El tradicional minifundio de Galicia dificulta la explotación agraria y ganadera en un sector, el primario, con márgenes de beneficio reducido. Para enfrentarse a esa problemática y a una competencia cada vez mayor, las explotaciones que resisten en un contexto de falta de relevo generacional adquieren las tierras que dejan quienes se jubilan o cierran por sufrir pérdidas. Por ello, las compraventas de terrenos en el rural suman seis ejercicios de incremento, salvo el bajón de un 2020 marcado por la pandemia de COVID-19, y se sitúa en el dato más alto en 15 años.
Las operaciones de traspaso de fincas rústicas entre enero y julio de este ejercicio alcanzaron las 5.722, un 32% más que antes de la irrupción del coronavirus, y casi un centenar más que el año pasado. Para encontrar un dato más elevado en ese mismo período de siete meses, es necesario remontarse a 2008, cuando la cifra fue de 7.129, según los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE).
“Estas compraventas tienen que ver con las explotaciones que abandonan la actividad y que ponen a la venta esas parcelas y las explotaciones que quedan en la actividad, que son las que las adquieren”, explica Jacobo Feijoo, responsable del área de desarrollo rural del sindicato Unións Agrarias (UUAA).
Galicia es la comunidad con la mayor superficie agraria sin explotar, aproximadamente unas 300.000 hectáreas que equivalen al 35% del total, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y, al mismo tiempo, muchas fincas se quedan pequeñas para que una explotación pueda sobrevivir a la crisis de precios. Hacerse con más tierra resulta imprescindible.
“Ampliar la base territorial de la explotación es fundamental para asegurar su viabilidad económica. De hecho, el tamaño medio de las explotaciones de leche y carne ha ido creciendo en los últimos años, a la vez que la productividad aumenta. Galicia produce hoy más leche con 5.800 explotaciones en activo que cuando tenía 50.000. La explicación es el aumento del tamaño medio de las explotaciones, porque el número de animales no disminuye, además de la mejora genética de los animales en producción”, comenta Feijoo.
Aun así, no todos los terrenos logran salida. “En general, las parcelas más grandes cambian para otra explotación. Las más pequeñas, o de menos calidad, o más lejanas, van quedando en abandono. De forma que no toda la superficie agraria útil (SAU) que sale de la actividad queda en ella”, aclara el responsable de UUAA.
Los traspasos de fincas rústicas incluyen a todas las parcelas del rural, no solo terrenos agrarios, aunque estos son mayoritarios. En estos terrenos puede construirse desde 2018, una posibilidad que antes se había vetado y que se recuperó para fomentar el regreso al rural y la captación de población.
Una modificación en el reglamento de la Lei do Solo permite construir casas en terrenos agrarios destinados a una segunda vivienda familiar o a acoger vigilantes o temporeros durante una parte del año, dando la opción de destinarlas el resto del tiempo a actividades de turismo rural.
Esa norma también permite desde 2019 que los hijos de los titulares de una explotación agraria o ganadera puedan edificar una casa de similares características a las de sus padres o bien levantar un albergue.
Desde Unións Agrarias se descarta el impacto sobre el incremento de traspasos de los grandes fondos de inversión, algo que sí sucede en otras zonas de España. “En Galicia no se registra este comportamiento porque no hay latifundios y para esos fondos carece de interés. Los únicos que se asemejan a tales, los Montes Vecinales en Mano Común, por su naturaleza jurídica están fuera del tráfico mercantil, ya que no se pueden comprar ni vender, ni embargar”, apostilla Feijoo.
Pontevedra, la excepción
Por provincias, Pontevedra destaca en rojo como único territorio en Galicia donde descienden las compraventas, y de manera significativa hasta superar el 23% de caída, pues pasan de 1.437 en los primeros siete meses del año pasado a 1.106, según el INE, si bien en 2022 habían crecido casi un 16%.
Es A Coruña la provincia donde mayor incremento de estas operaciones se ha registrado en lo que va de año, de acuerdo con las últimas estadísticas disponibles. Las compraventas de fincas rústicas crecieron casi un 11,5% hasta alcanzar las 2.578.
A poca distancia se situó Lugo, con 1.559 traspasos, que supuso un 10% de subida. En Ourense, sin embargo, el ascenso se limitó a un 3,4% hasta alcanzar las 479.
Las claves
1 Mil ventas más que el año pre-COVID
En los primeros siete meses del año se vendieron 5.722 fincas rústicas, 1.079 más que en 2019, año pre-COVID.
2 La solución pasa por ganar terreno
La viabilidad de las explotaciones rurales pasa por ampliar su superficie, según Unións Agrarias.
3 Limitaciones para la construcción
Desde 2018, la Xunta permite con restricciones construir segundas viviendas en suelo rústico.