Entrevista | José María González Moya Director general de APPA Renovables
«Hay que buscar la unión de energía renovable, competitiva e industrialización»
«Ya no se entiende plantear un proyecto renovable si no vas de la mano del territorio»

José María González, director general de APPA Renovables. / FdV
Tras casi medio siglo exprimiendo el carbón, el cambio de modelo energético es para el Noroeste un auténtico reto y, a la vez, una oportunidad de recuperar vigor industrial de la mano de las renovables. «Ofrecen de largo la electricidad más barata», recuerda José María González Moya, director general de APPA Renovables, que apela a sacar partido también de la exigencia de un sello verde en cualquier producto.
—Aunque todos los territorios se la juegan con la transición energética, ¿la histórica vinculación con el carbón condiciona el proceso en las comunidades del Noroeste?
Desde luego. El paradigma ha cambiado, pasando de un sistema centralizado de producción de energía a uno distribuido con sus ventajas e inconvenientes. Hay que analizar la necesidad y la urgencia de seguir como estábamos. No podíamos. Entre otras cosas porque estábamos cargándonos el planeta, poniendo en juego el futuro de la especie. Esto quedó más que demostrado, no solo por el consenso científico, sino social y político, excepto en algún caso que conocemos. El sistema energético basado en fuentes como el carbón dio prosperidad durante muchos años, pero abandonando la protección del entorno. Estas tres regiones aprovecharon lo positivo, pero vivieron también parte de lo negativo.
—¿Como niveles altísimos de emisiones de CO2, por ejemplo?
Y la pérdida de biodiversidad. En las zonas cercanas a las centrales se respiraba un ambiente nada sano. En el cambio a un mundo renovable tenemos que ir a buscar los recursos donde los hay. No es como el carbón, que puedes transportarlo. Las renovables se instalan donde hay sol, viento, agua y territorio. En esa mezcla España es un país privilegiado. Los territorios donde se sitúen se tienen que beneficiar y la visión debe transcender exclusivamente a mi localidad o mi entorno más cercano. Tenemos que verlo como una apuesta de país.
—Desde luego, ninguna de las tres comunidades del Noroeste es una isla.
Son comunidades muy variopintas, pero, entre otras cosas, las une la presencia de un recurso eólico estupendo, sobre todo Galicia y Castilla y León, dos potencias que debemos aprovechar. Ya tenemos ciertas limitaciones en materia de energía por ser una península como para autoimponernos otras. La mayoría de personas que tenemos un contrato de la luz a precio regulado e indexado al mercado, gozamos de muchas horas con el precio de la electricidad muy barato. Suele pasar los fines de semana y en horas de mediodía por un desarrollo solar muy fuerte. No quiero pensar si Extremadura se plantease que solo se beneficien los extremeños de las horas baratas y no los gallegos, los castellanoleoneses o los asturianos.
—O a la inversa con el viento.
Efectivamente. Ciertos cambios en el sector incorporados en la ley de medidas fiscales de Galicia van un poco en esa línea cuando lo que creemos que hay que hacer es dar esa visión global, de país.
—¿El principal problema de Galicia con las renovables es la judicialización de proyectos?
Sin duda alguna.
—Proyectos hay de sobra.
Hay proyectos, interés, territorio, viento... El problema lo tenemos con la inseguridad por la judicialización y la paralización de una buena parte por el Tribunal Superior de Justicia de Galicia, pendientes de que se solucione con la cuestión prejudicial elevada a Europa.
—Castilla y León lleva años consolidada en cabeza de las renovables, con un reparto multienergético: eólica, hidráulica y por encima de 3.000 MW ya en fotovoltaica. ¿Es la joya de la corona del sistema eléctrico?
Es un ejemplo de buena práctica tanto para las empresas del sector como para la propia región. Un caso de éxito hoy y para el futuro. Además de los recursos, Castilla y León destaca por la extensión del territorio, una ayuda para la implantación.
—¿Y Asturias? Es uno de los pocos territorios con predominio del carbón y el despliegue de renovables no acompaña al apagado de las térmicas.
Otro de esos casos a estudiar en detenimiento. Es una fuente de industrialización del país entre lo que viene de lejos y las nuevas industrias que se están implantando, pero en materia renovable se ha quedado muy atrás. Evidentemente tiene limitaciones por el territorio y su protección, pero se podría haber hecho más. Fíjate que, al igual que Galicia, dispone de recursos biomásicos y potencial de valorización energética. Y en materia solar, ya vemos como grandes empresas optan por el autoconsumo. Pongo el ejemplo de Asturiana de Zinc, con una instalación enorme. Asturias es un paraíso natural de renovables por aprovechar.
—¿Podrán asegurar las renovables el mantenimiento de industrias electrointensivas?
Claro. Su principal gasto es el consumo de electricidad y el socio ideal es una instalación que le pueda ofrecer energía a precio barato, competitivo y 100% renovable. El papel de las renovables es crucial para nuestra sociedad en su conjunto, no solo para las industria electrointensiva. Ofrece de largo la electricidad más barata, pero hoy en día, en un mundo global, se reclama además que tu producto —sea una puerta, una televisión, acero o cemento— sea sostenible. Ahí es donde debemos avanzar. Las grandes tecnológicas apuestan por las renovables para el sello que quieren poner detrás con el cuidado al entorno. Se habla mucho de que España tiene que reindustrializarse y el informe Draghi nos lo dice: Europa ha perdido competitividad, está fuera de los mercados globales por no contar con petróleo y gas y apela a aprovechar los recursos naturales renovables.
—¿Y atraer nuevas industrias?
Hay que buscar la unión entre energía renovable, competitiva e industrialización. Y esa industrialización tiene que venir de la mano también de seguridad jurídica, certezas a largo plazo y acercamiento al territorio.
—¿El sector debería hacer más esfuerzos de pedagogía para contar a los territorios su papel?
Hay que hablar de todo, de las renovables y de la energía en general. Todos los esfuerzos son pocos. No el 100%, porque siempre hay excepciones que muchas veces lamentablemente marcan la agenda en negativo, pero el espíritu de la mayoría de empresas es quedarse durante 20 o 30 años en un territorio, convencidas de tener acuerdos con entidades locales. Se ha avanzado mucho. Hoy en día no se entiende plantear un proyecto renovable si no vas de la mano del territorio analizando las bondades, sobre todo en la vía de beneficios, y las contras que puedan presentar los proyectos para buscar mejoras y acciones correctoras.
—¿Con beneficios sociales más directos, más concretos?
Tenemos que ofrecer beneficios directos a las entidades locales donde se implantan las renovables. Como cualquier otra actividad. Cuando ponemos una industria o un negocio en un polígono, ahí ya existen beneficios, no solo para el propietario de los terrenos, sino para ayuntamientos y diputaciones por la recaudación de los impuestos de actividades económicas, construcción, el equivalente al IBI... Pero las empresas ya ofrecen ventajas que van más allá de eso. Se están fomentando nuevos modelos de negocio, nuevas oportunidades para los territorios. Las empresas ofrecen participación en comunidades energéticas o la puesta en marcha de instalaciones de autoconsumo para los vecinos. Se están haciendo muchas cosas bien y se deberán seguir haciendo.
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