Una protesta en silencio
José L. Fernández / VIGO
Malestar generalizado entre los vecinos de las 15 calles que el Concello pretende declarar saturadas de ruido para evitar que se abran más bares y pubs en la zona. Zonas tan emblemáticas como Alfonso XIII, Lepanto o Churruca, pertenecientes en su mayoría al epicentro de la movida nocturna, donde cada noche se supera el límite legal permitido de 58 decibelios. Un maremagnum de ruido que empieza en Urzáiz a primera hora de la noche con el sonido atronador de motos y coches, continúa en la zona de Churruca y sus calles adyacentes y se extiende hacia el Areal hasta primeras horas de la mañana.
Para los que tienen su residencia en esas calles, dormir termina siendo una quimera, y a los ruidos del tráfico se suma la música de los locales de hostelería, llegando a convertir las noches de los fines de semana en un infierno.
Manuel Vidal tiene 76 años, y vive en Urzáiz desde hace 30. Asegura que la medida municipal no le sorprende: "No hay quien aguante vivir asi", dice Manuel. "Los problemas empiezan los jueves por la noche cuando bajan los chicos a las discotecas, el ruido de coches y motos toda la noche es atronador. Yo tuve una hemorragia cerebral hace años y necesito tranquilidad, y así es imposible".
Rosa Morales vive en la calle Cervantes, y asegura que antes era mucho peor. "Últimamente si hacen mucho ruido acude la policía, pero antes nos teníamos que pasar la noche en vela. Conmigo vive mi hija y mi nieta de cuatro años, y la niña se despertaba constantemente". Rosa relata además las inevitables consecuencias del ocio nocturno: "Oyes el sonido de botellas al romperse contra el suelo, patadas a contenedores, gritos, y a veces hasta llaman a los timbres. Es normal que la gente se divierta, pero llega un momento en que a una le entran ganas de hacer las maletas", asevera.
Paseando por García Barbón, una de las calles viguesas más saturadas de tráfico está Rosa Villar, uruguaya residente en Vigo, que no duda en comparar ambos países. "En Uruguay la zona de copas está fuera del núcleo urbano, y así se evitan molestias a los vecinos. Hay noches en las que no nos podemos dormir hasta las cinco de la mañana, y luego vamos a trabajar estresados", relata Rosa.
Josefa Rodas es vecina de la calle Alfonso XIII, una de las zonas donde termina la marcha de los fines de semana, en ocasiones pasadas las nueve de la mañana. "Tuve que poner doble ventana para poder dormir algo", dice Josefa, "Todos los vecinos están hartos y me parece estupendo que no se vayan a abrir más discotecas por aquí. Ya hay demasiadas". Josefa se queja además del tráfico de la zona: "Van como locos, el otro día se llevaron por delante mis bolsas de la compra y ni se molestaron en parar", protesta.
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