"Abandoné mi casa por los demás..."

Javier Mosquera / VIGO

Imposible resumir las vivencias de Enrique Romero, Quico, en su Sárdoma natal y vital. Todos los viales de la parroquia, que en muchos casos y con sus propias manos ayudó a asfaltar, se quedarían cortos para todo lo que tiene que contar.

Y es que tiene 84 años, nació en el Camiño de Ponte Segade y vive en Moledo. Fue a la escuela de don Ernesto "y cuando él no estaba, daba las clases su hijo don Emilio, que batía en las manos con correas que daba miedo" y recuerda una visita de la Misión Biológica en plena Dictadura de Primo de Rivera, gestionada por su padre que era concejal de Vigo cuando la ciudad tenía sólo dos parroquias, Sárdoma y Freixeiro.

Alcalde de barrio entre 1947 y 1992 y presidente durante doce años de la asociación de vecinos, reconoce que nació con una enfermedad "que era mirar por los pobres. Trabajé por Sárdoma sin descanso y abandoné mi casa por los demás y estoy contento"

Y así, organizaba bailes y teatro para llevar la recaudación a la Casa de Caridad "y una vez al año, por San Isidro aunque fuera en julio, llevaba un carro y más tarde un camión con productos del campo al asilo. Porque Sárdoma abastecía a las plazas de Vigo y las mujeres, con los cestos a la cabeza camino de los mercados hacían un alto en Santa Rita, donde había una fuente y un valado para descansar, aunque a veces el aire tiraba con ellas".

El fielato estaba a las puertas de la finca de San Roque y le duele especialmente 1941 "porque pasamos el hambre más grande que se pueda imaginar. Estábamos las noches de guardia para evitar que robaran en las fincas. Y después vino lo del pulmón... La gente joven lo recuerda todo muy hecho".

¿Fiestas...? Las de San Pedro, donde estrenó trajes la banda de música de Caeiro, con 21 hombres que pasaron allí la noche porque debían tocar al día siguiente y hubo que buscarles mantas, y la de Los Remedios. "A la imagen de la Virgen le cortaron la piernas para sacarla de la iglesia y después se le hicieron unas nuevas.".

Y ese Lagares omnipresente, "con sus 28 curvas entre la extrema y la avenida de Madrid... y que recorrí a gatas porque nací pegado a él".

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