Las tragaperras pasan de moda: su presencia en bares está en mínimos

El declive de los locales tradicionales, el bum de internet y las apuestas y el COVID dejan la cifra de máquinas B en hostelería en 6.800

Es casi la mitad de lo que permite la ley

Un hombre juega dinero en una tragaperras de un bar en A Estrada.

Un hombre juega dinero en una tragaperras de un bar en A Estrada. / Bernabé/Lucía Abeledo

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

«Siempre me resistí a poner tragaperras en los locales porque no me gustaban, quería cafeterías de clientes fijos, sitios para quedar; de hecho, tampoco tenía ni tengo televisores, pero en uno me ofrecieron 12.000 euros solo por instalarla durante cinco años y luego el 50% de la recaudación bruta». Así relata un conocido hostelero de Santiago su relación con las empresas operadoras del juego que instalan las máquinas B en hostelería, unas terminales que parecen en declive porque su cifra en bares y cafeterías se sitúa en mínimos históricos. En la actualidad, este tipo de establecimientos en Galicia cuentan con 6.801 terminales, la cifra más baja en los registros de la patronal del sector, Cejuego. Son 1.400 menos que en 2018.

La evolución de las cifras evidencia que estas terminales no pasan su mejor momento en cuanto a implantación en hostelería, un sector que en los años 90 contaba con alrededor de 20.000 terminales. En 2018 este sector acogía 8.471, dato que pasó a 8.043 en 2019, 6.899 en 2020 —el año de la pandemia que impuso cierres y restricciones en esta actividad—, 6.833 en 2021, 6.808 en 2022 y 6.801 el año pasado, el último dato disponible. Es casi la mitad del tope legal de 12.427 fijado por la Lei do Xogo.

La irrupción de las apuestas deportivas hace una década, con alrededor de 3.000 dispositivos en bares, que solo pueden acoger 3.600, la oferta de juego a través de internet y el rechazo por parte de las nuevas generaciones explican parte del declive, aunque desde el sector insisten en la «normalidad» de la situación, pues «no existe un decrecimiento del volumen de negocio empresarial en las 200 sociedades» relacionadas con esta actividad.

El presidente de la Asociación Gallega de Empresas Operadoras (AGEO), Víctor Mato, relaciona la reducción de las tragaperras a un cambio social: el declive de los bares tradicionales. «Antes el bar de toda la vida, al que vas a leer el periódico o a ver el fútbol, era un modelo que copaba prácticamente el 100%, pero en los últimos años han surgido nuevos modelos, como bocaterías, pizzerías, vinotecas, gastrotecas... sitios donde estas máquinas no encajan», expone el representante del sector. «Las máquinas B estaban en los locales que eran como el salón de casa y aunque sigue habiendo muchos bares de estos, hay menos que hace diez años, pero el volumen de negocio no ha caído así», añade.

Las cifras de Cejuego muestran que la recaudación bruta del sector (ingresos menos premios antes de impuestos) se mantienen estables tras la pandemia, con 119,7 millones en 2021, 121,1 en 2022 y 117,9 en 2023. Antes del bache del año de pandemia, con 64,6 millones, los datos eran mejores, con 133,7 en 2016, 178,2 en 2017, 156 en 2018 y 133,6 en 2019.

Sobre la preferencia de nuevas generaciones por otras fórmulas de juego, Mato explica que la clave para el sector radica en la capacidad económica y denuncia la competencia desleal por parte de las loterías y apuestas del Estado, como el sorteo de Navidad. «Tienen el monopolio de la publicidad», se queja el representante de las empresas gallegas.

«No la quería instalar, pero el peor mes nos da 600 euros»

Dueño de varios negocios hosteleros en Santiago, A. —prefiere no revelar su nombre al ofrecer datos concretos de recaudación— reconoce que sus reticencias a instalar una tragaperras en una de sus cafeterías, situada en la zona vieja, acabaron sucumbiendo al retorno económico. «En noviembre, que siempre es un mes flojo, la máquina recaudó 1.1714 euros, a lo que hay que descontar el IVA. Nos quedaron unos 600 en el peor mes, aunque luego hay que descontar otros impuestos, pero te da para pagar parte de la nómina de un empleado», dice.

De hecho, aceptó el pago de 12.000 euros solo por instalarla hace años en otro de sus locales por un tiempo de cinco años. «Luego te llevas el 50% de lo recaudado menos impuestos. En tres meses, la máquina de la última cafetería generó casi 9.000 euros», cuenta. Algún cliente llegó a apostar 1.000 euros en un día, concluye.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents