Mide 1,60 metros y ha llegado a pesar 144 kilos. No tiene problemas de tiroides, pero la obesidad mórbida pone en peligro su salud con sólo 47 años, según le advirtieron los médicos. Y aún así, Laura no podía dejar de comer. Un trastorno psicológico se adereza con la adicción a la comida y ahora sigue un programa en la Asociación de Comedores Compulsivos Anónimos junto a otros siete miembros en Vigo.

Todos padecen hábitos de comida autodestructivos: una montaña rusa de atracones y ayunos. Reconocen que comen para tapar miedos y problemas, pero a cada mordisco engorda su sentimiento de culpa y frustración. "Desengancharse" obliga a superar el problema que da origen a la adicción y que, en la mayoría de los casos, es ansiedad o depresión. Tras unos nombres ficticios se esconde la vida de tres mujeres, que han descargado sus fobias en la comida. "Cuando llegas al médico, lo único que te dicen es que tienes que perder peso...", asegura Sara, "en los peores casos, te ofrecen una operación de reducción de estómago; pero ¿por qué me voy a operar yo del estómago, si mi mal está en la cabeza? ¡Si hubiera un chip para instalarte y dejar de comer...!", reflexiona. En efecto, Pilar, a su lado, explica que ella era capaz de seguir alimentándose a pesar de estar "llena". "Hay un mensaje que no llega al cerebro. Si eres compulsivo, sigues comiendo", añade Laura. Por tanto, descartan reducir cavidad estomacal.

Han cumplido una década en un discreto anonimato, a pesar de ser la única asociación que da amparo a este trastorno. Estar delgado o gordo no es ningún síntoma de este problema.