Ellas leen más: las claves (y beneficios) para educar jóvenes lectores

Una estudio con más de 300 estudiantes gallegos concluye que la imposición de libros puede tener efectos disuasorios y conmina a combinar ese método con la libre elección

Unos niños en una biblioteca escolar.   | // NOE PARGA

Unos niños en una biblioteca escolar. | // NOE PARGA / C. Villar

Carmen Villar

Carmen Villar

Fue Enrique Tierno Galván quien enarboló lo que se convirtió en un eslogan de ferias y exaltaciones del libro: “Más libros, más libres”. Pero, ¿dónde comienza esa libertad? ¿En el acto de elegir los títulos? Sobre esa libertad versa un artículo publicado en la revista “Innovación educativa”, de la Universidade de Santiago, que analiza los hábitos lectores en centros de secundaria de Galicia y que concluye que la elección libre de las lecturas es una cuestión demandada por una “amplia mayoría” de los adolescentes encuestados para el trabajo, un total de 336 chavales de 13 años en adelante, de 2º de la ESO a 1º de Bachillerato. La solución: “combinar la lectura impuesta con la lectura libre”.

Estadísticas como la de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España enuncian año tras año una ley que parece consagrarse. En su última edición, la de 2021, viene expuesta así: “A medida que aumenta la edad se reduce notablemente la proporción de lectores frecuentes de libros en tiempo libre”. En particular, si un 77% de niños entre los 10 y 14 años se declara lector habitual, al superar esa edad se quedan bastantes por el camino y el hábito solo engancha a dos de cada tres adolescentes de 15 a 18.

Ellas leen más

De esa realidad parte la investigación, firmada por Gemma R. Vega y desarrollada en cuatro institutos de la comarca de Santiago. La encuesta encuentra que tres cuartas partes de los estudiantes afirma disfrutar con la lectura, sobre todo las chicas. Caso distinto, no obstante, es el de quienes pueden considerarse habituales del libro: apenas un tercio del total –ellas, sobre todo– y casi los mismos que quienes no cogen “nunca” un libro en su tiempo de ocio. Y eso que los encuestados, en buena medida, admiten que la lectura “enriquece el conocimiento” o se considera una herramienta “fundamental” para desarrollar el vocabulario o las habilidades necesarias en la sociedad de la información. Son más, en torno a un 43%, quienes permanecen ajenos a periódicos o revistas, sea en papel o en digital.

Temáticas favoritas

Aventuras, ciencia ficción y novela negra son las temáticas favoritas de los estudiantes lectores. En el extremo opuesto, estarían poesía y ensayo, lo que se vincula, señala el artículo, a que el alumno de secundaria se concibe “principalmente” como un lector de narrativa.

En relación al mundo en el que viven, inmersos en las redes sociales, la investigación revela que casi un tercio de jóvenes pasa diez veces más tiempo ante la pantalla que ante el papel y sugiere estrategias de animación a la lectura típicas de esa vía, como los booktubers o los booktrailers.

¿Y qué papel juega la biblioteca escolar en todo esto? Cuatro de cada diez, ni la pisan; en el extremo opuesto estarían dos de cada diez.

El apartado final se centra en la obligación. “Por regla general”, dice, son los docentes los que guían las decisiones de los chicos con lecturas obligatorias y eso acontece justo cuando los alumnos dan el salto y comienzan a estudiar Literatura y coincide con que “sufran un alejamiento” de los libros que elegían por sí mismos. De hecho, los “trabajos o pruebas posteriores a la lectura entorpecen el propio placer de leer”, afirma el artículo. Con la lectura obligatoria, apunta, se crea un “vínculo negativo” hacia la lectura, como si fuera “sinónimo de trabajo”, por lo que los estudiantes piden que las lecturas voluntarias sean listas abiertas o semiabiertas. “Es imprescindible” que puedan elegir por sí mismos, señala el trabajo, porque además les llega el mensaje de que “se confía en su criterio”.