Textos huérfanos de puntos y comas o carentes de acentos, utilización de signos o abreviaturas propios de los mensajes de móvil, faltas "que duelen a la vista", incapacidad para expresar un concepto estudiado... Todo estos "hallazgos" son habituales en los exámenes y ejercicios de los universitarios.

Mientras los académicos se congratulan por la nueva gramática del español y se preparan para renovar su ortografía, docentes de la enseñanza media y superior alertan del pobre dominio del idioma entre el alumnado y aseguran que una simplificación de las normas, como propuso en su día el mismísimo García Márquez, no mejoraría la "gravedad" de la situación.

"No va a haber una revolución, sino que se introducirán formas mayoritarias en Hispanoamérica", explica María do Carmo Henríquez, catedrática de Lengua Española de la Universidad de Vigo. Constata una "dejadez muy grave" y un "clamor generalizado" en cuanto a la competencia lingüística de los universitarios, pero asegura que eliminar la hache de la ortografía o unificar el uso de be y uve no es la solución. "Es un principio poco científico. Si antes no teníamos faltas de ortografía a los diez años, ¿es que los niños de ahora son más tontos?", se pregunta.

Henríquez, que actualmente ejerce en la facultad ourensana de Ciencias de la Educación y antes lo hizo en Filología, es partidaria de suspender un examen con faltas de ortografía, redacción y expresión sea cual sea la materia y se muestra muy crítica con el diferente nivel de exigencia del profesorado. "No podemos permitir que se licencien filólogos que cometen errores graves y eso está pasando. Yo he suspendido a estudiantes que después reclamaron y fueron aprobados por un tribunal", lamenta.

También rompe una lanza a favor de las carreras científicas y se refiere a los cursos de redacción que impartió en la Escuela de Ingeniería Industrial. "Allí sí vi una sensibilidad y ganas de aprender", asegura.

Rosa Pérez, profesora de Lengua en Filología y correctora de Selectividad, se muestra algo menos estricta. "Todos bajamos puntos y es verdad que nos encontramos con una cantidad de faltas demasiado grande para tratarse de universitarios, pero me parecen más graves los errores de redacción o el no saber resumir", opina.

"Sería preferible insistir en prácticas elementales de redacción y comprensión de textos antes que obligarles a adquirir tantísimos conocimientos. Sólo los alumnos brillantes pueden hacerlo todo", sostiene.

Falta de lectura

Resulta obvio que el panorama en Secundaria no es más prometedor. "Su vocabulario se reduce a sesenta palabras y hay una falta absoluta de lectura", ratifica María del Carmen Sánchez, profesora de Lengua y Literatura españolas en el IES O Castro y con casi treinta años de experiencia en las aulas.

Maite Fernández, docente del área de sociales en el IES Carlos Casares, relaciona el pobre índice de lectura con una "falta de comprensión" y el consiguiente fracaso escolar. "Los que mejor escriben son los que mejor dominan los contenidos", añade en este sentido María do Carmo Henríquez.

La catedrática ourensana asegura que un anodino seis obtenida en 1980 equivaldría hoy a un exitoso diez. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? "Las reformas educativas han sido nefastas y se han desarrollado medias demagógicas y estúpidas como la de no poder repetir curso. Además los alumnos tienen problemas para abordar tantas disciplinas", razona.

El uso de las nuevas tecnologías también está detrás de la falta de dominio del idioma. "Ésta es la sociedad de la inmediatez. Todo se les da hecho y escribir una carta para ellos es un rollo", comenta Sánchez.

Para ella la solución pasa por que los alumnos "lean, escriban y aprendan ortografía hasta los trece años" antes de enfrentarse a conceptos lingüísticos. "Es la mejor edad", corrobora Henríquez.