La Fiscalía investiga cada mes 20 casos de violencia familiar contra padres y abuelos

Los delitos de malos tratos por parte de hijos superan los 1.400 desde 2016 | Crisis económica, inestabilidad familiar o falta de límites en edades tempranas, entre las causas

La Fiscalía investiga cada mes 20 casos de violencia familiar contra padres y abuelos.

La Fiscalía investiga cada mes 20 casos de violencia familiar contra padres y abuelos. / E.P./FDV

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

El pasado mes de abril, una madre de 54 años de Vigo se negó a darle dinero a su hijo, de 17, después de comer y la respuesta de este fue la violencia. Primero, la zarandeó y luego, presuntamente, le pegó, maltrato del que ella puso zafarse para correr hacia su dormitorio y refugiarse en él. El joven derribó la puerta, pero a la víctima le dio tiempo antes de avisar a sus padres para que estos alertasen a la Policía Local de la ciudad olívica, que impidió peores consecuencias y detuvo al agresor. Situaciones como estas han crecido durante la última década en Galicia hasta el punto de que cada mes, la Fiscalía Superior de la comunidad investiga 20 agresiones de este tipo de jóvenes a sus progenitores o abuelos.

La violencia doméstica generó el año pasado 937 delitos en la comunidad, un 16% menos que en 2020, un año marcado por la irrupción de la pandemia de COVID y el confinamiento, situación que agravó los conflictos familiares. Esas cifras incluyen cualquier tipo de agresión en el ámbito familiar. De esas cifras, 580 expedientes se corresponden con malos tratos a hijos (340 casos), padres (228) y abuelos (12), así como 149 delitos por agresión a parejas o exparejas.

La violencia de los hijos contra sus padres y madres tiene como protagonistas, principalmente, a menores de edad, pues los delitos registrados por la justicia gallega de violencia filio-parental cometidos por quienes no han cumplido los 18 años sumaron 220 casos durante el año pasado.

“Las cifras crecieron durante la última década, pero existe una multitud de causas, no una sola”, apunta Raquel Gallego, experta en violencia intrafamiliar y filio-parental y miembro de la sección de Psicología Jurídica del Colegio Oficial de Psicología de Galicia, que recuerda precisamente que la Fiscalía de Galicia emitió en el año 2010 una circular pidiendo atención especializada sobre esta problemática.

¿Cuáles son las causas que explican que un adolescente le pegue a su padre o empuje a su madre contra la pared? “El síndrome del emperador, por ejemplo, solo explica un 10% de los casos”, indica Gallego sobre la falta de normas a los hijos durante la infancia y la concesión de todos sus caprichos, que acaba generando intolerancia a la frustración y poca empatía.

“Es verdad que la inestabilidad familiar condiciona muchos casos, igual que la crisis económica, pero no existe un perfil concreto. Hay familias perfectamente funcionales y con estas dificultades”, explica esta psicóloga para combatir estereotipos que vinculen la violencia filio-parental solo con pobreza.

Desde 2016, Galicia ha registrado más de 1.400 delitos de agresiones de hijos a sus padres y abuelos frente a los 2.459 en los que las víctimas han sido los vástagos. El año previo a la pandemia, el 2019, fue el peor, con 555 delitos de violencia paterno-filial y 358 filio-parentales, así como ocho expedientes con abuelos como agredidos.

Los menores de edad que cometan este tipo de delitos pueden acabar incluso condenados a ser internados en un centro y separados de sus padres, así como a realizar cursos de 50 horas de duración para controlar la agresividad, si bien Raquel Gallego comenta que en muchos casos se propone la realización de terapia psicológica cuando se detectan casos de este tipo.

Los problemas mentales ejercen también de desencadenantes de estas agresiones. “Las infracciones penales correspondientes [a la violencia filio-parental] son objeto de enjuiciamiento en el ámbito de la jurisdicción de menores, donde se viene constatando la existencia de menores violentos con serios trastornos de personalidad, que precisan de un tratamiento específico a cargo de la administración competente”, apunta la Fiscalía Superior en su memoria correspondiente al año pasado.

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“Denunciar a un hijo es uno de los actos más dolorosos en la vida”. La experiencia de la psicóloga Raquel Gallego, que participa en el proyecto Conviviendo en Vigo para prevenir y atajar la violencia en el ámbito familiar, le permite apuntar un denominador común en los casos de violencia de hijos a padres: un gran sentimiento de culpabilidad que impide que todos los casos se traduzcan en denuncia. “Se estima que solo se denuncian entre el 15 y el 20% de los casos, así que un 80% de las agresiones no llega a los juzgados”, apunta esta profesional.

Los choques entre adolescentes y padres son habituales, pero una investigación reciente acaba de concretar cuántos derivan en agresiones. El estudio Adolescencia, tecnología, salud y convivencia, elaborado por la Fundación Barrié y dirigido por el profesor Antonio Rial Boubeta de la Universidade de Santiago, detectó que cuatro de cada diez adolescentes gallegos (40,6%) han tenido discusiones fuertes con sus padres en los últimos meses, el 12,9% admite haber llegado a insultarles y un 2,8%, haber ejercido algún tipo de violencia física sobre ellos.

El informe, presentado hace días, colige que en uno de cada diez hogares, aproximadamente, podrían estar dándose manifestaciones de violencia filio-parental.

Raquel Gallego apunta que los servicios de pediatría o los centros educativos suelen ser los que detectan problemas de violencia filio-parental. Informan a servicios sociales y ahí comienza un intento de actuación terapéutica.

“Las familias sufren muchísimo, pero los chavales también”, apunta sobre conflictos que los psicólogos y orientadores de Conviviendo, por ejemplo, abordan con terapias individuales en un primer momento. “A los padres se les explica la necesidad de fomentar la comunicación o el consenso, pero sin perder autoridad”, explica. A los jóvenes se les intenta hacer ver que “están cometiendo un delito”. “Luego, se intenta que modifiquen sus creencias para no legitimar la violencia. Vemos muchos problemas de autoestima e intolerancia a la frustración”, finaliza.

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