La historia más reciente de Vigo habrá de incluir, en un epígrafe destacado, la labor de Francisco López Peña al frente de la Zona Franca y como protagonista de los principales proyectos de infraestructuras de la ciudad. Llegó a Vigo en 1989, con 37 años, de la mano del segundo gobierno socialista de Felipe González. Histórico en el seno del partido -fue con Francisco Vázquez de los pocos gallegos que estuvo en el congreso de Suresnes, en Francia- no había desempeñado hasta entonces un cargo de tanta responsabilidad. Su profesión le había mantenido en distintos cargos del Ministerio de Hacienda, tanto en su Lugo natal como en A Coruña.

Aquel año en que aún gobernaba Manoel Soto en la ciudad -finalizaría sus mandatos en 1991- López Peña llegaba con objetivo prioritario: modernizar la Zona Franca y convertirla en una agencia de desarrollo local que, como tal, ayudase a financiar actuaciones en la ciudad y en la comarca.

Sus dotes para la gestión se pusieron de manifiesto de inmediato. La conclusión del relleno de Bouzas -para dar salida al mar a la producción de Citroën-, el traslado de la sede del Consorcio a la nueva explanada y la gestación de polígonos industriales en Porriño fueron sus primeros proyectos. Su gestión intransigente, alguna vez terca, le hizo salir airoso del envite, aunque ya se había ganado la enemistad política de parte del aparato del sotismo, dentro de su propio partido.

Con Carlos Príncipe en la alcaldía gestó el programa de "Abrir Vigo al Mar", que nació en 1992 y que acaba de concluir el pasado mes de febrero con la apertura del centro comercial. Paralelamente, la gestión de López Peña engordaba con los polígonos industriales de Porriño y con el inicio de lo que hoy ya es el parque tecnológico. Nadie cuestionaba sus inversiones, pero nadie quería, tampoco, compartir proyecto político con él. La clase empresarial, no obstante, se encontraba muy a gusto con esa situación.

En 1996 González perdió las elecciones generales y López Peña se mantuvo en el cargo hasta que el PP nombró a Pablo Egerique como sustituto. La apertura del túnel de Beiramar, en julio de 1996, fue todo un homenaje a su trabajo en la ciudad, si bien ya no pudo disfrutar del acto oficial.

Durante los ocho años siguientes se apartó de la actividad pública y retornó a sus quehaceres en Hacienda y a su domicilio habitual en A Coruña. Tuvo que llegar la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2004, para que volviese a la palestra política y de gestión pública.

Contra todo pronóstico y casi a última hora, López Peña consiguió el respaldo del ministro de Economía, Pedro Solbes, y del secretario general del PSdeG-PSOE, Emilio Pérez Touriño. Se hacía con un cargo para el que se había postulado el propio Abel Caballero. Un nombramiento que volvió a levantar ampollas en el seno del socialismo vigués.

Nada más llegar puso veto a parte de las actuaciones de su predecesor y criticó con dureza las inversiones realizadas para la compra de los terrenos de la ETEA y de Guixar. Tras denunciar públicamente las pérdidas en que estaba la Zona Franca, su objetivo consistió en reflotar los números del Consorcio.

No obstante, no renunció a financiar obras en la ciudad. Inauguró, a poco de llegar en su segunda etapa, la prolongación del túnel de Beiramar, donde ya se notó su buen entendimiento político con la alcaldesa del PP, Corina Porro. Una colaboración que siguió en el proyecto de reforma de calles previo a la Volvo Ocean Race de 2005. El PSOE criticó con dureza esa política de alianza en lo económico con el PP, si bien López Peña volvió a mantener el tipo e hizo frente a las críticas. Sin embargo, el partido no se lo perdonó.

Pese a que las relaciones con Porro se enfriaron por el proyecto urbanístico de la ETEA -la finalidad de López Peña es recuperar la inversión de 30 millones de euros realizada en tiempos de Egerique-, fueron sus propios compañeros del PSOE los que le dejaron en evidencia. El ya presidente de la Xunta, Pérez Touriño, se presentaba de improviso en los terrenos de Teis y anunciaba, junto al candidato a la alcaldía Abel Caballero, el proyecto de la Ciudad del Mar. El delegado de Zona Franca consiguió negociar, meses después un uso mixto, de investigación y de ocio, para la parcela, pero mantuvo, hasta hoy, su postura de que Xunta y Concello deben adquirir los terrenos.

Dentro de unas semanas López Peña se incorporará al astillero de Rodman. Todo indica que ahí podrá aplicar sus criterios de gestión, lejos de los vaivenes políticos que tanto le molestan. Con domicilio ya en Vigo desde hace años y amante sobre todo de la villa de Bouzas -es socio del Rápido-, su obsesión por la ortodoxia económica le hace ser un acérrimo combatiente del despilfarro del dinero público. Ello, unido a su escasa cintura política le ha convertido en "incómodo" para sus compañeros de partido, pero le ha granjeado el parabién de la clase empresarial.