El comercio del Casco Vello está en horas bajas. Los autónomos con negocios en el barrio histórico han padecido en sus carnes el abandono creciente de la zona, sobre todo tras la suspensión de licencias en 2004 por la tramitación del Plan Especial. En los últimos tres años, según datos de la asociación vecinal, han cerrado sus puertas 30 establecimientos. Tiendas de comestibles, locales de venta al detalle, una librería y hasta una farmacia centenaria, pese a que las boticas suelen ser lucrativas, sucumbieron a la falta de beneficios. La mayoría de los emprendedores que apostaron por invertir ayudados por las subvenciones del Plan Urban se han visto abocados a bajar la verja. Otros resisten.

La tienda de productos típicos O Adro, el local de tapas portuguesas Lusófona, o la farmacia de la familia Sáez en el entorno de la colegiata, con un siglo de historia, son algunos de los ejemplos que cita el presidente de la asociación vecinal, Henrique Macías, de locales que han cerrado últimamente. Otros casos son el de la tienda de bordados Borla y la de bisutería La Latina. Algunos abrieron y cerraron varias veces, como el Canastro, en la calle Palma. Macías critica que al ocaso del barrio ha contribuido también el traslado de la Casa do Cesteiro al entorno del Concello.

Dora Vázquez, vocal de la asociación, lamenta que "hay una caída general desde hace muchos años. Sólo quedan dos tiendas de comestibles, y han cerrado tres farmacias y varios bares típicos, además de muchas zapaterías", enumera. Fátima Suárez, también vocal, señala que "de los 15 o 20 negocios que abrieron con el Urban han cerrado, si no todos, casi". La calle Real, antes centro neurálgico del barrio, vive sus momentos más bajos.

Vivienda

El barrio histórico ha perdido atractivo, además, para quienes buscan residencia, si se excluyen las plazas de la Constitución y la Princesa, lo que ha desencadenado el declive del comercio. "Hace unos años se rehabilitaron varias viviendas y llegaban a diario jóvenes pidiendo información para instalarse aquí; ahora no viene casi nadie", expone el presidente de la asociación vecinal. Su diagnóstico de la situación es demoledor: "El barrio es seguro, pero urbanísticamente vive el peor momento de su historia".