Repetir el MIR y cambiar de especialidad: la historia de tres residentes “recirculantes”
El 45% de los que deciden dar el paso habían elegido Medicina de Familia en primer lugar
Quienes renuncian a Primaria hablan de “saturación” por la carga de trabajo

Miguel Pena y María Orellana dos residentes que repiten el MIR para cambiar de especialidad / FDV
Medicina de Familia es la única especialidad que no llenó sus plazas tras el último examen MIR en Galicia. Quedaron 42 vacantes. El vacío llega en un momento complicado, con unos centros de salud que no dan abasto y una sobrecarga de pacientes que pone al límite la funcionalidad del sistema sanitario, especialmente con la llegada del estío.
La situación es más sangrante en las zonas rurales. Vigo y A Coruña fueron las únicas áreas gallegas que llenaron plazas. En Lugo quedaron 16 vacantes, en Ourense fueron 12, en Pontevedra 6 y en Santiago y Ferrol faltó cubrir cuatro en cada una.
Aunque el total nacional fue de 246 plazas desiertas en esta especialidad, Galicia está en el top del rechazo: solo en Extremadura y Castilla y León quedaron más puestos en Medicina de Familia sin ocupar.
Son los últimos de la fila. En el otro lado de la balanza, Dermatología, Anestesia y Cirugía Plástica, las más aclamadas por los futuros residentes.
Las 42 vacantes en Familia no son necesariamente el dato de ausencias definitivo: algunos alumnos que seleccionan la especialidad cambian de idea a lo largo del proceso de formación, dejan su plaza y estudian de nuevo el MIR para acceder a otro ámbito, con todo lo que eso conlleva.
Si un residente renuncia y suspende su segundo examen MIR, pierde las garantías que había conseguido inicialmente. Sin embargo, muchos se lanzan igualmente. Otros acaban la residencia y, tras cuatro años trabajando, vuelven a empezar. Son los residentes “recirculantes”. En España, el 45% de estos proceden de Familia.
En consecuencia, en Galicia también hay jóvenes que forman parte de este cambio de especialidad: piensan en su futuro y deciden pasar un año estudiando de nuevo en lugar de atenerse al malestar de la Atención Primaria.
También desde otros campos surgen las ganas de probar nuevas cosas: un 26% eran residentes de Medicina Interna, un 15% en Psiquiatría, un 14% de Pediatría y el mismo porcentaje de alumnos renuevan el MIR y hacen el cambio desde Digestivo y Cirugía.

María Orellana / Cedida
El caso de María Orellana es un claro ejemplo de residente “recirculante”. Esta joven extremeña estudió Medicina en la USC. Al terminar, su objetivo era la cirugía pero no le alcanzó la nota y aceptó una plaza en Familia. Decidió darle una oportunidad, “quizá me guste”, pensó.
Durante cuatro años realizó su residencia en el centro de salud de Redondela: se había decidido a acabarla y no quedarse sin plaza. “Pasaron los años y yo seguía ahí, al final acabé terminando”, indica. Sin embargo, la cirugía seguía resonando en su cabeza.
Los años que le tocaron vivir en consulta tampoco fueron sencillos. La pandemia se cruzó en su camino: “Era un desastre, una situación insostenible. El trabajo no se hacía en condiciones y todo el mundo estaba saturado”, recuerda.
"Se replantea cambiar su camino porque no es viable dar una buena atención a 50 pacientes en un día"
Para ella fue la gota que colmó el vaso. Ahora, tras la época COVID, los residentes siguen rechazando esta especialidad y Orellana cree que, en parte, es por “la imagen que se proyecta sobre ellos. El resto de especialidades ven a los residentes de Medicia de Familia un poco por encima del hombro, como si la práctica clínica que realizan en el día a día no fuera tan válida como el resto”, reflexiona la cirujana. Además, añade, “la saturación que se vive en los centros de salud y en la puerta de Urgencias acaba desgastando y quemando y, hasta al que más le gusta, se replantea cambiar su camino porque no es viable dar una buena atención a 50 pacientes en un día. No se puede pretender que no te desgastes en el intento”, añade.
La saturación y una vocación latente empujaron a María a ponerse a estudiar de nuevo, tan solo dos meses después de terminar. “Fue un periodo muy complicado, tenía la decisión tomada pero era un riesgo, aun repitiendo el MIR nadie te asegura que saques la nota para la especialidad que deseas”, indica. Aunque al haber estado en contacto con el mundo laboral se tiene un plus por la experiencia, “sigue siendo un momento vital muy exigente”.
María lo consiguió y pudo entrar en Cirugía General, su objetivo. Logró la plaza en Cáceres, cerca de su localidad natal.

Miguel Pena / FDV
No todos los residentes que deciden emprender de nuevo el camino del MIR provienen de Familia. Un 14% habían elegido Digestivo en primer lugar. Es el caso de Miguel Pena, un valdoviñés que no acertó a la primera.
“Me gustaba derma pero no lo tenía claro, elegí mal. Renuncié tras un año de residencia y empecé el proceso de nuevo”, cuenta este facultativo.
El proceso de un segundo MIR fue “psicológicamente terrible, aunque mejor a nivel conocimientos”. Si el primer año se fue con 20 amigos a Oviedo a prepararlo, en esta ocasión se vio muy solo.
“No vemos muchos pacientes graves, casi no se muere nadie y en las cirugías quitas dos cosas y los pacientes se van al momento”
Sin embargo, ahora disfruta del “resolver cosas”, una suerte de la especialidad dermatológica. “No vemos muchos pacientes graves, casi no se muere nadie y en las cirugías quitas dos cosas y los pacientes se van al momento”, explica Miguel.
Además, para tratar a un paciente, no necesitan muchas herramientas. Mientras, en especialidades como Atención Primaria, la falta de materiales (por ejemplo, para realizar una ecografía) es frustrante y ralentiza la atención.
Otra ventaja es que no necesitan demasiadas intervenciones de otros sanitarios, es autosuficiente, “con un patólogo, una silla y una lámpara gestionas tu consulta”, indica Pena.
El residente cree que su especialidad es la más aclamada porque “no hay guardias y si te vas a la privada puedes conseguir mucho dinero”. “Es un hecho que el día de mañana agradeceré no tener que trabajar 24 horas seguidas”, apunta.
Aunque él no está interesado en la estética y prefiere las patologías que llegan al hospital, afirma que la satisfacción es mayúscula. “En minutos le hemos quitado a una persona un cáncer de piel y se puede ir a su casa ese día”, señala.
Paula López (pseudónimo acordado por la entrevistada, que no quiere desvelar su identidad) está estudiando el MIR y no será la primera vez que lo haga. En un principio escogió Medicina de Familia porque pensaba que era lo suyo. No era la única opción que valoraba, pero le gustaba especialmente el trato continuado con el paciente y, sobre todo, la posibilidad de poder trabajar en Urgencias.
El día de elegir la plaza dudó: “Por como está hecho el sistema, una vez entregas los papeles no hay marcha atrás”, indica. “Si escogía y finalmente abandonaba, iba a quedar esa plaza libre sin opción a que alguien que viniese detrás pudiese cogerla. Pero, finalmente pensé en mí y la seleccioné en Asturias”, explica López.
Cuenta que poco antes de empezar pasó unos días visitando un centro de salud para ver qué tal y ahí llegó la desmotivación. “No estaba convencida y a ello se añade que el año que viene sale la especialidad de Urgencias (y no sabía con que facilidad podría acceder a través de Familia) y seguramente me iría de Asturias”, indicó.
“Si diesen opción a que otro compañero pudiese escoger las plazas que se rechazaron en una segunda tanda no quedarían tantas plazas sin cubrir”
Aunque todavía no sabe si es lo correcto, por el momento está contenta. Opina que el sistema podría ser contraproducente: “Si diesen opción a que otro compañero pudiese escoger las plazas que se rechazaron en una segunda tanda no quedarían tantas plazas sin cubrir”.
Al igual que Orellana, esta joven, también estudiante de la USC, cree que está socialmente “devaluada”. “Se les puede ver como meros distribuidores cuando en realidad son el primer eslabón de la cadena de la atención al paciente. El médico de Familia tiene que tener conocimiento sobre todas las especialidades, diferenciar una urgencia de algo banal. Es una especialidad bonita y completa que, con el tiempo, si se mejoran las condiciones, seguro que mucha gente vuelve a querer ejercer”, opina.
A esto añade que el no poder dedicar el tiempo conveniente a cada paciente y asumir más de 40 citas diarias para, al terminar, enfrentarse al tedio de la burocracia, son hándicaps que eliminan la satisfacción que un profesional de este tipo debería sentir.
Paula recuerda de dónde viene la vocación: “Cuando de pequeños decimos ‘yo quiero ser médico’ no creo que pensemos en ser dermatólogos o neurocirujanos, la gran mayoría piensa en el médico de Atención Primaria. Después, si entras en la carrera, van pasando los años y vas viendo más opciones que se venden mejor”, señala esta joven médico.
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