Las campañas electorales producen siempre escenas curiosas. Hace seis días, miembros del BNG, con su candidato a la Alcaldía de Santiago, Rubén Cela, a la cabeza, repartían publicidad frente a la sede de Compostela Aberta, donde su excompañero Martiño Noriega es ahora su rival. Los primeros se marcharon antes de que llegase este con Xosé Manuel Beiras. Ayer, el cruce resultó más simbólico, pues Cela, junto al portavoz nacional frentista, Xavier Vence, y Noriega visitaron durante la mañana el mercado de ganado de Amio, que acogió la asamblea de 2012 que marcó una división nacionalista que continúa. No se cruzaron.

Las fiestas de la Ascensión no solo permitieron a las dos principales familias del nacionalismo cruzarse en Amio, sino a todas las fuerzas políticas en la Alameda para disfrutar del tradicional pulpo, como hicieron el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el alcalde Agustín Hernández, así como el líder socialista José Ramón Gómez Besteiro y su candidato Francisco Reyes.

El morbo, sin embargo, lo marca la vuelta simbólica del nacionalismo al lugar en el que la familia se tiró los trastos a la cabeza. Unos decidieron quedarse en la casa común para tratar de reconstruirla, a pesar de los tiempos de dificultades. Otros, quienes se fueron a Anova o Compromiso por Galicia -su candidato en Santiago Xosé Antón López, que no procede del BNG, también visitó Amio- optaron por marcharse para, alegaron, buscar nuevos horizontes y adaptarse al siglo XXI.

A pesar de las pullas que se lanzan en las redes y en privado algunos miembros de las principales ambas ramas del nacionalismo -BNG y Anova-, las encuestas prevén que ambos puedan tener que tomar la decisión de reconciliarse.

Si el PP pierde la mayoría absoluta y no el apoyo de Ciudadanos no le alcanza, PSdeG, la marea Compostela Aberta -donde se integra Anova- y el BNG podrían recuperar el cetro de mando de la capital de Galicia para la izquierda con un pacto.

Ese escenario podría contribuir a cicatrizar heridas que aún supuran. El sábado pasado, una dirigente del Bloque, a unos metros de la céntrica sede de Compostela Aberta, reivindicaba la fidelidad a sus siglas frente las Mareas. "Nadie dice que son los mismos que AGE. ¿Ya no vale su marca?", ironizaba sobre lo que entiende un cambio de piel con fines electorales.