Galicia lidera los cuidados familiares de mayores por su alto envejecimiento

Casi el 18% de personas se encarga de parientes de avanzada edad con algún problema crónico | Muchas desarrollan sensación de agotamiento e incluso cuadros depresivos

Una mujer acompaña de la mano a otra de avanzada edad en Santiago. |  Xoán Álvarez

Una mujer acompaña de la mano a otra de avanzada edad en Santiago. | Xoán Álvarez

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Santiago

Un inicio de demencia de su padre ha forzado a una joven no solo a aparcar su trabajo en Santiago, sino también a mudarse a un pueblo de la costa coruñesa para ayudar a su madre en las tareas de cuidado, condicionadas por ataques que incluso pueden a llegar a ser violentos. Sus amigas tratan de convencerla de no frenar su vida para evitar que esa tarea acabe afectando a su salud mental y añadiéndole estrés y ansiedad a la dificultad para asumir la enfermedad de un ser querido.

Este tipo de situaciones resultan habituales cuando un familiar asume el cuidado de un pariente de avanzada edad, algo que es más frecuente en Galicia que en ningún otro sitio de España. La comunidad lidera el porcentaje de ciudadanos que asumen esta tarea con el 17,66%, siete puntos por encima de la media, un porcentaje que supone 411.900 ciudadanos. De ellos, 245.600 —el 60%— son mujeres y 166.300 son hombres, según la reciente Encuesta de salud elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

El envejecimiento de la población gallega, con uno de cada cuatro ciudadanos por encima de los 65 años, y una tradición en el rural de cuidados en la casa familiar contribuyen a situar a Galicia al frente del porcentaje de cuidadores, aunque casi empatada con Asturias (17,63%).

Estas personas suelen sufrir el conocido como síndrome del cuidador quemado, con una incidencia que un estudio de 2019 realizado en Ourense situaba en el 33%, pero que otros elevan al 55%. «Se trata de un agotamiento físico, emocional y mental por la sobrecarga que supone el cuidado y que coloca a estas personas en riesgo de adquirir un trastorno psicológico, como un cuadro depresivo», explica Pedro Santamaría, psicólogo del Grupo de Psicología del Envejecimiento del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.

Este especialista destaca la necesidad de prestar atención al salto entre lo que constituye el agotamiento inherente a esta tarea, que suele afrontarse 24 horas al día durante las siete jornadas de una semana, y un trastorno. «En este último caso, los síntomas de agotamiento impiden a la cuidadora hacer una rutina normal en su día a día, como dejar de poder ir a la compra, ver a sus amistades, a asearse... Entonces, empieza una sensación de vacío y falta de vida que puede desarrollar un trastorno mental», advierte Santamaría, que matiza que suelen ser procesos paulatinos.

El antídoto para mitigar esta clase de problemas psicológicos pasa por el gasto público y mejorar los recursos comunitarios a disposición de las familias, salvando incluso la presión social de que es necesario cuidar a un pariente en casa y de que no se demuestra amor por él si se opta por apoyarse en centros de día o residencias, así como ofrecer formación para estas cuidadoras, especialmente en los casos de dolencias cognitivas, como demencias o Alzhéimer, para rebajar su carga de tareas y emocional. «Hay que verlo como un trabajo, no hay ninguno donde se trabaje 24 horas sin descansos. Incluso cuando se ingresa a un pariente en una residencia, se sigue siendo cuidador porque se está pendiente de los avisos, de las visas de la ropa, de si está a gusto...», finaliza Santamaría, que destaca la necesidad de rebajar la presión y sanción de «culpa» sobre este colectivo de cuidadores informales.

Terapia de grupo una vez al mes en Boqueixón: «Les cuesta al principio, pero les sienta bien»

Desde hace nueve años, el concello de Boqueixón organiza el programa CoidarNos, una especie de terapia de grupo destinado a cuidadoras de familiares en situación de dependencia. Se trata de reuniones mensuales de dos horas de duración para usar la conversación el compartir experiencias como manera de «gestionar la carga emocional». «Al principio, cuesta dar el paso de venir, pero una vez que lo hacen la continuidad es alta porque sienten el calor del resto y que es un espacio donde se sienten comprendidas», cuenta sobre el proyecto, nacido en 2016, Ana Anta, trabajadora social del ayuntamiento y una de los dos pilares del programa, junto a Yolanda Neira, psicóloga del Centro de Información á Muller.

Alrededor de una treintena de mujeres ha pasado por estas conversaciones en un período en el que solo tres hombres se han dejado ver. «Fueron casos anecdóticos», reconoce Anta, que explica que los casos han pasado antes por los servicios sociales para recibir información sobre nuevos recursos o ayudas en trámites burocráticos.«El perfil es el de mujeres de mediana edad, a partir de los 45 años, pero hay casos de más de 70 que cuidan de familiares, como pueden ser sus parejas, padres o madres, tíos...», relata esta trabajadora social, antes de destacar la necesidad de este colectivo de desahogarse.

«La mayoría sufre el síndrome del cuidador, con un agotamiento muy prolongado, que genera un cóctel con sensaciones de culpa, frustración. Suelen tener problemas también para poner límites a las demandas inagotables que tienen», cuenta tras señalar al servizo de axuda no fogar (SAF) como principal apoyo del colectivo..Compartir experiencias y recibir apoyo para mitigar esa culpa es el motivo de estas charlas.

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