Seis meses y mil euros, el primer escollo de los ucranianos para validar el título

Deben presentar una traducción jurada de la licenciatura y tener B2 de español

Desde que comenzó la guerra en 2022, ninguno logró homologar su grado universitario en Galicia

Desde la izquierda, Leonid junto a su madre Natalia y Natalia Stefanska

Desde la izquierda, Leonid junto a su madre Natalia y Natalia Stefanska / Cedida / Alba Villar / FDV

Vigo

Los ucranianos que escaparon de la guerra y se instalaron en Galicia viven un proceso de adaptación complejo y sus vidas aún no se parecen a las que dejaron atrás. Desde 2022 lograron empadronarse en la comunidad alrededor de 2.500 (2.427 hasta diciembre de 2024), pero ninguno de ellos pudo homologar su título universitario todavía y aún no pueden ejercer la profesión que tenían en su país de origen. No hay casos de éxito aunque ya hayan pasado tres años desde el inicio de la guerra.

Y es que es un proceso largo, de más de dos años, y son necesarios algunos trámites que pueden ser una criba para los candidatos. Entre ellos, la traducción jurada del título. Es tan costoso que obliga a los ucranianos a dejar parte de sus ahorros en el proceso y todo ello sin garantías de que vayan a poder trabajar después de lo suyo. 

Los precios pueden superar los 1.000 euros y la lista de espera alcanza ya los seis meses. Lo necesitan profesiones con colegio, como son los médicos, enfermeros, veterinarios, abogados o ingenieros.

Solo una joven logró homologar su título, pero vino antes de que comenzase la guerra

La portavoz de la Asociación de ucranianos en Galicia Girasol, Marta Skyba, explica que solo hay un caso de una chica que logró homologar su título de Medicina, pero tardó cuatro años y medio y vino antes de que comenzase la guerra. «Tenemos gente muy preparada, médicos con más de diez años trabajados, odontólogos con experiencia, una veterinaria… Pero están desaprovechados, ejerciendo como camareros o como personal de limpieza», afirma. Lo que sí se llevó a acabo en varias ocasiones de forma satisfactoria fue lograr una equivalencia del título, que habilita en el periodo de un año a profesionales más técnicos. 

Con todo, el primer paso para los ucranianos es buscar trabajo lo antes posible, clases de idioma y una vivienda. «Es bastante difícil. Si lo es para los españoles, imagina para nosotros», indica Skyba. Además, para que se produzcan las homologaciones es necesario un nivel de B2. «Lo óptimo para estudiar un idioma extranjero es tener la cabeza libre de preocupaciones y eso para personas que vienen de un país en guerra es mucho pedir», dice.

A Skyba le preocupa la situación actual de Ucrania y sobre todo el juego entre Rusia y Estados Unidos: «Cada día se dice una cosa distinta. La guerra es cosa de todos y solo pagamos nosotros. Mientras, Putin no quiere paz, quiere el territorio ucraniano pero sin ellos», advierte. «Nosotros no vamos a vivir como una colonia», añade.

La situación de tensión es un aliciente para que los ucranianos sigan saliendo del país. Huyen de la incertidumbre y del peligro. Putin pone condiciones a Trum y Trump vacila: es difícil saber que pasará a continuación.

El paro

Según los últimos datos del INE, en diciembre de 2024, se inscribieron 278 ucranianos al paro. Un semestre antes lo hicieron 671 personas. A su vez, otros 722 se dieron de alta en la Seguridad Social.

Por otra parte, más de 1.200 niños se escolarizaron en la comunidad en 2024, sobre todo en Educación Primaria. 

Natalia Stefanska
en su tienda. 
|  Alba Villar

Natalia Stefanskaen su tienda. / Alba Villar

Una endocrinóloga reconvertida al vintage

Natalia Stefanska abrió recientemente una tienda vintage en el barrio de Coia. Es la única de la ciudad que no está en el centro, pero no por ello tiene menos público. La ucraniana es una apasionada del vintage, pero su verdadera profesión es la medicina: estudió once años para ser endocrinóloga. Y, aún así, queda mucho para que pueda trabajar de ello. «Necesito tener el B2 para que me homologuen el título. Ahora me lo estoy sacando, pero es todo muy lento», lamenta. El proceso de homologación no empieza hasta que se alcanza ese nivel. Natalia no es nueva en España, junto a su marido y sus tres hijos (el último ya nacido aquí) vivió dos años en Málaga, pero decidió mudarse a la ciudad olívica porque conocía a un amigo de su madre aquí. Lo hizo antes de que estallase la guerra por el clima de inseguridad que ya había en Rusia. 

Leonid junto a su
madre Natalia.

Leonid junto a su madre Natalia. / Cedida

Reclutado por el ejército tras no homologar

Natalia Afonina se casó con un gallego y lleva ocho años viviendo en Oleiros. Atrás dejó un hijo, Leonid, que cuando estalló la guerra dio el paso de venir junto a su familia. El joven es experto en marketing y, aunque estuvo intentándolo, no logró homologar. Volvió a su país y al cumplir los 25 años fue reclutado para el ejército. «Ahora lo único que se plantea es sobrevivir», indica Afonina. Como madre, está en todo momento preocupada: «Veo la situación en Ucrania mal, es más desesperante», lamenta.

Ella vivió lo mismo con su grado. Era técnica de industria textil y vivir cerca de Inditex suponía una gran oportunidad. Sin embargo, las cosas no salieron como ella tenía previsto.

«Cuando superamos los 1.500 euros en gestiones de traducir el título, paramos de intentarlo. Faltaban todo el tiempo detalles pequeños. Tienes que tener mucho dinero disponible», afirma.

En su opinión, como persona que lleva un tiempo residiendo en España, lo más complejo no es llegar a homologar: «El verdadero problema es encontrar un trabajo que coincida con el título. Para nosotros solo hay oficios simples, en los que nuestros títulos no tienen ningún valor. Eso sumado a la situación de la vivienda». «Lo mejor es gastar en hacer una FP», añade.

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