La rapidez es clave en un siniestro. Pero no solo la del personal que intentará salvar vidas, sino también la de quienes intervendrán, “sobre todo en situaciones muy impactantes para la población”, para ayudar a quienes sobrevivan, a familiares o incluso a profesionales de emergencias, a superar el schock inicial, dar unos primeros auxilios psicológicos. Además de fuerzas y cuerpos de seguridad y de ambulancias, llegan a un accidente grave y a desastres de media o gran magnitud, si su ayuda es aceptada, psicólogos del Grupo de intervención psicolóxica en catástrofes y emerxencias (GIPCE) del Colexio Oficial de Psicoloxia de Galicia. La entidad y el Gobierno gallego tienen un convenio que permite que este equipo especializado puede ser movilizado desde el 112, como explica su coordinadora, Ana María Núñez Fernández, las 24 horas del día los 365 días del año. “El equipo está siempre en disponibilidad total”, asegura, para afrontar situaciones que son “excepcionales”. “Cada una supera la anterior”, señala.
Solo en lo que va de 2023, la Xunta ya alertó en más de 30 ocasiones (incluidos simulacros) a 40 de estos profesionales. Y aunque, concede Núñez Fernández, lo más visible puedan ser sus intervenciones en catástrofes como la del Alvia en 2013, la explosión del almacén de material pirotécnico de Tui en 2018 o el naufragio del “Villa de Pitanxo” en 2022, “en los últimos años” son movilizados sobre todo por suicidios consumados, que suponen un “golpe muy duro” en el círculo que rodea a esa persona, y por siniestros de tráfico con varios fallecidos. Además, están ahí en casos de violencia de género, siniestros laborales, muerte de menores o busca de desaparecidos. Situaciones “más” pequeñas, matiza, que catástrofes como la del tren, pero con un impacto “mucho más grande” donde ocurren.
Avisos por protocolo
“Intervenimos sobre todo en situaciones muy impactantes para la población, cuando las personas se quedan en estado de schock o muy afectadas por lo que acaban de vivir. Con nosotros empiezan a restablecer sus formas de afrontamiento y a poner orden en su vida. Esa situación crítica que acaban de vivir es como si lo desordenase todo y nosotros les ayudamos a ponerse en marcha de nuevo”, cuenta Núñez Fernández, quien señala que son varias las emergencias en las que el 112 les avisa “inmediatamente” tras lo ocurrido, fijadas en protocolos, pero no intervienen, aclara, “a no ser que la gente afectada lo demande, con su permiso”. “No es lo mismo”, sostiene, “que un personal de ambulancia, que va sí o sí”.
“Siempre nos van a avisar si hay un menor fallecido, si hay dos o más fallecidos en una misma familia, si el suceso ocurre en un entorno sensible, como puede ser un centro educativo o un centro comercial, o cuando hay fallecidos en un naufragio”, enumera. En esos casos, se les convoca por protocolo, pero, señala, en “cualquier otra emergencia” se les puede activar porque se les “demanda”. Por ejemplo, apunta, un accidente con un fallecido no se incluiría en esos protocolos, pero si los afectados quieren su intervención, “sí podrían llamar y solicitarla”. Eso sí: en casos de percances graves, con pérdida de vida.
Los accidentes de tráfico son uno de los motivos por los que el 112 moviliza más a estos profesionales, pero “la primera causa de actuación” serían los suicidios. “Llevamos unos años en que el número es bastante elevado”, indica, en alusión a las veces en que su apoyo se acepta e intervienen con la familia.
Intervenciones en el centro en educativo
O en el centro educativo. El GIPCE acude a colegios a instancia de docentes o del equipo directivo, que solicitan su ayuda para darle al alumnado noticias complejas de forma “correcta”, que no les haga “daño”. “Cuando hay un suicidio de un menor, también facilitamos que haya actos de despedida, qué cosas simbólicas pueden hacer por sus compañeros, qué hacer con su mesa, su silla, sus cosas... y anticipar posibles reacciones que va a haber a o largo del tiempo como parte del proceso de duelo”, desgrana. Pero no solo se les requiere si un menor se quita la vida. Pueden acudir si un compañero fallece en accidente o durante una excursión o por enfermedad. O que sea uno de los progenitores del menor el que se suicida. Asimismo, añade, en situaciones de violencia de género. “Muchas veces hay centros educativos afectados, los centros donde a lo mejor estudiaban los hijos de la mujer, y hay que intervenir, porque pueden surgir miedos del tipo “si mi padre grita a mi madre, puede matarla”, y hay que explicarles bien esas cosas”.
Estos profesionales, acreditados como psicólogos expertos en emergencias, están activables desde que se produce la situación crítica hasta, en general, 72 horas después. “También se puede poner de punto de referencia el funeral. Entonces desaparecemos y la gente tendría que ir a través de los servicios normalizados”, explica. Pero hay casos como Alvia, más largos, o si el suceso implica desaparecidos; entonces están disponibles mientras se mantiene el dispositivo de busca.
Sanidade recurrió al GIPCE –que persigue formar a más profesionales para ampliar el equipo, “porque una emergencia ocurre en cualquier sitio a cualquier hora”– en el COVID, para atender las llamadas de la población preocupada e incluso pacientes con ansiedad y depresión que no podían seguir el tratamiento.