El pan de molde no entiende de crisis económica. Los hoteles lo constatan. La recesión está dejando vacíos sus restaurantes. Los clientes se aprietan el cinturón y escatiman en todo lo que pueden: la comida lo primero. Antes de volver para la habitación muchos se pasean por el supermercado más próximo. "¿Les reservo una mesa?", preguntan desde la recepción. "No, gracias", contestan tímidamente mientras se "escabullen" por el ascensor cargados con bolsas de la compra. Ya en la habitación comienza el "picnic de cuatro estrellas".

"Tener un supermercado al lado del hotel está siendo contraproducente en tiempos de crisis. Nosotros lo tenemos", suspira Santiago Villanueva, director del hotel Ipanema y secretario de la Asociación de Hostelería de Vigo (Ahosvi). "Se nota que la cosa va mal. Llegan cargados con comida y cenan en la habitación. Y, cuando te preguntan por algún restaurante ya lo hacen por el más barato. Ya no nos atrevemos ni a aconsejar los más caros", asegura.

La situación llega a ser tan rocambolesca que los clientes de algunos hoteles, como en el Ciudad de Vigo, no están dispuestos a comer sólo a base de bocadillos y ensaladas. Almorzar caliente en la habitación también es posible. "Ya tuvimos un grupo grande de bailarines que tenían varios hornillos en sus habitaciones. Incluso saltó la luz en el hotel cuando los conectaron", recuerda Adrián Rodríguez, jefe de recepción del hotel.

Los más ahorradores recurren al supermercado. Pero no son todos los clientes. Por vergüenza a comer en la habitación o simplemente por no estar una semana a base de bocadillos, otros prefieren acudir al restaurante del hotel, pero lo hacen con la misma estrategia que el resto: comer poco para gastar lo justo. "Nada de un primero, un segundo, postre y café. Si vienen cuatro personas suelen pedir dos primeros y dos segundos para todos y comparten la comida ", explica Santiago Villanueva.

Mueble bar

El mueble bar también está en crisis. "Le están dando uso, claro que sí, pero para meter las botellas que compran en el supermercado, no para consumir lo que hay", comenta José Manuel Barbosa, presidente de la Asociación de negocios de hospedaje de Pontevedra (Asehospo).

La vergüenza es el único obstáculo que se tienen que saltar los clientes para dejar llena de migas la habitación. "Es como su casa. Pueden hacer lo que quieren mientras no rompan nada", argumentan los hosteleros.