De abrigo de montaña a residuo
El cierre de mercados internacionales y la falta de lavaderos arruinan la venta de lana de casi 123.000 ovejas en Galicia | Unas 250 toneladas anuales se acumulan como restos

Un rebaño de ovejas de «O Rexo» en Allariz, esta semana, previa al esquilado de abril. | Iñaki Osorio

Los rebaños de ovejas y cabras en Galicia han pasado de ser un símbolo de producción rural a convertirse en un problema sin solución clara... No por la leche, que alimente cada vez más quesos singulares, sino por la lana. Esa, que antaño tenía un valor comercial, ahora se acumula sin que nadie la demande ni se sepa muy bien qué hacer con ella. Antes se exportaba o procesaba, hoy se apila en naves y explotaciones, mientras el sector ovino busca respuestas que no llegan.
«No podemos asumir toda la lana ante esta nueva rapa que llega en abril, no sabemos qué hacer... Estamos todos igual. Hay almacenistas con una nave repleta y en la misma situación», explica el propietario de la explotación ecológica «A ciruxana», de raza ovella galega, Xoán González, desde Viana do Bolo. Antes, este mismo emprendedor participó en experiencias textiles artesanales que se nutrían de dicha materia prima. Un bien apreciado en la artesanía. En otros puntos de montaña en Europa o América o para marcas, sigue siendo fuente de abrigo.
Desde 2021, la lana del sector ovino en Galicia se enfrenta a una crisis debido a la falta de salida comercial. Hay lana excedente. Antes de la pandemia, la mayor parte se exportaba a China para su procesamiento, pero el covid-19 y el aumento de los costos de transporte han frenado este comercio. Como resultado, los productores han acumulado grandes cantidades sin un destino claro.
Según datos oficiales de Medio Rural, en 2023 en Galicia había casi 123.000 ovejas. Las principales razas son la ovella galega, autóctona de la región, y rebaños de animales cruzados. Cada año se generan unas 250 toneladas de lana, pero a ellas se suman las de campañas anteriores por la falta de salida comercial.
«Desde hace tiempo, todo está abarrotado», explica Amaia Santamarta, técnica de la asociación Ovica. La lana, que antes se recogía y exportaba a China para su procesamiento, ha quedado fuera del circuito comercial. «Antes había personas que la recogían y la enviaban a lavaderos o directamente a la exportación, principalmente a China», señala.
La crisis comenzó con la pandemia y se agravó con el encarecimiento del transporte. Las normativas laborales y medioambientales más flexibles en China permitían procesar la lana a menor costo y devolverla a Europa para su transformación. «Con la pandemia, la comercialización se paralizó por completo, y cuando se intentó retomar, los costos de transporte se triplicaron, lo que hizo inviable la exportación», explica Santamarta.
Las explotaciones pequeñas pueden desprenderse de la lana más fácilmente, aunque sin una gestión regulada. «Las explotaciones grandes llevan almacenando lana durante dos o tres años, y ahora, con una nueva campaña de esquilado, no saben qué hacer con ella», advierte Santamarta. Otras fuentes consultadas reconocen que el problema «empieza a ser complejo».
Además, la lana, lejos de degradarse con facilidad, presenta propiedades que dificultan aún más su eliminación. Es altamente ignífuga, impermeable y su descomposición es extremadamente lenta, lo que impide una solución sencilla. No se puede tirar sin más ni quemar sin consecuencias. Además, la legislación la considera un subproducto animal, lo que obliga a su trazabilidad. «Antes, quien recogía la lana dejaba un documento que acreditaba su destino, pero ahora, al no haber recogida, la lana debe permanecer en las granjas sin posibilidad de eliminarla legalmente», explica Santamarta.
En muchas explotaciones, las pacas de lana se amontonan sin perspectivas de uso. «Acabouse o conto», resume un empresario que antes comercializaba piel y lana desde una aldea del sur gallego. Reconoce tener un almacén lleno de lana, pero rechaza aparecer en este reportaje. Y menos, mandar una foto.
Bioconstrucción
Desde Ovica han intentado abrir nuevas vías para el uso de la lana, como la bioconstrucción o el acolchado agrícola. «La lana en Galicia no tiene un uso textil consolidado porque la mayoría del ganado no es de razas específicas para ello», explican. Aun así, en algunos lugares se ha experimentado con su aplicación en la regeneración de suelos. «Planteamos un proyecto para terrenos incendiados con paja, pero propusimos hacerlo con lana. Se hicieron pruebas con buenos resultados, pero la financiación nunca llegó», lamenta. Mientras tanto, en Galicia han surgido iniciativas para intentar aprovechar la lana acumulada. En un punto de la comunidad, un proyecto experimental de compostaje acaba de arrancar, pero sus responsables también prefieren no hablar. Desde la Consellería de Medio Rural aseguran que no trabajan en ninguna solución en esta línea. En septiembre, Lugo acogerá el Foro da Lá, un evento para visibilizar esta crisis y buscar soluciones. «Queremos poner el foco en el problema y explorar posibles salidas», indican. Sin medidas concretas ni inversiones, será un obstáculo más para el sector ovino gallego.
Investigadora del CSIC: «Tiene propiedades para la restauración de suelos quemados»
Cristina Fernández, investigadora en la Misión Biológica de Galicia (CSIC), está explorando una alternativa innovadora para la recuperación de suelos tras incendios forestales: el uso de lana de oveja. Este material, que a menudo se considera un residuo sin valor, podría utilizarse como una cobertura más para reducir la erosión y mitigar el riesgo de escorrentías en terrenos afectados por el fuego.«La lana tiene propiedades muy interesantes para la restauración del suelo», explica Fernández. «Es un material natural, biodegradable y con una gran capacidad para retener la humedad, lo que puede favorecer la regeneración de la vegetación en zonas quemadas».A diferencia de la paja, que se dispersa fácilmente desde el aire y se emplea habitualmente en la estabilización de suelos degradados, la lana requiere una colocación manual. «Esto limita su uso a áreas accesibles, pero también permite una cobertura más estable y duradera», señala la investigadora. Según Fernández, su estructura fibrosa hace que permanezca en el terreno durante más tiempo, ofreciendo una protección prolongada frente a la erosión y facilitando la recuperación del ecosistema.El proyecto aún se encuentra en fase experimental, la investigadora está buscando financiación y colaboraciones para llevar a cabo pruebas a mayor escala. «Queremos evaluar la efectividad de la lana en distintos tipos de suelo y condiciones climáticas, para poder integrarla como una herramienta más en la restauración ecológica tras incendios», indica. Su trabajo forma parte de una línea de investigación más amplia en ecología forestal y gestión de incendios, con el objetivo de encontrar soluciones sostenibles y basadas en el uso de recursos naturales locales.«Es fundamental aprovechar los materiales que ya tenemos y que se están desaprovechando», concluye Fernández. «Si la lana demuestra ser eficaz, podríamos estar ante una alternativa viable y ecológica para la recuperación de nuestros montes», defiende.
«Un centro de tratamiento podría abrir puertas a la comercialización»
El problema, según expertos del sector, es que en Galicia no hay infraestructuras para procesar la lana. «En España quedan solo tres lavaderos de lana: en Palencia, Valladolid y Cuenca», explican en Ovica. Tener uno en Galicia abriría nuevas oportunidades y permitiría que la lana fuera tratada localmente, evitando los altos costes de transporte que han paralizado el mercado. Pero, hasta la fecha, no ha habido iniciativas de la administración de este tipo.Algunas comunidades autónomas han impulsado pequeños lavaderos regionales, pero en Galicia no hay planes para ello. «La puesta en marcha de uno aquí abriría muchas puertas», aseguran desde el sector. Sin embargo, la inversión inicial, las normativas medioambientales y la falta de apoyo público siguen siendo barreras que impiden que esto se haga realidad.
Suscríbete para seguir leyendo
- El PP gallego ataca a Luis Zahera por su oposición a la planta de Altri
- Una treintena de gallegos venden su casa, pero tienen derecho a vivir en ella hasta que mueran
- «Con la nueva Ley de Extranjería un 20% de solicitantes de asilo parten de cero para los papeles»
- El sobrecoste de la exigencia de las nuevas calderas de gas: hasta 3.500 euros
- Mastines, vigilantes del equilibrio en el monte
- El 8 de septiembre toca volver al cole
- Cinco palabras gallegas que usas al hablar castellano sin darte cuenta
- La Xunta busca captar nuevos cazadores con un acceso más ágil a la primera licencia