Una patente que certifica el pan gallego

Una patente recién otorgada premia la labor de los veinte investigadores de un grupo multidisciplinar, la Cátedra do Pan e do Cereal, para certificar ese alimento gallego, que cuenta con Indicación Geográfica Protexida (IGP). El análisis genético de las harinas autóctonas es ahora seña de autenticidad.

"Pan Galego", con Indicación Xeográfico Protexida, elaborado y vendido en la panadería viguesa Supan

"Pan Galego", con Indicación Xeográfico Protexida, elaborado y vendido en la panadería viguesa Supan / Marta G. Brea

Elena Ocampo

Elena Ocampo

Vigo

Si hay un producto esencial en la gastronomía gallega, ese es el pan. «En Galicia no podemos entender que en una mesa falte pan o incluso, que no esté presente en todas las comidas del día», asegura la Catedrática de Tecnología de los alimentos y directora de la Cátedra do Pan e do Cereal de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Ángeles Romero. Que el de Galicia es bueno se certifica, no solo científicamente, cada vez que uno atraviesa el Padornelo —con perdón de los panaderos castellanos—. Y, que no solo es un símbolo gastronómico sino también un producto con características únicas, queda ahora reforzado: su autenticidad ya tiene una patente.

La Cátedra do Pan, que desde 2016 investiga la producción, calidad y autenticidad del pan y sus cereales, ha desarrollado un método pionero para certificar la presencia de harinas autóctonas en el pan gallego. A través de técnicas genéticas y microscópicas, los investigadores pueden no solo identificar la presencia de estas harinas, sino también cuantificarlas. «Lo hicimos porque dentro de lo que es la defensa del pan tradicional y ya que tenemos una Indicación Geográfica Protegida (IGP) «Pan Galego» que exige al menos un 25% de harinas autóctonas, era necesario proporcionar técnicas que permitan certificarlo», explica Romero.

Detalle de dos hogazas o "moños" del pan tradicional gallego

Dos hogazas o "moños" del pan tradicional gallego, sacados de su expositor / Marta G. Brea

Método patentado

El método patentado se basa en marcadores moleculares que permiten detectar y cuantificar la presencia de variedades autóctonas como el trigo «callobre» o el «caaveiro», asegurando que el pan etiquetado como IGP Pan Galego cumple con los requisitos de autenticidad. Esta innovación es clave no solo para garantizar la calidad, sino también para impulsar la producción de cereales locales, una tarea en la que la cátedra también está involucrada: el impulso a las variedades autóctonas. Desde Vigo, la panadería Supan es una de las que ha introducido este pan en su cartera de elaboraciones semanales. La responsable Cristina Comesaña explica que la alimentación saludable es uno de sus baluartes y de ahí, su apuesta: «Desde pequeña, huelo el pan cuando lo corto. Algunos dan un aroma a viejo... Y este, desprende una esencia a hogaza y fuego lento que nos fascina», comenta.

La guerra de Ucrania, punto de inflexión

La crisis de abastecimiento de cereales provocada por la guerra en Ucrania puso en evidencia la dependencia de Galicia de la importación de trigo y otros granos. No solo para la panadería que aquí nos ocupa, sino para el forraje de los animales. El colmo para un granero que había sido próspero en Galicia durante siglos. «Se oes o cuco cucar tres días despois de San Pedro, cava, cava, e non teñas medo». Es solo uno de los refranes populares gallegos que hace referencia a una época en la que, en vez de eucaliptos y pinos, en los montes era más habitual el trigo. Una época en la que el ‘ferrado’ de cereal, usado incluso como moneda de cambio para el pago de rentas, era sinónimo de abundancia y buena cosecha. «Ahí se puso en evidencia cuán deficitarios éramos y cuán dependientes nos habíamos vuelto», señala Ángeles Romero.

Despacho de la panadería Supan, y empresa artesana de fabricación propia, donde se elabora y vende el "Pan Galego"

Despacho de la panadería Supan, y empresa artesana de fabricación propia, donde se elabora y vende el "Pan Galego" / Marta G. Brea

En la finca experimental de Abegondo, gestionada por el Centro de Investigaciones Agrarias de la Xunta, se están estudiando variedades autóctonas en condiciones controladas para evaluar su viabilidad tanto en cultivo ecológico como convencional. Pero el esfuerzo no se limita a la experimentación: la cátedra colabora con productores y panaderos para fomentar el uso de estas harinas en la producción tradicional del pan gallego. Las hectáreas plantadas en Galicia han aumentado, a medida que las panaderías han ido apostando por el cereal autóctono como señal distintiva en el mercado. Pero la experta se plantea: «¿por qué no recuperar las fincas abandonadas para plantar trigo del país, maíz y centeno autóctono?».

«¿Por qué no usamos tantas fincas que hay abandonadas para trigo, maíz y centeno?»

Ángeles Romero

— Directora de Cátedra do Pan e do Cereal

Consumo global

En los últimos años, el consumo de pan a nivel global ha descendido debido a nuevas tendencias alimentarias que lo señalan como un alimento a evitar en dietas bajas en carbohidratos o supuestamente antiinflamatorias. «Si hay un producto demonizado, ese es el pan», lamenta Romero. «Pero hay que diferenciar entre el pan industrial y el pan tradicional, que solo lleva harina, agua, masa madre, levadura y sal, y que además tiene largos tiempos de fermentación que mejoran sus características nutricionales», resume la experta.

Hogaza ("bola moño") del pan tradicional gallego, "Pan Galego IXP", en su envoltorio

Hogaza ("bola moño") del pan tradicional gallego, "Pan Galego IXP", en su envoltorio / Marta G. Brea

En efecto, el pan elaborado con métodos tradicionales aporta fibra, vitaminas del grupo B y compuestos beneficiosos derivados de la fermentación. «Lo que hay es que elegir un buen pan», insiste la experta, haciendo un llamamiento a valorar el pan artesanal y a apoyar a las panaderías tradicionales, clave en la conservación de este patrimonio gastronómico. 

De la rosca a la bolla: no solo es la forma, es sabor

Un reciente estudio del grupo que comanda Ángeles Romero confirma que la forma del pan influye directamente en sus características organolépticas, a pesar de que la masa y el tiempo de fermentación sean los mismos. «El diseño del pan afecta la evaporación del agua durante la cocción, modificando su textura y percepción del sabor», alega.

En el caso del pan de rosca, al tener una mayor superficie expuesta, se produce una mayor evaporación, lo que puede dar la sensación de un sabor más salado. En cambio, en panes con formas más compactas, como la bolla, la miga retiene más humedad y la textura es distinta.

En Galicia, la tradición panadera es muy rica y diversa. Además del pan de trigo, en Pontevedra es habitual encontrar el pan de maíz, que también presenta características específicas que lo diferencian de otras variedades. Dentro de la comunidad autónoma, existen dos Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) para el pan: el Pan de Cea, cuya zona de producción se encuentra delimitada en Cea y Ourense (con el 50% de harinas del país), y la IGP Pan Galego, que ampara los panes elaborados en toda Galicia.

Estos hallazgos refuerzan la importancia de la tradición panadera y de los procesos de elaboración en la definición de los sabores y texturas del pan, destacando que no solo los ingredientes influyen, sino también su forma y el modo en que se hornea.

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