Que Galicia envejece es ya un tópico y los datos no hacen más que ratificarlo: los gallegos tienen una media de 48,01 años, cinco más que al cruzar el umbral del nuevo milenio, con los datos provisionales relativos a 2022 difundidos ayer por el Instituto Galego de Estatística (IGE), que además permiten confirmar cómo un año más, y van ya 35 encadenados, la comunidad cierra el ejercicio con un saldo vegetativo en números rojos.

De hecho, Galicia bate varios récords en esa concatenación de ejercicios en que los decesos que superan a nacimientos, ya que la diferencia entre los que fallecieron y los recién nacidos alcanzó el pasado año la cifra más elevada, 20.489 personas, una sangría que duplica a la derivada en 2012 del movimiento natural de la población (-9.782), aliviada solo por la llegada de inmigrantes, que en el primer semestre del pasado año paliaron la caída de nacimientos.

En 2022, con datos del IGE, nacieron 14.475 niños en la comunidad y ya van seis años seguidos en los que hay que añadir que se trata de la cifra más baja hasta el momento desde al menos 1975. Al mismo tiempo, el número de decesos ha alcanzado, en este caso por tercer año, la cifra más elevada en casi medio siglo, con 34.964 muertes.

Si bien la cifra de gallegos que fallece va a más, lo hacen a edades más provectas. Más de la mitad de quienes mueren han cumplido al menos 85 años, cuando hace dos décadas esa franja de edad suponía un tercio de las defunciones.

También ha experimentado un cambio la maternidad. No solo hay menos niños, sino que sus mamás envejecen. Las progenitoras de 40 o más años se han quintuplicado en la comunidad gallega en veinte años, al pasar este colectivo dar a luz el 3 por ciento de los bebés en 2012 –588 de 19.327– a un 15,16% en 2022 –2.195 de 14.475 niños–. El año pasado, las madres de estas edades fueron más del doble que las que tienen hijos con menos de 25.

Los matrimonios suman igualmente años. El IGE señala que en el caso de los que se producen entre miembros de diferente sexo hay un retraso en las edades a las que hombres y mujeres se casan. En concreto, en 2022 el 84,2 por ciento de las mujeres y casi el 90,1 por ciento de los hombres tenían, como mínimo, 30 años en el momento del enlace, mientras que diez años atrás esos porcentajes se situaban en menos de un 68 por ciento y en un 80%, respectivamente.

Mientras, los matrimonios entre personas del mismo sexo han ido ganando terreno: los contabilizados el año pasado casi triplican los de hace una década y multiplican por siete el número de 18 años atrás. En 2012 no llegaban ni al uno por ciento de los enlaces totales, mientras que en la actualidad suponen un 2,3 por ciento, con 226 enlaces.

En las bodas han sido suficientes también veinte años para darle la vuelta al tipo de ceremonia elegida. Ahora es el enlace civil el que predomina, en un 86 por ciento de los casos, mientras que los enlaces católicos quedaron reducidos al 13 por ciento, cuando en 2022 eran elegidos por el 72 por ciento de contrayentes y un 27% optaba por una boda por lo civil. El propio matrimonio como institución ha perdido adeptos: de los 11.517 enlaces de hace dos décadas se ha pasado a los 9.441, un 18 por ciento menos.