Jugaron con pólvora y su vida quedó marcada para siempre. Modesto Len, José Miguel López, y Julio Fontán padecieron en su propia carne las fatales consecuencias de manejar explosivos. Parte de una de sus manos voló literalmente por los aires. y ninguno es profesional de la pirotecnia. "Sólo durante los días de fiesta", coinciden. Los tres forman parte de los 15 pacientes que interviene cada año la Unidad de Cirugía de las Manos del Hospital Povisa a causa del defectuoso estallido de un petardo. Y tras perder parte de su mano recapacitaron. Ahora ven el problema desde el otro lado de la barrera: "La pólvora ni de cerca... quién juega con ella, arriesga la vida", advierten.

Modesto Len tiene 28 años y es natural de Mondariz. Los cirujanos sólo pudieron salvarle dos dedos. La última bomba de palenque que iba a tirar en el Fin de Año de 2007 le cambió la vida. "Todos los años las lanzo. La estaba sujetando, la prendí y en tres segundos estalló. Estaba defectuosa. Esto prueba que la responsabilidad de uno mismo no es suficiente para evitar una desgracia. La pólvora puede convertirse en una lotería", reconoce.

Los tres lamentan ahora la falta de control en la venta de explosivos. Un año después de su desgracia no pueden evitar reprender a los pequeños que juegan con petardos. "En las pirotecnias sí se controla algo, pero normalmente no te piden el DNI en ningún sitio y puedes comprar los más potentes y sin homologar en cualquier esquina. El mío estaba defectuoso y aquí está el resultado", añade Modesto mostrando su mano.

Amputar

El trabajo de los cirujanos de Povisa les permitió atenuar las consecuencias del accidente. El estado actual de sus manos parece fruto de un milagro. En los servicios de urgencia a los que acudieron el día del siniestro les dieron el peor pronóstico: "Os van a tener que amputar la mano", les advirtieron. La microcirugía evitó el mal peor.

La última caja de petardos que le quedaba a José Miguel López en los carnavales de Verín le jugó una mala pasada. "Estaba agachado. Encendí el primero y explotó en décimas de segundo. El resto, que aguantaba en la otra mano, también explotó. Me tuvieron que operar hasta ocho veces. Los peor ya no es el dolor, sino no poder trabajar o hacer tareas comunes como abrocharte un botón o coger cualquier cosa", lamenta.

La mala suerte se cebó también con Julio Fontán, de 70 años y vecino de Portas. "Estaba cortando las silvas y vi una caña clavada. La cogí, tiré de ella y explotó. Era una bomba de palenque que había quedado con parte de la carga sin estallar. Necesitaron seis horas de operación y casi 200 puntos. Sólo después del incidente me di cuenta del peligro de la pólvora. No es un juego de niños, pero tampoco de aficionados", sentencia.