Jose L. Fernández / VIGO

Con la esperada puesta en funcionamiento del Complejo Residencial O Castro en septiembre de 2001, se hacía realidad un proyecto destinado a equiparar los servicios del campus vigués a los ofertados por el resto de universidades gallegas, ya que Vigo no contaba hasta el momento con la disponibilidad de una residencia con la que atraer a estudiantes de fuera de la ciudad. Coincidiendo con el final del curso universitario, cuando sus habitaciones se quedan vacías, la institución ofrece alojamiento a turistas durante los meses veraniegos, destinado a aquellos visitantes que quieren acercarse a Vigo de una forma diferente, lejos del caos urbano y a precios sensiblemente inferiores a los de cualquier estancia hotelera convencional. En la actualidad, hay 165 personas viviendo en la instalación.

Pese a ser una alternativa turística relativamente poco conocida, los índices de ocupación a mediados de verano suelen alcanzar niveles significativos. En el mes de agosto, el centro ha recibido peticiones de alojamiento de lugares tan diversos como Barcelona, Sevilla o Salamanca, así como de grupos de deportistas que se desplazan hazta Vigo.

El respaldo a la inciativa se debe sobre todo al bajo coste y a la atención personalizada, tal y como apunta la directora del centro, Mónica Costas: "Nosotros no podemos decir que estemos compitiendo con los hoteles, ya que la oferta no es la misma y tampoco trabajamos de la misma manera. Lo único que ofrecemos es el alojamiento. La mayoría de los que vienen se quedan encantados con la atención y con el sitio aunque esté un poco apartado, pero suele ser gente que viene con su propio medio de transporte". En cuanto a las razones de que muchos de los que se hospedan en la residencia por primera vez decidan volver, Mónica lo tiene claro. "Es una cuestión de precio y calidad, y además les atendemos personalmente: les ofrecemos información turística del Concello y consejos sobre qué sitios visitar y como moverse por la ciudad. Buscan sobre todo relax".

Iniciativas como ésta, que tiene como precedente más inmediato la llevada a cabo por otras residencias gallegas como la del Monte do Gozo en Santiago, que hasta su desmantelamiento servía tradicionalmente como albergue para peregrinos durante el verano. En este caso, el mayor atractivo radica en ofrecer al turista una estancia enmarcada en un entorno que se diferencia sensiblemente de la imagen que el visitante espera encontrarse de la ciudad.