El Casco Vello es el gran desconocido para muchos vigueses y la función de los Cuidadores del Barrio es, desde el jueves, combatir esa ignorancia. Durante dieciséis horas al día, un grupo de trece vigilantes recorre las calles del centro histórico para informar a ciudadanos y turistas pero también para garantizar su seguridad. "Graffitis en la plaza Argüelles. Luna de escaparate rota en la calle Carral. Aguas fecales y desprendimiento de fachadas en Joaquín Yáñez. Faltan adoquines en la zona de O Berbés..." Con una simple foto y un pequeño informe que envían desde su PDA al Concello, los Cuidadores están llevando a cabo un exhaustivo análisis del estado actual del barrio histórico. "¿La zona más afectada? La del castillo de San Sebastián y la Herrería", valoran.

Es fácil reconocerlos por el llamativo uniforme color naranja y las letras que anidan en su espalda. Además, como ellos mismos reconocen, sus cualidades los distinguen. Con una sempiterna sonrisa en el rostro y la empatía a flor de piel, hablan con todo aquel que se les acerca a hacerles una pregunta o, simplemente, hablar.

"Pretendemos acabar por conocer a todos los vecinos y comerciantes del Casco Vello en poco tiempo", anuncian. Por ahora van por el buen camino porque son muchos los que ya los llaman por su nombre y se interesan por cómo va avanzando su trabajo. Y es que, admiten, "vivir aquí es como hacerlo en un pueblo o una aldeíta. Al final, todo el mundo se conoce".

Nunca pueden coincidir dos vigilantes en la misma zona, por eso tienen bien delimitados sus itinerarios y van haciendo marcas en sus mapas a medida que pasan por los diferentes lugares o que encuentran cualquier desperfecto en el mobiliario urbano. Cada cuatro días cambian la ronda para romper con la monotonía.

Una confluencia simbólica

Su trabajo diario se desenvuelve en dos turnos, de ocho horas cada uno. El primer grupo comienza la jornada a las siete de la mañana y recorre las calles hasta las tres del mediodía. A esa hora, el histórico olivo del Paseo de Alfonso recoge el cambio de puestos, "porque es donde confluyen las cuatro zonas en las que se ha dividido el barrio y por su simbolismo para toda la ciudad". Es allí donde comparten impresiones e información. "¡Con todas estas subidas y bajadas vamos a acabar por hacer un músculo en las piernas!", bromean. El balance que hacen es muy positivo. "La gente es encantadora. Una señora hasta me regaló un bolígrafo", narra una de las "mujeres de naranja". Consideran que la aparición de la figura del Cuidador del Barrio, además, crea puestos de trabajo y "ayuda a la incorporación al mercado laboral de mujeres mayores de cuarenta años".