«Congelé mis óvulos aunque en ese momento no quería (ni quiero) ser madre»
El perfil de persona que congela óvulos en las clínicas privadas es el de una mujer soltera, profesional de alrededor de 35 años
Desde 2025 se podrá hacer gratis en el Sergas

Mujeres trabajando en una clínica de fertilidad. / FDV
Lucía González tiene 37 años y, por ahora, no quiere ser madre. No es por falta de tiempo ni dificultades económicas, simplemente en este momento no lo contempla. Con 33 años pensaba lo mismo y como no veía un posible cambio de idea en un futuro próximo, decidió acudir a una clínica para congelar sus óvulos.
Este procedimiento sirve para mantener en buen estado y durante años los ovocitos, posibilitando a la mujer vivir la maternidad en el futuro, cuando quiera.
Para llevarlo a cabo, hasta ahora había que acudir a una clínica privada y pagar alrededor de 2.500 euros. Sin embargo, ante el galopante descenso de la natalidad, la Xunta ofrecerá la posibilidad a las mujeres de entre 30 y 35 años de hacerlo de forma gratuita desde 2025. También podrán acceder a este servicio aquellas cuya fertilidad pueda estar en riesgo por patologías como la endometriosis y los hombres trans.
Hasta ahora solo se ejecutaba de forma gratuita a las pacientes oncológicas, tanto en el Sergas como en la clínica privada IVI de Vigo.
El procedimiento que el próximo año comenzará a financiar la administración, lleva años haciéndose en la privada.
El director de la clínica antes mencionada, Elkin Muñoz, explica que desde hace dieciséis años se aplica la técnica de la vitrificación, según la cual la temperatura cae a -196 grados en milisegundos, haciendo que la célula mantenga su estructura, tanto anatómica como funcional. «No hay problema en los recién nacidos vivos, es un proceso seguro», añade.
El perfil
Antes de que la congelación fuese algo financiado, se constituyeron dos perfiles de mujeres que acuden a las clínicas privadas.
El primero es el de las pacientes oncológicas, las primeras con las que se practicó este procedimiento. «Concretamente nosotros somos la única clínica de España que lo hace de forma gratuita», apunta Muñoz. Antes de empezar un tratamiento de quimio o radioterapia, se pueden preservar los óvulos para iniciar la maternidad tras la recuperación.
El segundo y más numeroso grupo es el de aquellas mujeres que quieren retrasar la maternidad de forma voluntaria. «Vemos la enorme dificultad que hay para la emancipación, como los jóvenes de hoy en día siguen dependiendo durante años de sus padres y, cuando por fin abandonan el hogar, se ven en una edad demasiado adulta para tener un hijo», recoge el director de la clínica.

REDACCIÓN
Por tanto, el perfil es el de una mujer que acude sola y que espera, en un futuro, tener unas mejores condiciones laborales y sociales que le permitan abordar la maternidad con mayores garantías. Entre estas, destacan las que son profesionales con un gran soporte familiar. «De hecho es habitual verlas entrar en consulta acompañadas por sus madres, aunque tengan 35 años», dice el médico.
Con los años se redujo la edad. Al principio las pacientes rondaban los 40 años, ahora se acercan más a lo ideal: que no rebasen los 34. «Es la época en la que los óvulos tienen mejor potencial (el mayor es a los 24)».
Otro de los casos comunes es el de las jóvenes que emigran al extranjero para iniciar sus carreras profesionales pero con intención de regresar a su país en algún momento.
Lucía González, el testimonio antes mencionado, no es exactamente uno de esos casos.
Ella lo hizo por si en el futuro se decidía por la maternidad. Por ahora no es así, pero la clínica preservará sus óvulos hasta que cumpla los 50 años.
No tiene problemas económicos ni dificultades para organizarse con su familia. Además, a diferencia del perfil mayoritario, tiene pareja. «No tengo el instinto. Pese a que tengo a casi todas mis amigas embarazas o viendo como tener hijos, a mi no me apetece», comenta.
Fue auxiliar y trabajó en varios centros médicos, donde se decidió a llevar a cabo el proceso. «Primero me hicieron una ecografía para ver mi reserva y me aconsejaron no esperar más allá de los 35», indica.
La presión de la maternidad
González opina que las mujeres soportan «muchísima» presión sobre si van o no a ser madres. «Tengo pareja desde hace 12 años, vivo con él y todo el rato te hacen la pregunta. Alguna vez dije que no podía tener hijos para no tener que dar explicaciones», cuenta.
«Como me estoy acercando a los 40 la presión es mayor. Tuve que enfadarme», añade. Los comentarios le llegan desde su ámbito más cercano pero también del trabajo o incluso de gente que no conoce.

«La medida debería contemplar desde los 16 años hasta casi 50»
Desde un punto de vista demográfico la medida de la Xunta es un paso importante para frenar la caída de la natalidad.
El experto Carlos Ferrás valora la propuesta de financiar la congelación de óvulos como «muy positiva» para que las mujeres puedan decidir como afrontar su maternidad. «Todo lo que sea proteger la conciliación entre la vida laboral y tener hijos es bueno», apunta.
La novedad de preservar los óvulos también viene acompañada por una extensión de la edad en la que se pueden practicar tratamientos de fertilidad: el límite estaba en 40 años y ahora está en 45, incluyendo a las mujeres que ya hayan tenido un hijo.
Con todo, el experto considera que la ayuda debería cubrir más, toda la edad reproductiva de la mujer, desde los 16 a los 48 años aproximadamente.
Ferrás explica que el crecimiento demográfico está en riesgo, por lo que estamos en un buen momento para aplicar políticas pronatalistas en combinación a otras migratorias.
Por un lado, las facilidades para que en vez de renunciar a la maternidad las mujeres apuesten por posponerlo. Por otro, las medidas migratorias, que asegura que son «más reales» para combatir una crisis demográfica. «Hay un alto flujo de llegadas de extranjeros al país desde hace más de diez años. Son un núcleo en edad activa de trabajo, por lo que podrían repercutir positivamente en el mercado laboral. También en el rejuvenecimiento de la pirámide demográfica y ayudar a solucionar directamente el problema del envejecimiento, analiza Ferrás.
En consecuencia, los migrantes también repercutirían en el aumento de los nacimientos: más jóvenes, más fértiles.
Por último, apunta que fomentando la venida de familias se lograría una mejor integración en la sociedad.

Irina M. / Cedida
Vitrificar óvulos justo antes de un tratamiento de cáncer: la historia de una joven de Kazajistán emigrada en Santiago
En Kazajistán las mujeres se casan jóvenes y tienen hijos a edades más tempranas que en España. También poseen menos derechos y sufren más violencia.
Por otra parte, en Galicia la población está muy envejecida y la tasa de natalidad desplomada. Es difícil encontrar salida en el desierto demográfico: en 2023 nacieron 13.975 niños, un 3,6 por ciento menos que los registrados el año anterior, según los datos del Instituto Galego de Estatística.
Irina M. viajó desde el país asiático a Santiago de Compostela el pasado año para cursar un doctorado. Ya había estado antes: estudió un semestre de un máster en la capital de Galicia y le gustó tanto que decidió continuar aquí sus investigaciones.
Por desgracia, cuando ya estaba instalada le diagnosticaron un cáncer de mama. Acudió al Sergas con miedo a no ser atendida por ser extranjera (pero no fue así). «Tuve miedo a que me mirasen mal por ser una inmigrante usando los servicios sanitarios de aquí», afirmó. «El contrato con la Universidad me cubría el tratamiento en el Sergas».
Le hicieron un seguimiento y acaba de empezar la quimioterapia. Antes le dieron la opción de congelar sus óvulos y ella aceptó porque, dice, uno de sus sueños es ser madre.
Sin embargo, tras una primera ecografía le explicaron que con su reserva ovárica no tenían suficiente como para realizar una extracción. Le recomendaron ir a la clínica privada de Vigo, IVI, donde quizá si atenderían su caso. Y así fue. «Me habría costado 3.000 euros todo el proceso», apunta.
«Enseguida comencé con los pinchazos para estimular los óvulos y consiguieron extraerme siete, un número muy bueno», afirma.
Tiene 34 años, por lo que todavía está en la edad recomendada para realizar una vitrificación. Aún así, los médicos le dijeron que podría conservar algunos ovocitos en ella tras el tratamiento. «Espero estar bien en un año y poder pensar en la maternidad», dice.
Asegura que de esta forma afronta su enfermedad más tranquila. Al terminar hablará con su novio y planificará su futuro familiar.
«Todo fue tranquilo y pude estar acompañada. Me dieron tratamiento hormonal y a los días me sedaron para realizarme la extracción. No fue muy doloroso», recuerda.
Mientras, lidia con un tratamiento y unos estudios doctorales que combina con la enseñanza. Está investigando sobre cómo gestionar un turismo sostenible en el Camino de Santiago desde la administración.
Teme tener que parar por la agresividad de la quimioterapia: «No sé si podré continuar con la misma fuerza los estudios», indica.
Sobre las diferencias demográficas entre su país y este, reflexiona que es lógico que en España se tengan hijos más tarde. «Si queremos tener una carrera profesional hay que pausar la maternidad», afirma. Además, añade que tener descendencia en solitario es muy complejo y ve que también es cada vez es más difícil encontrar una pareja.
«La sociedad utiliza más que nunca las redes sociales, sin embargo, las estadísticas de soledad no deseada son muy elevadas. Cuesta encontrar gente con la que compartir», concluye.
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