Vivió la separación de sus padres. Y decidió hacerse juez de Familia. Su máxima preocupación siempre fue que los niños no se convirtiesen en víctimas de un divorcio. De vestir informal -"no soy un juez al uso", confiesa- se va del juzgado de Primera Instancia número 12, especializado en Familia, al que dedicó casi cinco años de su vida. Y lo hace desolado por haber tenido que lidiar con una falta de medios, que, lejos de solucionarse, dejan la sala "en franca decadencia". Triste e indignado a la vez, su puesto queda vacante y, de momento, sin candidatos.

- Acaba de cerrar una larga etapa como juez de Familia y toca hacer balance.

- Yo cogí este juzgado con mucha ilusión. Me acordaba de un funcionario de Bilbao que decía que un buen juez no podía juzgar una violación si no habían violado a alguien de su familia, que no podía juzgar un accidente de circulación si no había pasado por ese trance... Era un poco bruto, pero yo me acordaba de esas palabras y me dije `yo, que viví una separación, quizás pueda ayudar´. Entonces decidí ir al juzgado de Familia para intentar ayudar a los chavales que pasan por esta situación. Cuando entré, hablé con los que entonces eran delegados de Familia y Xustiza, y sacaron un titular, el de que la Justicia estaba en mantillas. Pues la verdad es que eran muy optimistas. Porque los juzgados de Familia son una jurisdicción en declive en Vigo. Me gustaría que alguno de los políticos que tienen mano sufriesen aquí en Vigo una separación o un divorcio contencioso. Porque entonces, a lo mejor se hacía algo.

- ¿Cuáles son los medios que se necesitan?

- En todos estos años no se ha creado nada nuevo. Al contrario, se ha perdido. Al principio teníamos el punto de encuentro [centro en el que parejas divorciadas realizan el intercambio de los hijos]. Ahora este centro está en un colapso total hasta el punto de que los juzgados de Familia ya somos los últimos de la fila. No pueden admitir asuntos nuestros. Se ha quedado sólo para Instrucción y Violencia Doméstica, y aún así es posible que acabe estallando, porque no tienen los medios que han pedido, están mal pagados, las instalaciones no son las que desean... Sólo le mandábamos los asuntos más difíciles, las visitas tuteladas, pero no tienen ni personal ni espacio para hacerlo. Así que debemos buscar otras vías y hay que contar con la buena voluntad de algún allegado común de la pareja que pueda mediar en los contactos con los hijos, sino es imposible. Porque los expedientes que iban al punto de encuentro van ahora al Gabinete de Orientación Familiar de la Xunta, que para nosotros siempre estuvo en la sombra: nunca se puso en contacto con el juzgado ni nosotros con ellos. Y ahora, sin embargo, tenemos que usarlo como mediador para que acomode las visitas. Así que si yo digo que se reanude la relación entre un padre y su hijo no tengo ni idea de cuándo va a poder ser... Ya no depende de mí, no puedo ejecutar mis sentencias: depende de la Administración.

- El punto de encuentro no es la única carencia que sufrió...

- No es la única. Pero son todas muy básicas, y no son tan difíciles de conseguir. Se necesita un punto de encuentro adscrito al juzgado, no a la Administración; un equipo psicosocial adscrito al juzgado, no al Imelga; un médico forense adscrito al juzgado... Porque en Familia también llevamos incapacidades e internamientos psiquiátricos. Y muchas veces tenemos que hacer los reconocimientos de estos internamientos sin forense, así que contamos a la buena de Dios con algún médico que encontramos allí, un psiquiatra, para que haga las veces de facultativo. Y eso va a estallar un día. ¿Algo bueno? Ahora por fin tenemos un fiscal de incapacidades y menores. Pero eso nos afecta tangencialmente, porque los casos de Familia siguen repartidos entre todos los fiscales. No hay uno que lleve el asunto de principio a fin.

- La carga de asuntos y los retrasos son un mal endémico en muchos juzgados. ¿Lo son también en el que acaba de dejar?

-Nosotros hemos dejado el juzgado al día. Lo que entra hoy, si es urgente, se señala en el plazo de un mes. Y lo que no lo es, en dos meses. En un juzgado con 1.500 asuntos anuales es una media muy razonable de tiempo. En eso sí que podemos estar muy orgullosos de haberlo trabajado. Y aquí quiero destacar la buena gente con la que conté en este juzgado: el secretario judicial es una persona excepcional y, de los funcionarios, a los que he tratado como compañeros, sólo puedo decir que estoy muy satisfecho con ellos. Mucho.

- ¿Se necesitan reformas legales en el ámbito de Familia?

- Sin duda. Hace falta un cambio legislativo porque es necesaria la mediación familiar previa a los juicios. Y que sea obligatoria. Esto consiste en que antes de venir al juzgado la pareja pase por un equipo multidisciplinar compuesto por psicólogos, terapeutas..., que les ayuden a pasar el duelo y el sentimiento de pérdida de la ruptura y también a superar rencores y fobias. Porque así se darían cuenta de que lo importante es el bienestar futuro suyo propio y sobre todo el de sus hijos. Para que no usen a los niños como mecanismo de disputa, como instrumento. Para no tener una ambulancia aparcada al lado del juzgado, porque en alguna ocasión hemos tenido que llamar al 061 porque un cónyuge se nos desmayaba en el juicio. Porque incluso en los mutuos acuerdos viene gente llorando. Porque, en definitiva, un juzgado no es un gabinete psicológico: tenemos que aplicar la ley, no consolar a la gente. Pero nos hemos tenido que convertir en "psicólogos". Si existiese la mediación que les limpiase de todo miedo y rencor, estarían más dispuestos a pactar. Y es que los procedimientos de Familia son habas contadas: se trata de establecer un régimen de visitas y una pensión de alimentos.

- ¿Se vive mucha tensión en los juicios?

- En los que son contenciosos, por supuesto. Pero antes de empezar un juicio siempre hablo con los letrados y trato de llegar a un acuerdo. Ha habido acuerdos que nos ha costado hora y media conseguir, pero los hemos logrado. Y ahí sientes que el trabajo ha estado bien hecho. Y te sientes muy feliz, porque ves que la gente dejó de lado el rencor para buscar lo mejor para sus hijos: es digno de darles la enhorabuena. Por eso después de ratificar en sala esos acuerdos, me sacaba la toga y la corbata, iba hacia ellos, les daba la mano y les decía: `Gracias, gracias por haberlo hecho´. Porque lo otro es montar un circo.

- Los propios abogados confiesan que en los juicios de Familia se ve lo peor de la condición humana...

- Se ve. Y oírlos rasgarse el uno al otro no tiene sentido. De ahí no se saca nada bueno. Se lo digo a muchos padres: nadie puede impedirme que cuando vuestro hijo tenga 18 años venga a pedirme una copia de la grabación del juicio. Y como es protagonista del procedimiento se la vamos a dar. Y entonces va a ver lo que uno y otro ha dicho sobre el crío, y a lo mejor eso luego pasa factura... Lo peor que he llegado a decir en un juicio es llamarle a los dos, al padre y a la madre, fracasados. Que han fracasado como progenitores. Y eso es muy duro.

- ¿Sigue aumentando el número de rupturas?

- Sí. Pero sobre todo aumenta la conflictividad. Aunque después se logren arreglar, de entrada hay menos acuerdos. Y eso es debido a la crisis económica que hay. Se nota muchísimo porque se discute cada euro. Las monedas están contadas, las hipotecas suben y mucha gente regatea en el juzgado la pensión del hijo.

- Decía antes que los niños se usan como instrumento.

- Sí. Yo presencié negociaciones del tipo: `Si me das veinte euros más de pensión, te dejo una tarde más al niño´. Cuando no sabes cómo presionar a la otra parte, cómo hacerle daño y que pague por lo que hizo, el niño es la perfecta excusa para hacerlo.

- Volvamos a su decisión de dejar el juzgado, ¿cuál ha sido el motivo fundamental?

-Pues que me apetece volver a aplicar la ley, porque hace ya casi cinco años que no lo hago... Estoy ya cansado de aplicar el sentido común. Se me agotó.

- Siempre se involucró mucho en los asuntos de Familia. En cierta medida, ¿no le entristece el cambio?

- Muchos abogados, con los que he tenido muy buena sintonía, me dijeron que era una lástima que me marchara, pero al mismo tiempo me daban la enhorabuena. Pero yo he rechazado esa enhorabuena, porque no me voy contento. Me voy aliviado porque a los juzgados de Familia los veo en franca decadencia, sin medios, en declive absoluto, abandonados a su suerte... Por ese lado estoy aliviado. Pero por otro me voy abatido, por no haber luchado más para conseguir mantenerlo a flote; porque me hubiese gustado haber sido capaz de mover hilos para lograr los medios. Me da pena por eso... Y porque ahora que conoces los resortes hasta el milímetro, que nada te sorprende, es cuando tienes que dejarlo. Pero lo hago por salud mental. Y porque mis tres hijos me necesitan. Éste es un trabajo que exige dedicación mental plena y mis hijos están creciendo: quieren un padre que les ayude a hacer los deberes o que vaya con ellos a jugar al fútbol.

A punto de finalizar la entrevista vuelve a citar el ejemplo del político: "Te lo decía antes, me gustaría que alguno pasara un procedimiento contencioso en Vigo. Porque cuando quisiera ver a su hijo y le dijéramos que no, que no puede ser porque no tenemos punto de encuentro. ¿Qué pasaría?. Y cuando nos pidiera un informe del equipo psicosocial y le dijéramos que dentro un año tendrá la respuesta... Pues a lo mejor se queda tan epatado que pone cartas en el asunto". Y este juez lo compara con lo que ocurre en otros ámbitos: "Hasta que un famoso no tiene un hijo con parálisis cerebral, Síndrome de Down o autismo, estos niños están olvidados y no empiezan a proliferar los centros. Pues es lo mismo".