Técnicos que formaron parte del Ineco, la consultoría que redactó el informe de evaluación independiente de seguridad (ISA) de los trabajos realizados por la Unión Temporal de Empresas (UTE) encargada de construir la vía férrea entre Ourense y Santiago, han señalado que su papel era garantizar la seguridad del sistema implantado por la unión temporal de empresas, pero no de esa línea.

En una nueva sesión este miércoles por el juicio del accidente del Alvia, con 80 fallecidos, 11 de Castilla y León, Laura López, jefa del equipo que redactó ese documento y que ahora trabaja en el Metro de Madrid, ha explicado que su misión era la de ser unos "segundos ojos", "un certificador, un auditor, que si ve que se sale de lo que pide la norma, lo diga".

Por tanto, la sociedad mercantil dependiente del Ministerio de Transportes "no evalúa los riesgos" y sí, exclusivamente, "el proceso que ha seguido el tecnólogo", es decir, la UTE.

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La juez da por terminada la sesión.

Un hombre relata las secuelas que el siniestro tuvo para su madre. Explicó cómo desde 2013 a 2016 se sucedieron las intervenciones en brazos y piernas y cómo desde el siniestro le fue “imposible recuperar su vida”. “Tenía una vida completa”, reseñó, y a partir del siniestro “la tuvo que dejar”. “Ha tenido que cambiar de vida, de hábitos, de todo. Y nosotros”, remachó.

Los hijos de un matrimonio lesionado en el encuentro explican que se enteraron a medianoche de a qué hospital los habían enviado tras contactar con los centros por vía telefónica. Cuentan cómo, en el caso de su madre, todavía se queda “paralizada” cuando escucha un ruido fuerte. “De lo único que se acuerda fue del ruido que escuchó y luego el silencio que había después”, comentan. Sobre su padre, ya fallecido, cuentan que perdió mucha movilidad tras el suceso o cómo “empezó a tener problemas psicológicos”.

Comparece un sobrino de dos fallecidos en el siniestro, que explica las relaciones estrechas que estos mantenían con su familia.

El marido de la anterior víctima explica que no pudo trabajar más tras el siniestro. "Aunque quisiera, no pudo", afirmó.

Otra víctima relata cómo después del siniestro las lesiones le impidieron trabajar como hasta entonces. Mencionó hasta diez huesos quebrados y contó cómo la rescataron. “No podía respirar”, explicó, porque una persona le oprimía el pecho.

Una nueva víctima explica cómo desde el siniestro no ha podido coger el tren nunca más y que el accidente le ha dejado lesiones en el brazo derecho y que desde entonces ha perdido oído y visión. Recuerda cómo fue sacado debajo de maletas y mochilas. “La gente decía “él vive, él vive”, explica. Al cabo de tres pasos por su propio pie, se desvaneció, cuenta.

Se reanudan las declaraciones.

La juez ordena un receso del juicio.

La madre de las entonces niñas víctima del siniestro explica además que para ella también fue necesario con posterioridad un tratamiento ante el “horror de ver la vida” de sus hijas “truncada” y el sufrimiento de su hermano, también víctima. Además, se vio obligada a dejar de trabajar para hacerse cargo de sus vástagos. A día de hoy así sigue siendo: “Mis hijas necesitan mucha atención y yo tengo que estar para sostenerlas”. Por otro lado, incidió en que la elección del medio de transporte para trasladar a sus hijas la motivó el que se “vendía” el tren de alta velocidad como "seguro” y con las tecnologías más avanzadas.

A la madre de las dos víctimas el trayecto desde Estados Unidos le pareció “terrorífico”. “No sabíamos si estaban vivas o muertas”, lamenta. La primera vez que vio a la mayor la encontró con el pelo lleno de sangre, entubada por todas partes y la mirada “perdida”. De la pequeña, leyó una carta en la que relata el horror del accidente y afirma cómo ahora “tiene miedo de todo”, desde medios de transporte a la oscuridad, y que las consecuencias psicológicas “han sido tremendas” y “a día de hoy” siguen “luchando” con ellas.

Habla de una de las dos víctimas, entonces niñas. Cuenta cómo la sacaron los bomberos porque se había quedado atrapada, pero tardaron “bastante” porque no se escuchaban sus gritos de auxilio. Relata que sufrió varias operaciones quirúrgicas, además de otros problemas “innumerables”, como un año sin poder hablar tras el accidente, y que ahora incluso tiene problemas para salir a caminar y a día de hoy sigue a tratamiento con fisioterapeutas y asistencia psicológica desde hace cinco años. No pudo hacer la carrera universitaria en Estados Unidos, como había planeado, al no tener acceso a beca deportiva.

Su otra hija mantenía una relación intensa con el deporte y a las secuelas psicológicas, en su caso, se suman las físicas. Con repercusiones en todas sus facetas vitales. Además de que ha tenido consecuencias en su plan familiar, implicando incluso el traslado de la familia de país, porque vivían en Estados Unidos, donde también recibieron tratamientos y fueron objeto de intervenciones quirúrgicas.

Habla el padre de dos víctimas. Una de ellas, explica, tenía 8 años en el momento del accidente. En su caso las lesiones físicas “fueron menores”, pero, al ser “de las últimas” en ser evacuadas, pudo contemplar “todo el horror” del siniestro y “a medida que madura, el problema se hace mayor”. A día de hoy, sostiene, es incapaz de hablar del siniestro.

El padre de la misma víctima explica el largo periplo que les llevó localizar a su hija tras el siniestro. Se pasaron la noche buscándola, pero no lo lograron hasta el día siguiente: permanecía en el hospital en Santiago sin identificar. En la actualidad, cuenta cómo su hija sigue con tratamiento, en rehabilitación y con medicación. Una persona les ayuda en casa porque, “aunque quiere, no puede”. Al respecto, incide en cómo antes del siniestro su hija tenía una empresa con su marido y se dedicaba profesionalmente a su carrera y ahora sus progenitores la tienen que ayudar.

Ahora declara la madre de la víctima, quien cuenta que su hija necesita ayuda económica y personal. En cambio, cuando sufrió el accidente estaba en “pleno” momento vital y laboral en su profesión, que tuvo que abandonar, y ahora “las secuelas están ahí”. 

El marido continúa explicando que desde el accidente han tenido a alguien en casa para ayudar en as tareas domésticas y al principio con el cuidado de los hijos. “Si pudiéramos tendríamos mucho más”, añade. Además, lamenta que es “muy difícil” encontrar atención especializada “neuropsicológica”, pero que su esposa sigue recibiendo asistencia psicológica y física.

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El dossier elaborado por Ineco, en el que no hay curvas ni rectas, "solo velocidades", y que fue fechado y firmado el 5 de diciembre de 2011, llegaba hasta O Irixo, hasta donde había sistema de seguridad ERTMS, por lo que la curva de A Grandeira, donde el 24 de julio de 2013 descarriló el tren con el saldo de 80 muertos y 145 heridos, estaba fuera de su alcance.

Al igual que Laura López, también Javier Salvador Arriaga, que en la actualidad tampoco sigue en el Ineco, ha incidido en que la labor del Ineco es estrictamente la de "control formal sobre si la UTE respetó la normativa en la evaluación de riesgos".

Sobre la baliza que se colocó en Angrois tras la tragedia ferroviaria cuyas responsabilidades se dirimen en esta vista oral, ha dicho Arriaga que no se podría haber instalado antes porque no había normativa que amparase su colocación.

Del mismo modo se expresó su compañera, que indicó que "no puedes implementar algo que no esté todavía reglado; no puedes hacerlo de forma autónoma, tiene que llevar un estudio importante".

Receso

La jueza María Elena Fernández Currás dictó un receso desde las doce hasta y media antes de dar paso al último técnico del Ineco.

Jorge Merino, el otro profesional en responder a las preguntas, corroboró, al igual que sus antecesores, que no estaba sobre la mesa el plantearse añadir elementos de seguridad que no constasen en el reglamento, que era la referencia.

"¿Ya existiría un control adecuado con el mero reglamento general de circulación sin otra intervención de Adif?", le ha preguntado de manera directa el fiscal Mario Piñeiro. "Entiendo que sí. Los riesgos ya serían aceptables", ha respondido Merino.