Poco tiempo para educar y prevenir

La sabiduría popular consagró la expresión «más vale prevenir» y esa regla sirve también en ámbitos como el de la salud, de ahí el esfuerzo que realizan las Administraciones para intentar atajar, antes de que aparezcan, conductas como el consumo de sustancias, o por fomentar hábitos de vida menos sedentarios que puedan redundar a largo plazo en un mejor estado físico. Una de las vías para animar a las personas a ser proactivas con su cuidado es la educación y la promoción de la salud con un enfoque comunitario, es decir, no puesto en el individuo, sino en un grupo con «características, necesidades o intereses comunes». Ese es uno de los ejes de la Estratexia galega de saúde comunitaria en atención primaria 2023-2027 de la Consellería de Sanidade y un motor de los planes locales de salud que la Xunta quiere fomentar. No obstante, esa pretensión choca con las agendas de los profesionales, demasiado apretadas, e incluso con el desconocimiento.

Así lo refleja un artículo coordinado desde el departamento de Salud Pública de la Universidade de Santiago que analiza un lustro de actividades comunitarias —sobre todo charlas— realizadas por Atención Primaria en Galicia y que concluye que la «flexibilización de las agendas» sería «clave» para lograr «la implantación» de este tipo de experiencias. Se solventaría una de las principales «barreras» que perciben los coordinadores de enfermería o jefes de servicio entrevistados: las apretadas jornadas de los profesionales.

En el análisis, publicado en Elsevier y pionero en Galicia, indican que la mayoría de actividades comunitarias desarrolladas de 2018 a 2022 —menos de un centenar, teniendo en cuenta que la muestra estaba constituida por los 74 centros de salud del área sanitaria de Santiago y Barbanza, que incluye instalaciones en O Deza y A Estrada— fueron puntuales (72,6%), de una sesión, todas ellas con participación «pasiva» de los asistentes.

El informe explica que estas actividades, que estuvieron destinadas a población general, familias, adolescentes o personas con enfermedades concretas, suelen adoptar la forma de charlas de educación para la salud o de talleres, que se realizaron en el centro de salud o en colegios la mayoría de las veces y que los principales temas abordados fueron actividad física, educación sexual, alimentación y nutrición, salud en la mujer y primeros auxilios.

Los autores inciden en que, a pesar de que se registraron colaboraciones con asociaciones en alrededor de una cuarta parte de las convocatorias, menos de una de cada diez citas se impulsó de forma intersectorial. Lo habitual es que dependan de la iniciativa de los profesionales, en especial de enfermería, y echan de menos que se impliquen médicos y trabajadores sociales. Creen que podría ser «interesante» animarlos a participar con «incentivos y reconocimiento profesional» e incluso sugieren «integrar de manera formal las actividades comunitarias en sus responsabilidades laborales».

El análisis refleja que los trabajadores «voluntaristas» del Sergas de los que suele partir el impulso a estas propuestas se ocuparon de captar a participantes y de los encuentros, tarea que «se vio facilitada», indica el estudio, por la «adaptación de sus agendas laborales», de ahí que se juzgue como primer elemento facilitador el poder «ajustar y adaptar los horarios y la organización de las citas» de los sanitarios.

Apuntan que la falta de financiación detectada «podría» suponer otra limitación para sacar adelante estos proyectos y cuestiona que los realizados no se evaluaran y no se pueda ver el «impacto» en la salud de los asistentes y dirimir qué intervenciones desarrollar y de cuáles prescindir. La Xunta contabiliza casi cien mil actividades grupales desde 2023 y 1.400 profesionales implicados.