Los centinelas del monte
La Xunta incorporó hace dos meses a un millar de efectivos a la lucha contra el fuego. Los bomberos forestales constituyen la última línea de defensa contra los incendios, aunque su tarea va más allá de apagar llamas. Desde el mes de marzo trabajan limpiando el monte para minimizar los riesgos.

Los brigadistas Juan José Pérez, Romina Conde y Diego González. | Jesús Prieto
Martín G. Piñeiro
Aunque los libros de Historia cuentan que el ser humano descubrió y domesticó el fuego hace 1,6 millones de años, la experiencia pone en duda que esa capacidad de control sobre las llamas sea real. Cada año se repiten las tragedias donde son los grandes incendios forestales los que someten a su antojo a la humanidad, arrasando todo lo que encuentran a su paso, incluidas vidas. Galicia conoce bien esta realidad, ya que sufrió olas incendiarias de gran magnitud en 2006, 2017 y 2022, por citar solo las de este siglo. En esos momentos, los bomberos forestales constituyen la primera y única línea de defensa. Aunque la verdadera esencia de su trabajo no radica en extinguir esos grandes fuegos, sino en evitar que lleguen a producirse a través de la prevención.
Y eso es justo lo que llevan haciendo dos meses un millar de profesionales fijos-discontinuos de la Xunta: preparar un escenario que permita entrar en la temporada de alto riesgo de incendios con el monte y los medios a punto. Porque aunque por influencia de Hollywood siempre se asocia la figura del bombero a grandes gestas heroicas, el día a día de estos profesionales tiene bastante más de trabajo duro y desbrozadora que de tensión, riesgo y adrenalina.
Un día en la base de Padrón
A las 16.00 horas, en la base de Herbón (Padrón), el todoterreno repleto de maquinaria está listo para salir. Al volante va Juan José Pérez Mato, bombero-conductor; y con él Diego González González, bombero; y Romina Conde Mato, que es la jefa. Ellos constituyen junto a Moisés García —ausente por una baja— la Brigada Sar I, una de las dos que opera en esa base correspondiente al Distrito Forestal IV: el de Barbanza-Sar.
Suben al monte Meda por pistas sin asfaltar. Su objetivo son algunos de los once depósitos de carga de agua que tienen en su área, nueve de ellos más pequeños, para motobombas; y dos enormes adaptados para la carga de helicópteros.
«En temporada de bajo riesgo, la prioridad es tener los depósitos de agua limpios y las pistas de acceso despejadas», explica Romina Conde, que lleva desde 2019 al frente de la brigada.
En Cruxeiras de Arriba empiezan a desbrozar alrededor de una balsa de agua. «Esta es para motobombas, de unos 30.000 litros», explica Diego González. Permitiría cargar un camión diez veces. La jefa de brigada detalla la importancia de tener limpios estos accesos: pueden ser determinantes al extinguir un incendio. «Están geolocalizados en una app y así las motobombas pueden acudir al más cercano a recargar». Añade que no solo hay que tener limpios los alrededores y los accesos, sino que se vacían antes de la temporada, se revisa que no haya fugas, se limpian las captaciones para garantizar el agua, se cavan desagües, se sacan las algas...
A estos trabajos se suma el arreglo de pistas, podas, apoyo a tractores desbrozadores, limpieza de cunetas, retirada de árboles caídos... «Hay trabajo para todo el año. La superficie de monte en Galicia es enorme», dice la jefa. En verano, suman a esas tareas las patrullas nocturnas de vigilancia y disuasión en el monte.
Ellos estarán ocho meses, del 17 de marzo al 16 de octubre. Y el año que viene un mes más, nueve meses. Estos mil brigadistas fijos-discontinuos conforman un tercio del personal antiincendios que hay ahora mismo sobre el terreno en Galicia, ya que otros 2.000 profesionales trabajan todo el año. Y a ellos se sumarán en verano, para la época de alto riesgo, los equipos municipales.
Esta brigada lo tiene claro. «Nuestro trabajo durante estos meses tiene repercusión y evita incendios en verano», dicen. «Da gusto ver el monte limpio». Y eso que en esta parte de A Coruña todavía se ve «bastante abandonado» en comparación con otros puntos de Galicia, como A Mariña de Lugo. Y admiten que la gente empieza a respetar más las franjas de seguridad, «pero más por las multas y el bolsillo que por concienciación», bromean.
Cuando suena la alarma
Antes de que llegue la temporada de alto riesgo, a partir del 1 de julio, los días en la base de Padrón pasan entre labores de prevención y formación, que cada vez gana más peso. «Todos los años introducen conceptos nuevos», admiten, como ocurrió esta vez con un curso de embarque en helicóptero, por si es necesaria una evacuación. Se desplazan a formarse a Toén (Ourense), aunque también tienen formación online y presencial. «El servicio es mucho más profesional, con gente más motivada y gente más formada», dice Conde.
Y entre tanta prevención y formación... ¿dónde está el fuego? «En cualquier momento puede sonar una alarma que nos desplace a cualquier lugar de toda Galicia», explican. Juan Pérez y Diego González ya pasaron por eso en 2022, en los grandes incendios de O Courel y Valdeorras, con aldeas enteras cercadas. «Había ceniza blanca por lo elevado de las temperaturas, parecía una zona de guerra», relata el primero de ellos. «Es triste, pero así es este trabajo».
Sin embargo, su experiencia les dice que estos grandes fuegos mediáticos no son los peores. «Los incendios pequeños son los más peligrosos, porque es donde más trabajo realizas y estás directamente en contacto con el fuego. A veces eres incluso el primer medio en llegar, mientras que en los grandes fuegos muchas veces son los aviones y helicópteros los que combaten el frente», relata Pérez. Y Diego González lo corrobora: «En los grandes nunca actúas contra el fuego, hay menos riesgos. En los más pequeños se producen más accidentes».
Motivaciones
Sobre las causas que hay detrás del fuego, especialmente en una zona de alta actividad como O Barbanza, la brigada no se moja: «Hay de todo». Sí explican que los incendios por rayos de las tormentas, más frecuentes de lo que se cree, suelen ser complejos, «porque caen donde coincida, en zonas de difícil acceso». Mientras, «los provocados suelen estar cerca de pistas». También sofocaron fuegos de catenarias del tren, postes de la luz...
En ese sentido, estos dos meses fueron tranquilos, con alguna salida que acabó en conato y una única algo relevante en Taragoña (Rianxo). «En general el año pasado y lo que va de este son tranquilos». Llovió mucho en la primavera, una ventaja para estos meses del año, aunque un inconveniente para el verano. «La lluvia hace crecer la maleza, especialmente las herbáceas, que son las primeras en entrar en combustión», cuenta la jefa de brigada. El extremo opuesto, una primavera seca, también tiene sus riesgos: puede secar las captaciones de agua para los depósitos de carga.
Y aunque reconocen que en las alarmas de incendio hay «un punto de adrenalina» que los saca de la rutina de la prevención, lo mejor siempre es que no arda nada. «No me gusta ver quemado el patrimonio natural que es de todos. Me gusta ver el monte limpio y vivo», concluye Romina Conde.
- Lista de espera para desbrozar fincas: «Hoy tuve que decir no a tres clientes»
- La nueva selectividad supone en Galicia 1,2 puntos menos que la nota del instituto
- Una cuarentena de centros alcanza el notable de nota media en la selectividad
- Los colegios e institutos gallegos deberán informar a la Inspección educativa de charlas, excursiones o actividades no programadas
- «Quiero estudiar Derecho, opositar y trabajar en Galicia»
- El alcalde de Ames, Blas García, pide el adelanto de las elecciones generales
- Quejas por el sistema de 'buzón' para fijar citas en el Sergas: usuarios acuden a la Valedora
- Adif deja sin ejecutar 44 millones de la inversión prevista en el AVE