sobre. Ahora estoy en la fase intermedia y tengo una asignación semanal de 42 euros. He conseguido ahorrar dinero y dentro de poco entraré en la de mantenimiento, que son los últimos seis meses y en la que ya no tienes que presentar tiques.

-Tiene que ser muy difícil controlarse en una época tan consumista como las navidades.

-Para mi tranquilidad, no veo la tele. Si tengo tiempo, pongo una película. Evito la publicidad y los centros comerciales.

-¿Se ve capaz de ir a comprar algún día a uno de ellos?

-Al supermercado tengo que llevar una lista e ir acompañada de otra persona. Llevo un año sin comprarme ropa porque, aparte de lo que regalé, todavía tengo cosas sin estrenar; pero ya me veo fuerte para ir a un centro comercial. En noviembre fui a comprarle un regalo a mi sobrina y muy bien. No me salí de ahí.