Ana Abad de Larriva / VIGO

Un primer impulso, al entrar, casi pide lanzar un grito para comprobar la reverberación de las paredes. Blancas, devolviendo espacios vacíos. Un ímpetu infantil. El suelo del ascensor está cubierto de plásticos y el secador de manos del cuarto de baño no funciona. Pero, a pesar de que falten los últimos detalles, los cuarenta y un funcionarios de la Agencia Comunitaria para el Control de la Pesca (ACCP), llegados a la ciudad hace menos de una semana, ya se encuentran perfectamente adaptados a la comodidad que les ofrece el número cuatro de la calle García Barbón. El otrora malogrado edificio Odriozola parece satisfacer las necesidades de un organismo que Bruselas acogió provisionalmente desde su fundación en el año 2005.

"Es bonito y está bien situado; vamos a trabajar muy bien aquí", explica la jurista alemana Rieke Arndt. En su despacho, el director, Harm Koster, se disculpa. Retira apresuradamente papeles de su mesa y, entre puñados de celulosa se dibuja una máquina de café. "Cuando me vaya acomodando, en vez ordenar, acumularé más y más papeles", aclara con sonrisa cómplice.

Reike ya ha personalizado su oficina. Se ha traído su taza de peces y varias macetas con palmeras de interior. Al fondo, un mapa de Europa evoca su escala anterior. Aún así, ella es feliz porque ha cumplido su sueño de infancia. Desde su apartamento se ve el mar.

Pero Vigo es muy grande y no puede reducirse a la tranquilidad y el confort de un despacho. El horario y las costumbres europeas no parecen tener nada que ver con las de los gallegos. "Es curioso tener hambre antes de que los restaurantes abran", bromea Reike. Apoyada en la mesa de la sala de juntas, una estancia austera y estrictamente funcional, la contable belga Soudaina Wala explica que le parece muy útil que los comercios aún estén abiertos cuando sale de trabajar.

Su compatriota Xavier Vandeneycken, el responsable de logística de la Agencia, lleva desde marzo viniendo a la ciudad una vez por semana para supervisar el edificio. "Es un lugar muy vivo, en el que hay muchas cosas que hacer", explica.

Suspensos en inglés

¿Y cómo son los vigueses? Mike Sheppard, escucha la conversación con una sonrisa y no puede evitar intervenir en un inglés cargado de acento de Gales: "Son muy dados a ayudarte, simpáticos, ¡aunque no les entienda una palabra!". ¿Pero no es acaso la lengua inglesa una de las asignaturas permanentes a lo largo de toda la educación primaria y secundaria de los niños vigueses? "Me comunico con mucha dificultad y gracias a que algunos taxistas hablan francés. Pero,¿inglés? No hay mucha gente que lo hable", aclara.

Soudaina se ríe al describir la cara de asombro que se le quedó al ver que personal de la agencia inmobiliaria con la que había contactado desde Bruselas para adquirir un apartamento en Vigo la estaba esperando a su llegada a Peinador. "Para ayudarme a cargar con las maletas. ¡Esas cosas no pasan en Bélgica!". A Mike le encanta la comida, sobre todo el marisco, y el principal problema para muchos le acerca a él a casa: "No me importa la lluvia, estoy acostumbrado y la prefiero al calor. Para mí estos días son perfectos". También considera que tiene buena comunicación para volver al Reino Unido con los vuelos directos entre Vigo y Londres. "Te pareces al actor de Lost in Translation", le dice Reike, Bill Murray. "Sí, sólo tenemos que ajustar nuestros estilos de vida", concluye Mike.