M.López/ S. Penelas / VIGO

La plaga de medusas no ha abandonado todavía Vigo. Pese a la disminución que ayer se registró de estos especímenes en los arenales, las banderas amarillas continúan izadas en Samil, Argazada y A Punta. Operarios municipales del servicio de limpieza recogieron alrededor de 5.500 medusas desde el miércoles. Sólo durante la tarde de ayer se retiraron de las playas un total de cuatro mil, ya que la bajamar de mediodía dejó a la vista una gran cantidad de ejemplares. El servicio de limpieza continuará operativo a lo largo del día de hoy.

La comisión de seguimiento en la que están presentes el alcalde, la concejala de Medio Ambiente y responsables de los servicios de playas y socorrismo, se reunió en dos ocasiones. En un primer encuentro observaron que las medusas que se avistaban en los arenales eran restos del día anterior. Sobre las dos de la tarde, el servicio de socorrismo comunicó que las aguas estaban libres de medusas, según les informaron desde la zodiac de Protección Civil. "Sólo hay alguna en Samil, cerca de la orilla", indicaba un socorrista. En cambio, en la reunión que se celebró por la tarde, los responsables municipales optaron por mantener la bandera amarilla en Samil, Argazada y A Punta durante todo el día de hoy. Argazada, sin duda, fue la que registró una mayor concentración de medusas y en A Punta se observó un claro repunte. Desde el Concello recomiendan a la ciudadanía que si ve algún ejemplar, no se acerque a ellos y avise a los servicios sanitarios o de socorrismo de las playas. Por su parte, Cruz Roja, que no ha atendido a ningún usuario por picadura de esta medusa, la Aequorea forskalea, seguirá desaconsejando el baño por megafonía cada media hora.

Un día nublado, e incluso pasado por agua, no impidió que los usuarios se desplazasen a las playas para disfrutar de ellas, ya fuese paseando o bañándose. Las medusas, con un aspecto gelatinoso, tampoco espantaron a los bañistas, que más de uno no dudó en tocarlas y pisarlas. Este es el caso de Ignacio Rivas, un vecino de Coruxo, que, sin ningún miedo a estas especies, las cogía con su mano y las apretaba. "Son inofensivas, son como gelatina pero no se pueden comer", decía bromeando.

Chelo Piñeiro, en cambio, ha dejado de dar su paseo matutino por el agua de Samil y ahora camina por la arena. "A mí me dan mucho asco, esto no es normal, desde que yo vengo a esta playa nunca he visto cosa igual", se asombraba esta vecina.