Llegó a Vigo desde su Madrid natal en el año 1955, cuando abrió sede en la ciudad la compañía de seguros "La Equitativa", propietaria del noble edificio del mismo nombre construido en la confluencia de Marqués de Valladares con Reconquista.

Su padre se convirtió en el portero de un inmueble que entonces estaba aún sin concluir, casi sin habitar (luego fue residencia de notables familias de la ciudad) y cuyo soberbio portal estaba coronado por una "preciosa" bóveda con los años reducida con un falso techo para ampliar las dependencias de las oficinas del primer piso.

A la muerte de su padre, Manuela heredó el trabajo de portera de un edificio en el que se crió y desde el que ha observado los cambios en el paisaje humano y urbano de su calle.

"Esta zona era muy tranquila. Los niños jugábamos en plena calle a la comba o a lo que fuera; donde ahora está el hostal Nilo era entonces sólo un solar; existían Tobaris y la papelería Porto, que vendía casullas para los curas; el Gran Hotel (con fachada a la Porta do Sol) estaba aún sin reformar y no tenía bajos comerciales; la iglesia de los Jesuitas era un solar y lo demás, más o menos igual", aunque los titulares de los establecimientos ya no sean los mismos y las viviendas antiguas se hayan llenado de oficinas y nuevos vecinos.

"No había tanto tráfico, sólo aparcaban tres coches en toda la calle y nos conocíamos todos", evoca Manuela, que estudió en los Carmelitas y luego se preparó para trabajar en una oficina "pero, por circunstancias de la vida dejé mi trabajo y me quedé con la portería".

Manuela da un nuevo salto en el tiempo para evocar el especial ambiente que daba a la calle el teatro y el cine ubicados en lo que antes era "el García Barbón" y ahora es centro cultural Caixanova. "Lo que hoy es el auditorio, antes era cabaret; luego lo reformaron para abrir una cafetería y luego vendría el cine, que al principio fue de arte y ensayo", recuerda Manuela, que aún tiene fresca la imagen de "una de las artistas del cabaret, que tenía un perro precioso y con la que hablábamos mucho".

También recuerda Manuela, amante de la revista, sus esperas para "ver a los artistas que venían al teatro" y, entre ellos, Zori y Santos, Lina Morgan, Arturo Fernández o Concha Velasco, de los que aún conserva algún autógrafo.