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Pediatras avalan el veto a las bebidas energéticas por «una cuestión de salud pública»

Aseguran que el consumo en menores genera síntomas como taquicardia, insomnio o ansiedad, y que «es una puerta de entrada a la adicción» y al consumo sustancias como el alcohol

Menores consumiendo bebidas energéticas . |  Xoán Álvarez

Menores consumiendo bebidas energéticas . | Xoán Álvarez

Santiago

En pleno debate sobre las consecuencias de consumir bebidas energéticas a edades tempranas, a raíz de la nueva Ley de prevención de adicciones en menores que está tramitando el Parlamento y que previsiblemente prohibirá su consumo a este grupo de edad, entre los pediatras no hay ninguna duda: el riesgo que implica consumir estos productos con asiduidad, que se pueden comprar con tanta facilidad como los zumos o los refrescos, se ha minimizado, y muchas veces ni los padres ni los niños son conscientes de su composición. Taquicardias, palpitaciones o insomnio son solo algunos de los síntomas que presentan los jóvenes que las toman de forma generalizada, desconociendo que, en muchos casos, son «una puerta de entrada a la adicción».

Según explica la presidenta de la Sociedade Galega de Pediatría y Jefa de la sección de hospitalización y urgencias pediátricas en Santiago, Susana Rey García, los pediatras tienen una «posición unánime de rechazo al consumo de bebidas energéticas durante la infancia y la adolescencia», un hábito que, como otros muchos, «hemos banalizado» e integrado en nuestra vida cotidiana a pesar de los riesgos que puede suponer, indica. «Realmente, por su composición, son bebidas estimulantes», con cafeína, mucho azúcar y a veces otras sustancias, como la taurina, el ginseng o el guaraná, que generan una «sensación de euforia» comparable con la de «drogas de diseño». «Llevan más cafeína que un vaso lleno de café solo, y a nadie se le ocurriría dárselo a un niño», señala, destacando que «desde el punto de vista de las recomendaciones nutricionales de los niños, no cumple ningún ítem: «Es una cuestión de salud pública», asevera.

En esto coincide también la presidenta de la Asociación Galega de Pediatría en Atención Primaria, Amparo Rodríguez Lombardía, que señala que «cuando salieron hubo confusión». «Lo que ofrecían era bajar la fatiga, más habilidad mental y resistencia física, pero, sobre todo cuando se toman de forma generalizada, consiguen todo lo contrario». En clase, por ejemplo, los jóvenes la toman para rendir mejor pero al final no pueden concentrarse.

Por lo tanto, si bien no es partidaria de las prohibiciones, en este caso Rodríguez considera la ley necesaria porque hay un problema de «baja percepción de riesgo». Y es que, lejos de ser inocuas, los pediatras ven a diario las consecuencias que estas bebidas tienen en la salud de los más jóvenes. Entre los efectos derivados del consumo de estas sustancias, destacan las consecuencias en el sistema cardiovascular, como taquicardia, sensación de palpitaciones o nerviosismo; mientras que la sobreestimulación del sistema nervioso repercute en síntomas como la ansiedad o el insomnio. Además, ambas profesionales señalan con preocupación la alta cantidad de azúcares que llevan, favoreciendo no solo el sobrepeso y la obesidad, sino también la adicción. «Como todo hábito, es adictivo, y cuando se suprime también da una sintomatología, nerviosismo, ansiedad, estrés…, estamos viendo muchos efectos sobre todo a partir de 12 años», añade Rey.

Y es que uno de los «mayores problemas» de este tipo de bebidas «es que abre la puerta a la ingesta de otras sustancias» y a las adicciones, como explica Rodríguez. «Empiezan por la bebida energética, luego la mezclan con alcohol», y además «genera tolerancia»; por lo que tienen que aumentar el consumo y se convierte en «una puerta de entrada a la adicción». «Hay que proteger a los niños. No es justo dejar en el menor la responsabilidad» de no consumirlas, zanja al respecto.

Rechazo del BNG

Este sábado, por su parte, el BNG avanzó que presentará una enmienda a la totalidad del texto por falta de concreción, plazos y recursos, y por ser una norma centrada estrictamente en las infracciones y sanciones, en vez de en la prevención, la educación y la prevención temprana. Censuran, así, que los jóvenes puedan enfrentarse a multas por consumir o transportar bebidas alcohólicas o energéticas, y que la ley no es lo que los menores necesitan.

uchas veces no son conscientes de la composición de estas bebidas, lamenta Rey, por lo que «necesitamos esta ley para tener un arma a la que agarrarnos» y que vean «que está legislado» y que las recomendaciones de los médicos «son por algo, no por un capricho de los pediatras».

«Necesitamos esta ley para tener un arma a la que agarrarnos»

Esta normalización de las bebidas energéticas como un refresco del día a día hace que detectar su consumo y abuso sea complicado por parte de los pediatras. Cuando un niño va a consulta porque no duerme o porque tiene sobrepeso, «vemos que toma este tipo de sustancias» tras hacer las preguntas adecuadas, explica Rodríguez, y descubren que son la causa subyacente de otros problemas. «Muchas veces tienes que preguntar explícitamente por ese consumo, porque lo han integrado como parte de su rutina , como beber agua. Hay niños que a lo mejor beben tres o cuatro al día, que hacen una práctica deportiva y la utilizan como si fuese una bebida isotónica», cuando, señala, no cumplen la misma función de «recuperar», insiste Rey al respecto. Pero más allá del desconocimiento de los menores sobre por qué no deberían abusar de estas bebidas, es también muy preocupante el desconocimiento que hay entre los padres. M

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